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“Corazón loco”: un argumento rancio que huele a masculinidad débil

Suar vuelve a encarnar al hombre que engaña mujeres porque no se anima a enfrentar la realidad.

Por Raquel Wolansky
| 26 de septiembre de 2020
Atado a un perfil. Adrián Suar, Soledad Villamil (izq) y Gabriela Toscano. Foto: Internet.

El amor suele ser la mejor excusa para justificar lo deleznable. En ocasiones llega a tal punto en que intenta presentar a un victimario como una víctima.

 

Por un lado, se presenta una masculinidad débil que utiliza el engaño y la mentira para “zafar” de hechos que a priori tienen justamente la categoría de deleznable. Por otro lado: las mujeres son mostradas como locas, despechadas que no comprenden a esa “bondad” que únicamente quiere darles amor y para eso, engaña, miente y traza una vida paralela, solo por mencionar algunos puntos. 

 

Una construcción argumental con las características antes mencionadas funcionó en 2008 cuando se estrenó la película “Un novio para mi mujer” (por cierto, con una actuación extraordinaria e inolvidable de la protagonista, Valeria Bertuccelli, como la “Tana” Ferro). Funcionó porque el mundo, básicamente, era otro.

 

Hoy, más de una década después, no se puede entender cómo nadie le dijo a la dupla Adrián Suar – Marcos Carnevale un “che, no da". La nueva película “Corazón loco”, estrenada este mes en Netflix (ya que no pudo ser en salas cinematográficas nacionales por la pandemia), cuenta con la actuación de Suar (haciendo de Suar) pero también su rol es clave como guionista.

 

El argumento gira en torno a un médico que tiene una doble vida amorosa: con una familia en Mar del Plata y con otra en Buenos Aires, con dos trabajos, dos casas y dos autos. El film trata de mostrar todos los artilugios que desarrolla a diario el personaje de Fernando Ferro para sostener su engaño, el cual busca justificar en reiteradas oportunidades con el concepto que la bigamia es legal en ciertos países, que los recuerda de memoria, pero con el detalle de que no recordó poner al tanto de esta situación a ninguna de sus dos mujeres.

 

Cuando Paula (Gabriela Toscano) y Vera (Soledad Villamil) se enteran del engaño el guión busca transmutarlas en las dos mujeres engañadas a locas despechadas que buscan la más cruel y dolorosa venganza: “Castigo al sorete”, dice Vera. Mientras Fernando, quien en gran parte de la cinta se muestra como un manipulador, mentiroso y maltratador de quien se interponga en su camino, se convierte —o pretende, desde el argumento— en el pobre hombre incomprendido que tiene una capacidad diferente: “amar mucho más que cualquier ser humano”.

 

Volviendo a las similitudes del papel de Suar en la película “Un novio para mi mujer”, en la que el “Tenso” Polski tiene que contratar a otro hombre para seducir y enamorar a su mujer así él se la saca de encima, sin enfrentar la realidad de no decirle que no la quiere más, lo cierto es que esos contenidos, hoy sin perspectiva de género y sin una lectura de la sociedad actual, huelen a rancio y atrasan décadas.

 

Por suerte, el cine argentino no es solamente Suar y tiene grandes apuestas en la actualidad.

 

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