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Lorena Mercado: “A nosotras nos mueve la sororidad”

Tiene 43 años y es referente feminista en los barrios. Lucha, contención y búsqueda de igualdad.

Por Florencia Espinosa
| 16 de enero de 2021

Lorena Mercado tiene 43 años y más de la mitad de su vida la pasó en el barrio 1º de Mayo, donde vive actualmente con sus cuatro hijos, su pareja y su nieto. En esas calles, que conoce como la palma de su mano, realiza un trabajo social invaluable con mujeres, niñas y niños desde hace años. Desde asistencia a víctimas de violencia de género, hasta viandas de comida y canastas de alimentos, talleres de tejido y diversas actividades con las que fue formando redes de contención, que incluso se expandieron a otros sectores de la ciudad capital.

 

En una entrevista para Tinta Violeta, Lorena contó que se dio cuenta de que durante muchos años ya venía trabajando en género sin saberlo y que hoy milita por los derechos de las mujeres porque “la mueve la sororidad”. “Yo creo que siempre la salida es colectiva. Si tenemos fuerza para luchar y para salir adelante es porque tenemos todo un colectivo de mujeres que nos apoyamos entre nosotras”, dijo. Además, reivindicó la lucha feminista y expresó que los debates "se ganan estando, poniendo el cuerpo, con los pies en el barro”.

 

 

—¿Cómo y cuándo comenzó tu trabajo en los barrios, asistiendo fundamentalmente a mujeres y niños?

 

—La verdad que no tengo registro de cuándo empecé en los barrios. Siempre estuve con referentes militantes, organizaciones, estuve un tiempo en Barrios de Pie, siempre tratando de buscar mi lugar, vi que por el lado político y partidario no era, era más por el lado de lo social. Nosotras veníamos trabajando en género sin darnos cuenta, ayudando a vecinas que atravesaban alguna situación de violencia, no tenían dónde ir, no tenían qué darles a sus hijos. Nosotras hacíamos una vaquita, armábamos una canasta y se la llevábamos. Después tuvimos una capacitación de género e hicimos un click. Conformamos la fundación “Mujeres rompiendo esquemas y construyendo fortalezas”, en el 2012 realizamos la personería jurídica, éramos todas vecinas del barrio 1º de Mayo. Al principio era solo acá, pero a la vez fuimos tejiendo redes, a través de organizaciones de la colectiva feminista conociendo otras agrupaciones; el sueño más anhelado era poder hacer un tejido para afrontar todos los casos que se fueran presentando. Así nos fuimos poniendo en contacto con profesionales de la salud que trabajaban esta temática, había varias cuestiones a abordar, la situación de violencia en sí deja muchas secuelas, económicas, psicológicas, en este camino se cortan muchos lazos, muchos vínculos, la mayoría se encuentran solas. Se generó una red de contención muy grande y se fue corriendo la bola y de repente nos enterábamos de algún caso en otro lado y buscábamos la manera de llegar.

 

 

—¿Cómo es el trabajo en el día a día?

 

—Nosotras ahora estamos trabajando con un comedor para 300 viandas, 2 veces a la semana, ahora por la COVID-19 se ha transformado en módulo de mercadería para los vecinos. Y lo estamos trabajando desde La Poderosa. Yo empecé a trabajar en la Secretaría de la Mujer, en el área de consejería, así que ya no puedo estar tanto en el barrio todos los días, por mis horarios, pero quedan mi pareja y mis hijos. En la secretaría somos 27 consejeras, mujeres de barrio que a su vez tienen redes con vecinas de las distintas manzanas, para hacer llegar información y el teléfono de guardia, acompañar a las vecinas a hacer las denuncias. El objetivo es hacer llegar la secretaría al barrio.

 

 

—¿Cómo tomaste esta propuesta, de que mujeres de barrio puedan ocupar estos espacios y asegurarse de que las políticas públicas realmente lleguen a todos los rincones?

 

—La verdad que me sorprendió mucho porque no estamos acostumbradas a que se nos convoque a trabajar en estos espacios tan importantes de toma de decisiones, de elaboración de políticas públicas. Yo charlo con las consejeras y les digo que todas las cosas han ido cambiando mucho, entre ellas las políticas y que hoy se nos dé la oportunidad de estar trabajando en todas estas cuestiones que nos interesan, pudiendo ser partícipes, es muy importante.

 

 

—¿Creés que esto tiene que ver en cierta manera con el movimiento feminista y con la lucha que se ha ido llevando a cabo para ocupar espacios y generar políticas que contemplen la perspectiva de género?

 

—Sí, por supuesto, nada de esto hubiera sido posible si no hubiéramos salido a la calle a luchar, a pelear por nuestros derechos y a conquistarlos.

 

 

 

—Muchas veces se dijo que la ley del aborto no les interesaba a las mujeres en condiciones de vulnerabilidad, ¿creés que esto es así?

