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Facundo Sola tiene un sueño: ganar el Abierto de Palermo

Con 30 años y 9 de hándicap, el cordobés anhela festejar a lo grande en la catedral del polo.

Por redacción
| 09 de mayo de 2020
En plena acción. Facundo, quien abrazó el polo de muy chico, recorrió el mundo con este deporte. Ahora espera ansioso el regreso de la actividad. Fotos: Instagram.

Facundo Sola (30) lleva el polo en la sangre, está en su ADN. Pareciera que primero aprendió a andar a caballo y después a caminar. De muy chico abrazó este deporte: a los 5 años ya lo practicaba y a los 14 se hizo profesional. Actualmente juega con Alfredo Cappella, Francisco Elizalde y Guillermo "Sapo" Caset. El equipo, que todavía no tiene nombre, se prepara para las grandes competencias. Lo que sí tiene es hambre de gloria para quedarse con todo lo que juegue, principalmente con el Abierto de Palermo, el certamen más importante del mundo en la catedral del polo.

 

"Empecé de muy chico. Mi papá —falleció en diciembre del año pasado— jugaba. Viajé con él y la vida me fue llevando a que sea jugador de polo. Por suerte lo tuve a mi viejo, quien me bancó en todo sentido y así llegué al alto nivel", dijo Facundo a quien, cuando nombró a su papá, se le infló el pecho. De pibe hizo otros deportes, pero su vida siempre fue el polo. Vivía arriba de los caballos, ese era su hábitat natural. Se prendía en algunos picaditos de fútbol con sus amigos, pero su lugar en el mundo estaba y está en el campo delineado por las tablas.

 

Juega de 1 y tiene 9 de hándicap. Es muy talentoso, su jerarquía lo llevó a recorrer el mundo, pero no se le nubla la vista. Cuando vuelve al pueblo (es de Coronel Moldes, Córdoba) siempre se hace un tiempo para juntarse con sus amigos. Disfruta mucho de la familia. Extraña a Rubén —su papá—, ese tipo bonachón y campechano que le fue inculcando el amor por este deporte.

 

 

 

Su mamá Ana Rosa, siempre al pie del cañón, a pesar del duro golpe de perder a su compañero de ruta, se encuentra entera por ella y por sus hijos. Delfina y Rosario, sus hermanas, son sus mejores fans, esas hinchas que cuando Facu mira hacia la tribuna están firmes alentando y haciendo fuerza en cada partido.

 

El presente lo tiene como un jugador de elite, pero para llegar tuvo que recorrer un largo camino. En la temporada alta viajaba todos los fines de semana a Buenos Aires en colectivo junto a su familia; eran 700 kilómetros cada viernes para regresar el domingo a la noche. A eso había que sumarle el colegio y las prácticas, demasiado para un chico de su edad, pero como el amor por lo que hacía era tan grande, no había tiempo para el cansancio. No existía esa palabra en su diccionario.

 

Todavía se acuerda de su primera yegua: "La Tía". Su viejo la jugaba en Palermo y Facu, con 6 años, la montaba solo con freno y cuerito. "Me llevaba a mil, pero yo era feliz, la amaba", contó.

 

Montó varios ejemplares en su carrera, pero elige a "La Sportiva". La yegua es cría de su papá, la domó el viejo, Facundo la llevó a jugar dos años afuera y después la trajo y la montó con "Alegría" y "Las Monjitas". "Es una yegua muy buena, tiene todas las cualidades", aseveró.

 

Disputó innumerables partidos y torneos, pero elige uno: en diciembre del año pasado, cuando murió su papá, le tocó jugar una semana más tarde la semifinal del Abierto de Palermo. Si bien es cierto que perdió, fue un gran cotejo del cordobés. "Jugué en honor a él", señaló. Y en ese mismo certamen, pero en una edición anterior, le hizo un golazo a Ellerstina en la semifinal. Facu lo recuerda como la mejor conquista, no solo por la elaboración de la jugada, sino también por el escenario y porque estaba montado en "La Manta", una yegua suya. Se dio todo.

 

 

"El mejor jugador es Adolfo Cambiaso. Fue y sigue siendo una máquina. Es un placer verlo en la cancha", Facundo Sola.

 

 

Cuando le preguntan por un escenario, no duda, dice Palermo. "Es como Wimbledon en el tenis, como Wembley o el Maracaná en el fútbol. Es algo inexplicable", comentó.

 

Sueña con ganar el Abierto. Tiene claro su horizonte. Nunca saca la mirada del objetivo. Llegó hasta acá por el gran apoyo de la familia, que fue y es su gran puntal. "La familia es todo en mi vida. Si no fuera por ellos y el viejo que tuve, no llegaba a ningún lado. Iba a jugar al polo, pero no el de alto hándicap", aseguró.

 

Tiene mucha carrera por delante y sueños por cumplir. Cuando el físico diga basta y llegue el retiro, va a seguir ligado al polo. El campo y las crías son parte de su vida y esa será una manera de seguir con esta pasión que abraza desde el moisés.

 

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