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Romina Ferrer: "Intento ser un canal para mostrar la lucha feminista"

Los dibujos con viñetas de la bonaerense se vuelven virales en las redes sociales. Visibilizan temas como la violencia de género, los femicidios, la discriminación hacia las mujeres, el aborto y el machismo. Trabaja en el INADI y en la editorial Chirimbote.

Por Analía Carrara
| 13 de junio de 2020
Ferrer, del lado verde. "Será ley, el fuego no se apaga" es uno de sus libros y habla del aborto en la Argentina. Foto: Melina Celeste Crescini.

En las redes sociales, una marea de dibujos con viñetas saltan entre los usuarios hasta volverse virales. Visibilizan la violencia de género, los femicidios, la discriminación hacia las mujeres en deportes como el fútbol, la lucha a favor del aborto legal, seguro y gratuito, la discriminación que sufren lesbianas, transexuales, travestis y también quienes conviven con la pobreza a diario. Todos esos dibujos salen del lápiz de Romina Ferrer, una ilustradora bonaerense que ha logrado darles voz a las silenciadas.

 

 

“Intento ser un canal para que la información se democratice, contar de qué se trata esta lucha feminista. Porque el feminismo, desde que inició hace mucho tiempo, tiene mala propaganda y eso busca silenciarnos, pretende que los privilegios y el poder masculinos se sostengan y sean incuestionables, como lo son hasta ahora. En los dibujos están reflejadas inquietudes del resto de las compañeras. Yo sin ellas no sería nada”, sostiene.

 

Romina tiene 42 años, vive en Avellaneda con su hija de 10 y su hijo de 12, y divide sus horas laborales entre el INADI y la editorial Chirimbote. También da charlas que abordan, entre otros temas, la comunicación y la violencia simbólica, desde su rol de ilustradora.

 

Dibuja desde muy pequeña. La infancia y adolescencia la encontró descubriendo a Mafalda, la historieta que Quino dejó como un legado vigente a cada paso. “Siempre me gustó leer, escribir y dibujar. Incluso cuando mis hermanos estaban mucho con la computadora yo no le prestaba atención”, recuerda.

 

Inesperadamente, durante una década colgó los lápices: “Dejé cuando viví una relación muy difícil que duró unos 10 años. Yo me había desconectado de mí misma, no era la misma persona. Sentía que no estaba. Pero en el momento en que pude salir de esa situación, volví a dibujar para hacer catarsis, para buscarle nombre a esos ruidos. Ahí fue que entré al feminismo. Entré desde un lugar de sobreviviente de violencia de género”.

 

 

 

En ese resurgir, Romina se encontró con otras mujeres que habían pasado y pasaban por vivencias similares. “Eso me hizo tomar conciencia de la lucha colectiva. Y ahí empezaron a compartir mis dibujos en las redes. Descubrí que eran mensajes que otras necesitaban transmitir y pasarles a sus amigas, madres y abuelas. Para mí es reloco poder vivir de dibujar, de escribir y dar charlas, creo que nunca lo soñé”, cuenta.

 

 

—¿Por qué creés que se habla de feminazis?

 

—Yo lo di vuelta, yo feminací, me transformé en feminista.  Con esto tiene que ver uno de mis libros. A mí me gusta mucho jugar con las palabras. El feminismo nace como una respuesta al machismo, porque no es que se les quiera hacer a los varones lo mismo que nos hicieron durante todo este tiempo, sino que se está buscando desarmar todas las violencias, todas las formas de explotación, de desigualdad y discriminación. Lo que pasa es que es más fácil decirnos feminazis que hacerse cargo de que son violentos.

 

 

—Acompañás el reclamo por el aborto legal, seguro y gratuito...

