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Trabajadores esenciales: los que se enfrentaron al virus

Historia de docentes, policías, bomberos y artistas que trabajaron durante la pandemia. Todos debieron continuar con sus actividades a pesar del coronavirus.

Por Matías García Elorrio
| 27 de diciembre de 2020
Bombero. Juan Ramírez intervino en los incendios forestales de agosto y septiembre. Foto: El Diario/NicolásVarvara/Agencia San Luis.

Alguno se contagió, otro tuvo que hacer aislamiento, pero ninguno dejó de brindar servicios fundamentales a la comunidad de San Luis.

 

 

Alina Vera (45 años) casi cumplió 20 años como docente, está casada y tiene 3 hijos. Es maestra de segundo grado de primaria de la escuela "Juan Tulio Zavala" y contó que para ella 2020 "fue un año muy raro": "Nunca habíamos ni pensado en dar clases así. Además, el trabajo de un docente es básicamente el trato diario con nuestros alumnos y de un día para el otro, porque no nos pudimos preparar para esto, nos dijeron que había que empezar a mandarles las tareas". "El trabajo de apoyo de los padres —destacó— fue fundamental porque el 95 por ciento de ellos está alfabetizado y nos pudieron ayudar a explicarles y enseñarles a los chicos, porque eran tareas básicas de alfabetización".

 

Para ella, es importante la experiencia vivida con la pandemia: "Esta enfermedad me hizo reflexionar sobre cómo podemos perder todo en un día. Me ayudó a ver nuestra forma de ser, de pensar, de actuar, y creo que nos va a ayudar de ahora en adelante. Cuidar y respetar al otro y ser solidarios era algo que se había perdido, y ahora lo hemos comprendido".

 

El rector de la Universidad Nacional de San Luis, Víctor Moriñigo (42 años), asumió como máxima autoridad en septiembre de 2019. Según dijo, "primero sentimos el bajón anímico de ver cómo se nos cambiaba la realidad de manera abrupta y después vimos que teníamos que resolver muchas cuestiones sobre las que la gente nos demandaba certezas. Y la verdad es que tuvimos que aprender día a día, todos juntos entre la comunidad universitaria y el resto de la sociedad. Tuvimos que ser muy rápidos a la hora de tomar decisiones".

 

En su caso, se contagió de COVID-19 en octubre y explicó que él "era de esas personas que hablaban del tema sin saber demasiado". "Yo creía que era una gripe más y que las personas que no estábamos dentro de los grupos de riesgo o con enfermedades de base teníamos casi la obligación de contagiarnos, porque no nos pasaba nada. Después de que me enfermé me quedé en mi casa aislado y terminé contagiando a mi esposa", recordó.

 

"Lo primero que debo decir —agregó— es que desordené la dinámica familiar. Después empecé a tener miedo de haber contagiado a más personas y, aunque no tuve mayores complicaciones de salud, fueron días duros porque tuve más síntomas psíquicos que físicos".

 

Además, tenía el desafío de conducir la UNSL con su equipo. "Una vez que resolvimos cómo trabajar empezamos a brindar una mano hacia la comunidad y, así, surgieron las reuniones con el Gobierno de la Provincia para la fabricación de alcohol en gel. Después pusimos a disposición las pastillas de jabón con una marca propia de la UNSL, luego de ganar un subsidio de diez millones de pesos en el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Enseguida llegó el prototipo de respirador que ya estamos por inscribir en el INTI y salió la app Trazar".

 

Otro que sufrió el virus fue el trabajador de circo Enzo Wiggenhauser (32 años): "Al principio de la pandemia tuve que viajar a Córdoba porque mi hija vive allá y justo le agarró peritonitis. Lo hice a principios de abril, en medio de todo el caos que era movilizarse en ese momento, y fue toda una aventura. Pero en la primera posibilidad que pude me volví y el 2 de mayo tuve que hacer aislamiento de 15 días en las residencias de la Universidad de La Punta".

