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Economía feminista: la invisibilización del trabajo doméstico que empobrece

Aseguran que las tareas del hogar recaen en el 76 por ciento de las mujeres argentinas, duplicando sus cargas laborales.

Por Romina Oddone
| 09 de marzo de 2020

Hacer la comida, cuidar a los niños, limpiar la casa y hasta elegir las marcas en el supermercado de los productos que se van a consumir son tareas que aún hoy recaen en un 75 por ciento en las mujeres en el mundo y en Argentina, particularmente, en el 76 por ciento, según cifras de la web Economía Femini(s)ta.

 

Los primeros esbozos de estudios de la economía con perspectiva de género comenzaron en los años 70 y más adelante, a finales de la década del 80, la profesora del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Tecnológica de Auckland, Nueva Zelanda, Marilyn Waring, publicó “Si las mujeres contaran: una nueva Economía Feminista”, una crítica innovadora del sistema internacional para medir el crecimiento económico.

 

La economía feminista viene a visibilizar lo que la tradicional, capitalista y androcéntrica, excluyó de sus parámetros desde siempre: el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, que en su mayoría es realizado por mujeres. “Realiza una crítica particular a la teoría neoclásica, hoy paradigma dominante en la disciplina, y denuncia el sesgo androcéntrico de esta mirada, que atribuye al hombre económico (homo economicus) características que considera universales para la especie humana, pero que sin embargo son propias de un ser humano varón, blanco, adulto, heterosexual, sano y de ingresos medios”, especificó la economista Corina Rodríguez Enríquez en su artículo “Economía feminista y economía del cuidado”, de la revista Nueva Sociedad. Y amplió: “La economía feminista se caracteriza por poner en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida, descentrando los mercados. En consecuencia, el objetivo del funcionamiento económico desde esta mirada no es la reproducción del capital, sino la reproducción de la vida”.

 

Rodríguez Enríquez aseguró que la economía neoclásica invisibiliza el trabajo que se realiza en el ámbito de lo privado, lo que surge “de la presunción de que las políticas económicas son neutrales al género y esta es una afirmación que se usa muy habitualmente. Y desde la economía feminista lo que decimos es que las políticas públicas y económicas no son neutrales, sino ciegas al género, y llevar adelante herramientas que permitan visibilizar estas discriminaciones puede llegar a transformarlas”.

 

Además otro vértice que no se tiene en cuenta es que el trabajo doméstico sostiene al remunerado, que se llama productivo y se realiza en el mundo de lo público. “Poder entender eso es visibilizar esos trabajos y de alguna manera mostrar que cuando se habla de temas de economía, de productividad en el mundo público, nunca se hace referencia a este trabajo no remunerado, doméstico y de cuidado que se realiza en los hogares”, expresó Florencia Partenio, doctora en Ciencias Sociales y docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.

 

 

El tiempo y la pobreza

 

La economista feminista y coordinadora de investigación sobre Género y Desarrollo en el Instituto de Investigaciones de Desarrollo Social de Naciones Unidad (Unrids, Ginebra), Valeria Esquivel, expuso en una charla Tedx en Córdoba sobre el tiempo como una dimensión invisible de la pobreza. En su alocución manifestó que el trabajo mercantil es el intercambio de tiempo de trabajo por dinero. “Pero existen otros trabajos que requieren tiempo y esfuerzo y tienen un resultado, pero que no son mercantiles porque no son pagos, esos son el trabajo doméstico y de cuidados que se realizan en los hogares y en las comunidades, como por ejemplo, hacer la comida, las compras, llevar a los chicos a la escuela o acompañar a los ancianos al médico”, indicó. 

 

Además de no ser asalariado se realiza en los hogares y para ellos, pero el problema está en los costos, porque este trabajo tiene profundas marcas de género y de clase, advirtió Esquivel. “Todas las encuestas de uso de tiempo en todos los países, ricos o pobres, del ámbito rural o urbano, muestran que son las mujeres las que hacen este trabajo”. Y en cuanto a la clase, se hace más en los hogares de las mujeres pobres, que en promedio dedicaban 6 horas diarias a este trabajo, mientras que los varones, también de hogares pobres, ocupaban dos horas.

 

“Si lo que caracteriza a los hogares pobres es la falta de dinero, y dinero y tiempo de trabajo son sustitutos, entonces en estos hogares se va a realizar más del trabajo doméstico de cuidados no remunerados. Se va a tomar colectivos y no remises; se va a tardar más haciendo las compras porque hay que buscar precios y sin dudas no hay servicio doméstico remunerado que ayude con todo eso”, enfatizó Esquivel.

 

La economista infirió que este hecho todavía no permeó la metodología con la que se mide en Argentina y en América Latina la pobreza, pero debería. “Las mediciones tradicionales presuponen que los hogares pobres de ingresos no lo son de tiempo, y esto podría ser un supuesto válido si en cada hogar hubiese una persona dedicada a proveer el trabajo doméstico no remunerado o si la pobreza deviene de la desocupación. Pero si los hogares pobres de ingreso lo son también de tiempo, estamos midiendo mal la pobreza”, observó.

 

Otra variable que destacó es que la composición elevada en las familias pobres de niños, niñas, adolescentes y otros dependientes hacen que los requerimientos de cuidado sean más elevados.

