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Semejanzas y diferencias ante un flagelo mortal

Hace 102 años otra epidemia azotó al mundo, llegó a la provincia y tuvo increíbles similitudes con la actual. ¿Cómo salió San Luis de la gripe española?

Por redacción
| 20 de julio de 2020
El gobernador Alric, médico de profesión, tuvo que enfrentar la epidemia cuando el mundo estaba a la expectativa del fin de la Primera Guerra Mundial.

Por Guillermo Genini
Doctor en Historia, integrante del colectivo "Historiadores de San Luis".

 

 

La llegada, expansión y efectos de la llamada “gripe española” en San Luis es un hecho olvidado. Hace un siglo la provincia vivió momentos de zozobra frente a la pandemia que desde Estados Unidos afectó al mundo entero. Bajo el gobierno de Carlos Alric, médico de profesión, y sumergida en un amargo conflicto político, el primer gobierno radical de San Luis debió enfrentar la epidemia cuando el mundo estaba a la expectativa del fin de la Primera Guerra Mundial. 

 

Higienismo, ignorancia y carencia
¿Cuál era la situación sanitaria de San Luis en esos años? A comienzos del siglo XX imperaba en la provincia la visión y la práctica del higienismo, una corriente médica y sanitaria que priorizaba la limpieza y la salubridad como acciones preventivas contra el desarrollo de las enfermedades. Su objetivo era evitar la difusión de las epidemias controlando sobre todo el espacio público y, mediante los nuevos saberes científicos-técnicos provenientes de la microbiología y los métodos empíricos, llevar racionalidad y salubridad a la población. Por eso, cuando apareció la epidemia en 1918 se reclamó inmediatamente a las autoridades médicas provinciales y municipales medidas de higiene y aislamiento en la población, sobre todo urbana. Este accionar ponía énfasis en la prevención.

Antes de la llegada de la pandemia se resaltaba la importancia de la “profilaxis de los enfermos infecto-contagiosos en el medio escolar” porque se consideraba que las escuelas eran potenciales focos de “verdaderas epidemias”. La higiene escolar en San Luis debía servir como un dispositivo de prevención no solo en el ámbito de la escuela, sino también en la comunidad toda, pues la “ignorancia de la población” sobre epidemiología era generalizada. Los métodos y prácticas de la “higiene escolar” eran variados e incluían desde inculcar a los niños conductas preventivas de las enfermedades y el registro de enfermedades pasadas, hasta la realización por parte de los maestros de “revistas de aseo” para detectar a los alumnos enfermos o sospechosos, y el aislamiento hogareño de los niños enfermos, para evitar el contagio general. Eran medidas básicas de aislamiento social sorprendentemente similares a las actuales.

Los niños debían permanecer fuera de la escuela hasta su cura total y solo podían regresar contando con un certificado médico. Se consideraba mejor esta conducta que el ocultamiento de los casos sospechosos que podían ser “causa de epidemia en una escuela”. Finalmente, se insistía en que “todas las escuelas debieran tener sus lavatorios, jabón y toallas de papel” para realizar el frecuente lavado de manos y que el “lavado, barrido y desinfección de la escuela” debía hacerse diariamente con trapos limpios “empapados en agua o con solución antiséptica” como la creolina. Sin embargo, la carencia material de elementos de higiene y la escasa presencia médica hacían de estas medidas más utopías que realidades.

 

La gripe española en San Luis
A comienzos de octubre de 1918 los diarios de San Luis comenzaron a dar noticia de la llamada “influenza" o "gripe española” que comenzó a afectar a Brasil y, pocos días después, a Buenos Aires, donde se tomaron de inmediato precauciones sanitarias. La fulminante expansión de la enfermedad encontró a San Luis con un estado sanitario precario, pues la salud pública a cargo del Consejo de Higiene, presidido por Octavio Paladini, contaba con un presupuesto casi inexistente y no existían mecanismos de asistencia nacional. Según una mirada crítica, la provincia y la ciudad estaban abandonadas “a su propia suerte en lo que a salud pública respecta”, por lo que preveía que el impacto de la pandemia haría “estragos jamás conocidos”. 

 

 


Hospital de Villa Mercedes.

 



El 25 de octubre se informaba de más de 100.000 casos en Argentina. En San Luis se reclamaba la desinfección inmediata de los mercados, escuelas, salas de espectáculos, bares y todo establecimientos donde se reunían las personas. También se apelaba la conciencia de los habitantes, quienes debían informar de inmediato a las autoridades cualquier caso sospechoso para que se “proceda a su extirpación” como una forma de defensa comunitaria. La población se dividía en “alarmistas” e “inconscientes” según dieran o no importancia a la pandemia y los diarios difundían información sobre los síntomas de la enfermedad, afirmando que no era la primera vez que se enfrentaba un brote de gripe en la provincia.