 

—Por años fueron otras personas las que hablaban por nosotras. Escuché a muchos decir que las mujeres pobres no estábamos de acuerdo con el aborto. Es cierto que hay muchas mujeres para las que sus hijos son su mundo, su único hilo conductor de la vida. Yo de hecho tengo mis hijos que son todo para mí. Pero me parece importante poder respetar las decisiones de otras mujeres, no todas estamos en las mismas condiciones, no todas tenemos la misma vida, no todas estamos preparadas para ser madres. Por eso es necesario pensar en esto de que la maternidad será deseada o no será. Decirles a todos que nosotras podemos hablar por nosotras mismas y lo hacemos. Pedíamos una ley de aborto porque se nos morían las pibas desangradas en condiciones indignas. Yo soy consciente de que nadie quiere abortar, pero también hay muchas situaciones que nos llevan a pensar y a tomar esta decisión y creo que está bueno que nosotras podamos hacerlo, pensando en el futuro de esa criatura que viene al mundo, porque se defiende mucho la vida, pero también se ignora a un montón de criaturas que están vivas y no tienen qué comer. Yo antes era católica, conocí a chicas que iban a catecismo y que se les negaba la entrada a la iglesia porque estaban embarazadas y no estaban dentro de un matrimonio, hay mucho castigo a la autonomía de la mujer todavía. Y a todo esto, esta ley lo viene a llevar por delante.

 

 

—Históricamente han sido mujeres las que han llevado adelante comedores y la asistencia a otras mujeres, ¿a qué creés que se debe?

 

—Yo creo que es así por una cuestión de sororidad, porque no nos da lo mismo que tengamos algo para llevar a la mesa y compartir con nuestros hijos y que la vecina no tenga nada. Hemos pasado por eso y creo que eso hace que nos demos una mano y compartamos lo poco que tenemos. Pero también creo que históricamente siempre las mujeres han ocupado estos lugares y ha sido invisibilizado este trabajo. Así como durante muchos años nos han tocado las tareas del hogar, las tareas de cuidado son asignadas por la sociedad, porque si no lo hacemos nosotras no lo hace nadie. A nosotras nos mueve la sororidad. Creo que esto viene cambiando, la juventud viene con mucho empuje, mucho más abierta, mucho más empoderada. En el comedor trabajan hombres y mujeres. Como sociedad hemos cambiado, hemos crecido, aunque nos falta muchísimo más todavía.

 

 

—¿Cómo fue darse cuenta de que en realidad estabas dentro del feminismo desde mucho antes de reconocerte feminista?

 

—Lo que pasa es que yo, como a tantas otras mujeres, cuando nos hablaban de feminismo era como que estaba muy demonizado. No es que las feministas queremos salir a erradicar al hombre de la faz de la tierra, nada que ver, se trata de otra cosa. Es una revolución. Pero es una revolución que viene a cambiar y a confrontar todos esos lugares de comodidad que el hombre tenía hasta ahora y lo que pedimos es igualdad de condiciones. El otro día veía un posteo que decía que a las feminista que piden igualdad las manden a revocar una pared. A ver señor... nosotras muchas veces hemos revocado la pared de nuestra casa, hemos trabajado de lo que sea para sacar adelante a nuestras familias.

 

 

—¿De dónde creés que salen estos prejuicios?

 

—El feminismo está demonizado y esa demonización llega hasta el momento en que vos necesitás una ayuda. Mágicamente la que está ahí para ayudarte siempre es una feminista. Yo vivo desde los 15 años en el 1º de Mayo, conozco todo el barrio. Y familias del 9 de Julio, del República, he visto crecer a todos. Y muchas veces, muchas mujeres que me criticaban por usar el pañuelo verde, después dejaban de criticarme porque cuando había una necesidad y teníamos que acompañar a una mujer ahí estábamos. Ahí es donde se ganan los debates, estando, poniendo el cuerpo, poniendo los pies en el barro. Estando en el momento justo. Estuvimos en un momento trabajando en el salón del barrio San Martín, hicimos talleres. Nosotras trabajábamos ahí ad honorem, hacíamos los talleres, teníamos psicólogas, amigas que también iban a darnos una mano. Eran todas vecinas que se acercaban por el taller y se generó un vínculo tan rico, tan bueno, que fueron creciendo las charlas y un día una de las vecinas me dice a mí ‘me gustaría que hablemos de aborto’. Que el grupo esté lo suficientemente maduro para plantear esa discusión fue muy reconfortante.

 

 

—Es muy importante el trabajo con adultas mayores, ya que es una generación que ha vivido todas estas cuestiones en la más absoluta soledad.

 

—Hemos tenido de diferentes edades en los talleres. Desde adolescentes a adultas mayores. Eran muy retraídas, tuvieron que pasar varios meses para contar su vida. Trabajábamos con disparadores y siempre algo te lleva a diferentes momentos. Es bueno estar en grupo, no tenés que hacerlo sola, porque ves que otra compañera se animó a contar. Hay mujeres adultas que no se habían reconocido en una situación de violencia, que habían pasado toda la lista de situaciones de violencia, pero no las habían identificado, porque desde su casa su mamá o su abuela las preparaban para “el matrimonio”, que era servirle y complacer al marido. Una vez me preguntaron ‘qué se siente poder elegir a la persona con la que uno quiere estar’, me puso la piel de gallina. Porque me decían que en su tiempo el papá le asignó tal marido. Yo muy para dentro mío pensé ‘mierda, ni eso podías elegir’. Para eso las educaban y para aguantar todas las groserías, que te pegue, que te maltrate. Una que tiene un espíritu rebelde y va en contra de todo lo marcado por el patriarcado, pensás cómo hubiese hecho yo si me hubiera tocado ni siquiera poder decidir con quién compartir tu vida.

 

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