 

 

Políticas públicas

 

“Esta ampliación de la caracterización de la pobreza debería llevar a pensar en políticas públicas más amplias. Si la consecuencia es la falta de ingresos, entonces la solución es la transferencia de ingresos, o si el resultado es el desempleo, generar los mecanismos para que haya más trabajo decente, de calidad, formal y con salarios dignos. También la ampliación de la cobertura de la educación inicial con salas de 2, 3 y 4 años y la extensión de la jornada educativa en la escuela pública y gratuita”, señaló Esquivel.

 

Pero, ¿qué hacer con la distribución de las tareas al interior de los hogares? Esquivel planteó que en el mercado laboral todavía hay trabajos donde por igual tarea las mujeres ganan menos que los varones, o profesiones que se atribuyen propias de las mujeres como la educación y la enfermería y que además sus salarios son más bajos. “Si el mercado de trabajo da licencias por maternidad mucho más extensas que las de los padres o si está permitido informalmente que una madre llegue tarde porque un hijo tuvo fiebre pero un padre no, todas esas situaciones hacen que en los hogares se refuerce la idea de que son las mujeres las que cuidan y los varones los que proveen. Si revirtiéramos la posición de las mujeres en el mercado de trabajo y la equiparáramos a la de los varones no solo sería bueno en sí, sino que además mejoraría la situación de pobreza de tiempo de las mujeres”, concluyó.

 

 

 

 

La brecha se mantiene, con menor salario y tiempo

 

Históricamente existe una división sexual del trabajo, que consigna labores que son para hombres y otras (muchas menos) que son para mujeres, y que a su vez tienen asignado un salario menor. Esto es lo que dentro de la economía feminista se denomina “brecha salarial”. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconoce esta desventaja y según se refleja en su propia constitución, la igualdad salarial es una aspiración del organismo que se remonta a 1919, cuando incorporó el Convenio sobre “igual salario por trabajo de igual valor”.

 

“En los últimos años la incursión de la mujer al mundo del trabajo supuso un importante avance, particularmente con respecto a su autonomía económica. Sin embargo, esta incorporación al mercado laboral se ha realizado en una situación de desventaja que todavía hoy se manifiesta en un mayor desempleo, una mayor informalidad y una fuerte concentración en determinadas ocupaciones y en la parte baja o media de la estructura jerárquica de las empresas e instituciones”, resalta la OIT en su informe de 2019 “La brecha salarial entre hombres y mujeres en América Latina".

 

Mercedes D'Alessandro, doctora en economía y directora nacional de Economía y Género del Ministerio de Economía de la Nación, considera que a través de la brecha salarial se puede medir esta desigualdad que se agudiza con los estereotipos asociados a las capacidades de las mujeres para realizar determinadas tareas. "Estos mandatos indican que las mujeres no pueden cumplir con ciertas tareas porque no están preparadas emocionalmente para responder a presiones, o no van a tener la capacidad de liderazgo", expresa D'Alessandro, autora del libro “Economía Feminista”.

 

"Si comparamos el hogar con una gran compañía, veremos que en la gran mayoría de los casos ellas son las que prevén, diseñan planes, adelantan posibles problemas y tienen en cuenta todos los detalles y la interacción de las partes. Pero además de esta labor ejecutiva, las amas de casa realizan los trabajos reservados a los empleados, a la mano de obra: cocinan, limpian, cuidan a otros, ponen lavadoras, hacen las compras o sacan la basura".

 

En cuanto a Argentina, la economista Natsumi Shokida, integrante de la organización Economía Femini(s)ta, asegura que en los hogares hay una diferencia muy marcada en la distribución del trabajo doméstico. “El 76% de quienes los realizan son mujeres. Todas las tareas recaen como una responsabilidad única de la mujer, sin que haya una corresponsabilidad. Por esto también el ofrecimiento de horas de trabajo de una mujer en el mercado son menores. Si ellas utilizan horas en resolver cuestiones de cuidados y realizar tareas domésticas, trabajan menos y eso repercute en el sueldo”.

 

 

"Dueñas" de la crisis

 

Shokida indicó al sitio “Reperfilando la economía desde la izquierda” que la crisis económica impactó particularmente en el bolsillo de las mujeres. Tomó como base los datos del Indec durante los últimos trimestres de 2019 y aseguró que si bien aumentó la tasa de desocupación en general, afectó más a los jóvenes y específicamente a las mujeres de entre 14 y 29 años. "Son ellas las que tienden a quedarse en el hogar para hacerse cargo del cuidado. A ellas no se les paga y realizan tareas indispensables para que los miembros de una familia puedan salir a trabajar”.

 

"La diferencia económica juega también un rol en los casos de la violencia de género doméstica: las mujeres no tienen los recursos necesarios para independizarse y mantener una familia, incluso cuando económicamente hay una división sexual de trabajo que se refleja en la cultura, en una idiosincrasia y en estereotipos. Hemos podido ir desarmando al capitalismo que nos configura de esta manera", concluyó Shokida.

 

 

 

Línea 144 - Atención a víctimas de violencia de género

 

Es gratuita, anónima, nacional y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

 

 

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