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Jugadas congeladas en el Departamento de Fútbol Infantil “Lorenzo Lucero”

El frío que se presentó en la fecha número quince del campeonato infanto juvenil tuvo a todos sus protagonistas en movimiento, y a los que veían de lejos, bastantes abrigados.

Por redacción
| 04 de julio de 2019
Camperas y cuellos polares. Antes de entrar al vestuario. Fotos: Martín Gómez/Ángel Altavilla.

Pasó otra edición del Departamento de Fútbol Infantil “Lorenzo Lucero” de la Liga Sanluiseña de Fútbol, y en la Fecha 15 las “niñas bonitas” no aparecieron para alentar porque estuvieron tapadas bajo kilos de lana y camperas inflables. Pero el frío surtió efecto porque se efectuaron 238 goles en los 65 partidos jugados.

 

Aunque la mayoría de las canchas cuentan con tribunas (lo cual parecería lógico en un estadio moderno), en las que no tienen, las correntadas reunieron entre tutores, responsables deportivos y los jugadores del resto de las categorías que jugaron o iban a jugar, a una muchedumbre comprometida en hacer circular el mate y los vasitos con infusiones calientes.

 

Hubo varios que caminaban de un lado para el otro pero fue difícil saber si era por los nervios o querían combatir el aire fresco.

 

Mientras tanto, dentro del campo de juego, algunas prendas térmicas permitidas fueron usadas por los jugadores, que ante cualquier pausa en el partido no dejaban de saltar en el lugar.

 

El fútbol es un deporte que se juega a pesar de la severidad -de la mayoría- de las adversidades meteorológicas, porque el fuego interno del protagonista es el que domina su espíritu. El control de la mente sobre el deseo del cuerpo no es poca cosa y prevalece, tanto que a veces las bajas temperaturas parecen un efecto psicosomático.

 

El frío matinal de estos encuentros vespertinos vistió un cielo encapotado (que tuvo la previsible visita de la neblina cerca del mediodía) con baja intensidad climática, que era notoria después de una rápida escapada a la meta detrás del esférico, y en el necesario descanso con las manos apoyadas en sus piernas, a trasluz se veían claras las exageradas bocanadas de vapor.

 

Algunas instituciones cuentan con condiciones dignas para desarrollar el juego, y aunque el campo no tenga césped (o quizás el predio nunca supo de su existencia), los pibes no temen ir al suelo a barrenar, y se levantan sacando el polvillo con la palma de la mano, indolentes, para imponer respeto como un patrón del área.

 

Debajo del travesaño, la función es sacarla con pulso de hierro volando de palo a palo en una misión -casi- imposible, hasta descolgarla del ángulo, glorioso al evitar el conteo del contrario.

 

Pero a pesar de los esfuerzos, para las estadísticas quedaron 238 tantos y las 122 veces que los equipos de local gritaron "gol" (28 partidos fueron para los dueños de casa) y solo 10 empates.

 

Todos los titulares estuvieron en movimiento, natural sistema de autodefensa contra el frío.

 

Dentro de la cancha, para evitar el “escarchado rigor mortis”, los jugadores corrieron aún sin la pelota, los técnicos, en amplias camperas, desde la línea de cal reiteraban en voz alta las jugadas preparadas y en el banco limpiaban sus narices con las mangas de los buzos.

 

Para el resto, el vestuario fue un refugio alrededor del campo, mientras que las banderas y los trapos con los colores favoritos fueron mantas improvisadas.

 

Nubes grises con frescas correntadas dominaron la mayoría de los partidos de la decimoquinta fecha del campeonato infanto juvenil sanluiseño, pero el show debía continuar.

 

Como piden en los shows, “las manos arriba para festejar”... pero mientras tanto, iban a los bolsillos para tenerlas calentitas.

 

Pero la alegría se notaba en el entusiasmo de las categorías menores, incentivados por sus profesores a festejar sin importar el resultado, por lo que al final el éxodo de cada equipo saliendo del predio, entre gritos y silbidos agudos, parecía la celebración por la obtención de un campeonato.

 

Esa actitud positiva es la que buscan los responsables del campeonato infanto juvenil, al que denominaron precisamente “Papi, alentame, no me grites”, para que haya tolerancia y diversión en los adultos, para disfrutarlo en familia como en los viejos tiempos.

 

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