 

Vivió momentos muy angustiantes. "Me tocó  convivir con otras dos personas desconocidas y aunque la convivencia terminó siendo buena, durante varias horas del día era imposible no pensar en el futuro incierto que nos esperaba".

 

Enzo debió modificar su camioneta para transformarla en transporte de fletes y también incursionó como jardinero, porque los ingresos como artista no le alcanzaban para cubrir sus necesidades. En julio pudo volver al escenario, cuando la Municipalidad de San Luis habilitó el autocirco, y ahora pudo organizar varias presentaciones durante el verano en Potrero de los Funes, El Trapiche y Carpintería. Pero "lo positivo fue que todos los compañeros del sector empezamos a tejer redes y formamos Circo Abierto, que es una asociación federal de circo que redactó un proyecto de ley para nuestra actividad. Y, a su vez, creamos la Red de Cirqueres de San Luis, que abarca a todos los y las artistas de la provincia, que somos unos 50", rescató.

 

 

Separados por prevención

 

Juan Ramírez (35 años) hace 17 años que es bombero voluntario del cuartel de la ciudad de San Luis, del cual es jefe desde 2009. Este año su esposa quedó embarazada y tuvieron una hija. Apenas Juan se enteró y previendo que se acercaba la temporada de incendios forestales, le pidió a ella que se fuera a la casa de sus padres —en San Jerónimo— para evitar que se contagiara y durante tres meses no se vieron. "Incluso cuando volví, hice la cuarentena y recién después nos juntamos", recordó.

 

"Desde que empezó la pandemia en el cuartel trabajamos solamente 13 personas que prácticamente estuvimos internadas durante los primeros 15 días y solo salíamos para asistir a alguna emergencia", relató. Le tocó trabajar en los incendios de Papagayos, Villa Larca, Villa del Carmen, El Morro y La Toma porque, según explicó, son una brigada forestal muy bien equipada: "Tuvimos que dividirnos durante la temporada de incendios, pero ahora todos ya están cumpliendo guardias y servicios".

 

Lo más difícil "fue cuidar a nuestras familias y el golpe económico que también afectó a nuestra institución, porque no pudimos obtener los ingresos que anualmente teníamos. Pero igual seguimos trabajando", evaluó.

 

A pesar de lo mal que lo pasó este año, rescató algo: "Todos pudimos ver cómo éramos y que así no podíamos seguir. Nos dimos cuenta de cómo verdaderamente tenemos que ser. Pudimos ayudar a mucha gente que, a su vez, le dio una mano a otros. Hemos tenido que llevarle los alimentos a mucha gente que estuvo aislada en su casa y todo esto lo hicimos por fuera de las emergencias. Creo que nos dimos cuenta que podemos darnos una mano entre todos para salir adelante, hemos visto lo más humanitario".

 

Javier Funes (48 años) es comisario de la Policía con 29 años de servicio y está a cargo de la Dirección de Operaciones. Fue designado para conducir la brigada especial COVID-19 y señaló que "el trabajo incluyó armar una suerte de cuidado de la frontera, igual que un país, prácticamente. Hubo que cerrar caminos, montar brigadas para trabajar como guardianes de los límites con otras provincias".

 

"Conformamos una patrulla urbana con camionetas no identificables que estaban las 24 horas recorriendo los límites provinciales a los fines de controlar, porque el principal trabajo era evitar el ingreso de personas que no cumplieran con los protocolos y pusieran en riesgo el estatus sanitario de la provincia", señaló.

 

Las dos fronteras más complicadas "fueron con Córdoba: en la zona de Merlo, La Punilla y Justo Daract. Esos fueron los pasos más conflictivos. Donde, además, tuvimos que lidiar con los cortes de ruta". También destacó el trabajo que hicieron "en todo el corredor bioceánico, porque en su momento fue el principal riesgo para la población".

 

 

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