 

—Sí. Lo que se busca es que existan derechos y esos derechos se usen o no de acuerdo a la necesidad de las personas. Cuando hablamos sobre el derecho al aborto legal, seguro y gratuito nadie estaría obligado a hacerlo. De hecho yo no lo hice nunca y creo que nunca lo haría, pero esa es una decisión individual mía y puedo correrme de esa decisión, de esa realidad y de los privilegios que yo tengo. Esto es entender que hay muchas otras personas que sí necesitan abortar por la razón que sea: económica, cultural, porque tienen un montón de hijos y se dan cuenta de que no pueden seguir sosteniendo una vida más. Hay muchas mujeres que son forzadas a parir por su marido, porque es un modo de tenerlas controladas. También pueden fallar los métodos anticonceptivos.

 

 

 

—Argentina estuvo muy cerca de aprobar la ley, ¿qué le faltó?

 

—Falta que haya una decisión política de hacerla. Creo que el actual Presidente tiene esa decisión política, por lo menos es lo que dio a entender. Algunos dicen "la gente no está preparada", si es por eso nadie está preparado nunca para los cambios. También hay intereses creados porque hay médicos que en el hospital público no quieren hacer abortos, pero te dan una tarjetita para hacértelo en su consultorio privado y te cobran una fortuna. La campaña cumplió 15 años, viene trabajando muchísimo para que se entienda que lo que se están planteando son políticas públicas de acceso a la salud. Porque la salud sexual es fundamental en nuestras vidas y no la tenemos cubierta al cien por ciento. Una política pública no hace obligatorio al aborto, pero no excluye a nadie. Después hay gente que tiene intereses políticos y económicos en que no se apruebe.

 

 

—¿Qué es el feminismo hoy?

 

—Lo plantearía desde dos lugares. Feminismo como filosofía de vida para mí es ir en contra de toda forma de desigualdad, discriminación, explotación, silenciamiento, ir en contra de todos los mecanismos que nos colocan como cuerpos para otras personas, para consumo. Y después sí hablaría de los feminismos. Porque no es lo mismo el feminismo que puedo estar viviendo yo desde mis privilegios de piba blanca, heterosexual y de clase media, que el feminismo de una compañera afro que vive en una villa y no tiene agua, ni el feminismo de una campesina que es violada todos los días por el patrón, que se acepta como una cuestión normal. Por eso, hablo siempre de la mirada interseccional.

 

 

 

—¿Creés que los adolescentes ahora tienen otro chip?

 

—Sí creo que hay un cambio que tiene que ver con toda esta movilización. Pienso que quienes tienen ese cambio de chip son quienes tienen acceso a la Educación Sexual Integral (ESI), a madres, padres o educadores que les permiten hablar con libertad y sentir con libertad. Hay un cambio, pero falta muchísimo. Las masculinidades tienen que replantearse mucho este relacionarse con violencia de una forma naturalizada. Los varones se pelean o arreglan los problemas a las piñas, es el modo más rápido que encuentran y les parece que está perfecto.

 

 

 

Romina no escapa a la hora de opinar sobre la maternidad. “Siempre nos enseñaron que si somos madres tenemos que dejarnos para el final, que lo que le pasa al resto del universo es más importante. Se espera que seamos abnegadas y sufridas porque te pintan la maternidad como algo hermoso, pero no te cuentan que muchas veces en el puerperio la pasamos muy mal. Y que el instinto maternal es un verso, que no existe, que es una construcción cultural. Porque si no, todas las mujeres querríamos ser madres cada vez que ovulamos. Se aprende a diario a ser madre. Lo del instinto fue una excusa para decirnos que nuestro rol fundamental, ineludible y único es el de la maternidad. Los varones tienen que compartir esa responsabilidad. Los roles, los estereotipos, los mandatos de género están muy definidos y cuando te corrés un poquito, viene el disciplinamiento. Mis dibujos son eso, estar todo el tiempo pinchando. Desde el amor, pero también desde el enojo. ¿Cómo no enojarnos si nos están matando todos los días?”.

 

Palabras de Romina Ferrer, más que una ilustradora.

 

 

 

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