El 28 de octubre se clausuraron todas las escuelas de la ciudad de San Luis y Villa Mercedes para su desinfección y se reclamaba que se diera por terminado el año escolar para evitar un innecesario riesgo para alumnos y docentes, hecho que sucedió por decisión del Consejo de Educación. Pero las escuelas Laines, dependientes de la Nación, continuaron abiertas varios día más. El 29 se dio noticia de los primeros casos puntanos que fueron considerados benignos por las autoridades sanitarias. Dos días después se informaba de numerosos casos en Merlo y Quines. El 2 de noviembre frente al avance de los casos de gripe se suspendieron los rezos y responsos del Día de Todos los Santos, se desinfectaron las iglesias y los cementerios permanecieron cerrados. El 5 de noviembre se internaron presos y vigilantes contagiados en la cárcel provincial y se dio orden de cerrar todos los comercios a las 7 de la tarde cuando los contagiados ya eran numerosos, sobre todo entre la población más pobre. Finalmente, el Consejo de Higiene dio orden de cerrar todos los locales públicos.

A fines de noviembre se pudo percibir un freno a la expansión de la epidemia en las ciudades, que algunos atribuyeron al aumento de las temperaturas, pero continuó en las zonas rurales y pueblos del interior donde los recursos sanitarios eran casi inexistentes. Sin embargo, los estragos anunciados no se produjeron. Según las estadísticas epidemiológicas realizadas por el Departamento Nacional de Higiene, San Luis tuvo una tasa de mortalidad por gripe de 3,5 por cada 10.000 habitantes, por debajo del promedio nacional. 

 

El regreso de la gripe en 1919
En el invierno de 1919 factores ecoambientales y socioeconómicos impulsaron un mayor impacto de la epidemia de gripe en San Luis. Un invierno riguroso, un sistema sanitario con escasos recursos y las malas condiciones materiales de existencia hicieron que la gripe mostrara una faceta más agresiva en las poblaciones más desprotegidas de la provincia.

El rebrote comenzó en mayo en las provincias del noroeste argentino con una mortalidad mayor. En San Luis la epidemia se vio potenciada por las lluvias y las nevadas desde junio. Así, una nevada extraordinaria que afectó a fines de junio de 1919 al Valle del Conlara aumentó los casos en Santa Rosa y Merlo, donde debió ir un médico para la atención urgente desde Villa Dolores, Córdoba. Esta situación se replicaba en localidades cercanas como Punta del Agua, Piedra Blanca y Lobos. La Comisión Sanitaria enviada poco podía hacer frente a la falta de medicamentos y la pobreza de la población afectada, que reclamaba alimentos y otros recursos.

 

 

 



En Renca también se registraron numerosos casos de gripe que recibieron escaso auxilio de las autoridades sanitarias. Sin embargo, allí había farmacia y atendían dos médicos, Signefredo Ernest y Roberto Martín, quien también era el médico de la mina Los Cóndores.

En Luján no había médico, farmacia ni botica que atendiera a los enfermos, por lo que se ordenó el envío del doctor Juan Fernández Sotura con medicinas. Este médico, además, debía ayudar a las autoridades locales a adoptar “las medidas profilácticas y curativas del caso”. Las principales consistieron en la reapertura del Hospital de Luján donde ingresaron de inmediato los enfermos (dos murieron poco después) y la clausura de las escuelas del pueblo.

En San Antonio, Departamento Belgrano, la pandemia llegó en julio de forma repentina: “Casi toda la población se encuentra atacada por la epidemia y abandonada a sus propios recursos, escasos, desde luego”.

En la ciudad de San Luis los entierros aumentaron a tal punto que se produjeron algunos casos de confusión de cuerpos en el cementerio del Oeste o Cementerio de los Pobres como se llamaba al actual Cementerio del Rosario, pues no había tiempo suficiente para individualizar adecuadamente a los cadáveres. Las nevadas y las lluvias invernales complicaron la situación sanitaria de San Luis debido a que la ciudad carecía de un sistema de drenaje y cloacas. Un panorama menos complejo se vivía en Villa Mercedes, que poseía el mejor dispositivo sanitario y hospitalario de la provincia.

 

 



Hacia fines de julio y comienzos de agosto de 1919 la epidemia fue cediendo y se registraron casos en zona rurales de San Luis, como en El Bagual, en el sur provincial. Allí afectó tanto al pueblo como a la población de las estancias cercanas en forma generalizada, pues los informes mencionan que “el ochenta por ciento de la población está enferma” aunque se reconoce que gracias a las medidas higiénicas “la mortalidad es mínima”. Tras quince días de epidemia se registró un solo caso mortal.

Este rebrote fue más mortal, aumentando la tasa de mortalidad más de siete veces con respecto al año anterior, pasando de 3,5 al 25,5 por cada 10.000 habitantes. En Argentina se calcula que la epidemia de “gripe española” causó más de 22.000 muertes, y se desconocen las cifras de muertes en San Luis, que sin duda fue menor a otras provincias argentinas.

 

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