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Una travesía que cambió al continente

Entre los casi cinco mil soldados que zarparon de Chile hace 200 años para liberar a Perú había 200 puntanos que nunca habían estado ni cerca del mar.

Por redacción
| 25 de agosto de 2020
Imagen ilustrativa.

Por Guillermo Genini
gfgenini@yahoo.com.ar

 

 

El formidable proyecto continental que realizó José de San Martín con el objetivo de independizar América del poder español tuvo un momento cúlmine en la partida de la Expedición Libertadora al Perú, el 20 de agosto de 1820, desde el puerto de Valparaíso.

 

Tanto por las dimensiones de la flota reunida —la más grande que vio el Pacífico Sur en esta parte de América en la primera mitad del siglo XIX—, como por la importancia de sus protagonistas involucrados (San Martín, O'Higgins, Lord Cochrane, Las Heras, Arenales, entre otros), y por la significación histórica de la empresa, sin dudas fue un momento trascendental para la historia del continente. A 200 años de tan importante acontecimiento vale recordar su contexto e importancia.

 

Tras asegurar la libertad e independencia de Chile con las victorias de Chacabuco, en 1817, y Maipú, en 1818, San Martín debía llevar la guerra al centro del poder realista en el Perú. Para eso, necesitaba de una flota de guerra que pudiera navegar con seguridad por las aguas del Pacífico hasta alcanzar la ciudad de Lima, transportando un ejército capaz de adentrarse en territorio peruano y conquistar el principal enclave que tenía el Rey de España en América del Sur.

 

Sin embargo, esa flota indispensable no existía aún en 1817 y debía crearse en medio de grandes dificultades políticas, económicas y militares. Gracias al gran esfuerzo realizado por el gobierno de Bernardo O'Higgins, se alistó la primera escuadra chilena que derrotó a una escuadra española en Concepción, en noviembre de 1818, al mando del capitán de navío Manuel Blanco Encalada. Pese a este triunfo, se consideró que la trascendencia de la expedición libertadora al Perú requería de un mando experto, por lo que se contrató al lord Thomas Alexander Cochrane, veterano marino británico de origen escocés, a quien le otorgó el grado de almirante.

 

Inicialmente, esta naciente flota debía financiarse en partes iguales por los gobiernos de las Provincias Unidas del Río de la Plata y Chile. Pero a causa de los conflictos internos, la negativa de Buenos Aires a suscribir un empréstito y la renuncia de Juan Martín de Pueyrredón como director supremo en junio de 1819, la escuadra que requería San Martín fue constituida y armada exclusivamente por el Estado chileno, entre 1818 y 1820.

 

Mientras tanto, San Martín bregó infructuosamente para que ambos gobiernos apoyaran su iniciativa de llevar la guerra al Perú. Presionado por el gobierno central de Buenos Aires, debió traspasar los Andes a comienzos de 1819 con la mitad de su ejército para dar cumplimiento a la orden de enfrentar a los caudillos artiguistas.

 

 

 

 

 

Sin embargo, aduciendo distintas razones reales y ficticias, estacionó sus fuerzas en Cuyo para recuperar las bajas sufridas en la cruenta campaña de Chile y prepararse para la expedición al Perú. En San Luis destacó al Regimiento de Granaderos a Caballos que tuvo su campamento en las Chacras de Osorio, a escasos kilómetros de la ciudad de San Luis. Gracias al apoyo del teniente gobernador Vicente Dupuy, y de gran parte del pueblo puntano, los granaderos pudieron completar sus plazas, armamento y caballadas. Fue durante 1819 cuando un gran número de puntanos se alistó como granadero, entre ellos Juan Pascual Pringles, Cornelio Lucio Lucero y Juan Esteban Pedernera.

 

En Chile, durante 1819, la nueva flota de guerra defendió el litoral pacífico de posibles ataques de los barcos españoles y bajo el mando de Cochrane realizó una expedición ofensiva contra el puerto peruano de El Callao, principal base de la flota española en el océano. En un audaz golpe, Cochrane logró tomar la plaza fortificada de Valdivia, al sur de Chile, en febrero de 1820. Esta estratégica victoria aseguró el dominio del mar para las fuerzas revolucionarias y abrió la ruta al Perú.

 

A comienzos de 1820, San Martín y las tropas que se habían remontado en Cuyo cruzaron Los Andes, dispuestos a iniciar la campaña al Perú. Sin embargo, profundas discrepancias surgidas entre San Martín y Cochrane pusieron en serio riesgo la realización de la expedición. Solo la firmeza y la habilidad de O'Higgins y las gestiones de los miembros de la Logia Lautaro salvaron la situación, evitando un rompimiento definitivo entre ellos. Como una peligrosa herida de este conflicto, la Expedición Libertadora del Perú tuvo un mando separado: el Ejército Unido como cuerpo militar expedicionario quedó bajo el mando de San Martín, mientras que la Escuadra Libertadora, bajo la bandera de Chile, fue comandada por Cochrane con una oficialidad compuesta principalmente por británicos y estadounidenses.

 

En el puerto de Valparaíso se reunió esta gran flota compuesta por ocho naves de guerra y 17 naves de transporte para tropas, animales, armamentos y víveres. Dentro de la misma se embarcaron 4.500 soldados y oficiales que componían el Ejército Unido o Ejército Libertador del Perú, integrado por tropas de Chile y el Río de la Plata. Entre ellas se estima que había más de 200 puntanos. Para muchos de esos sanluiseños, el solo hecho de navegar en mar abierto significó una verdadera pesadilla pues desconocían por completo las contingencias de la guerra marina. A eso contribuyó el hecho de estar hacinados en los barcos junto a caballos, indispensables para el desembarco, y reses destinadas a ser faenadas durante los meses de navegación.

 

El 20 de agosto de 1820, la Expedición Libertadora del Perú, tras superar un sinnúmero de dificultades, zarpó desde Valparaíso para cambiar la historia de un continente.

 

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