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De empleados a socios: una lucha que se hizo cooperativa

Los extrabajadores de Las Camelias crecen con una nueva organización laboral. Tras 6 meses de lucha, los 21 integrantes  sueñan con poder mantener a sus familias con la panadería.

Por redacción
| 24 de enero de 2021
Amasando el futuro. De las ventas obtienen el dinero para comprar la materia prima. Foto: Juan Andrés Galli.

En seis meses de lucha contra su antigua patronal, los 21 extrabajadores de la panadería Las Camelias formaron una cooperativa que llamaron 20 de Julio, en conmemoración a la fecha en la que comenzaron la protesta. Cada día están más esperanzados en aumentar las ventas y poder mantener a sus familias con el dinero que obtengan de lo que ahora es su negocio.

 

Aún les cuesta acostumbrarse al cambio de categoría, de empleados a dueños. "Todos somos iguales acá, nadie es más que nadie. Estamos las 24 horas en el local ubicado en Juan Llerena y 25 de Mayo para poder seguir preservando y custodiando los bienes de producción. Nos vamos rotando en el sector que corresponda, como ventas, panificados, producción de confitería y cocina y rotisería", explica Gabriela Luque, integrante de la cooperativa, que se desempeña en administración y comercialización.

 

Luque agrega que todos tienen el mismo derecho y las mismas obligaciones. "Distribuimos el dinero de acuerdo a la cantidad de horas en que estamos realizando nuestra tarea. Tenemos un fichero donde anotamos el horario en el que ingresamos y que salimos, y con base en el excedente, que vendrían a ser las ganancias en las empresas, lo repartimos semanalmente".

 

 

 Los insumos se los compran a los mismos proveedores que tenía la anterior firma.

 

"A veces las ventas son bajas y quizá llegamos a 1.500 pesos o 1.700 cada uno, y otras que son de 4.000 o 4.500. Aún no llegamos a tener un salario digno, estamos muy debajo de eso, pero estamos convencidos de que lo vamos a lograr. Hoy estamos en una mejor situación que la que pasamos en julio, donde con suerte trabajábamos ocho horas de lunes a lunes y nuestro sueldo era de 4.000 pesos semanales. Hoy ganamos más o menos lo mismo, pero sabiendo que es algo propio, se siente diferente. Sabemos que tendremos un mejor futuro y nos genera muchas ansias", señala Luque.

 

 

La sede del sueño. La atención al público es en el local de 25 de Mayo esquina Juan Llerena. Juan Andrés Galli.

 

 

A los insumos se los compran a los mismos proveedores que tenía la anterior firma. La comisión de finanzas es la encargada de pagarles la mercadería; una vez saldadas las deudas, distribuye el dinero restante equitativamente entre los integrantes.

 

En el lugar en el que antiguamente funcionaba la casa central están unificados los exempleados de todas las sucursales, ya que los otros locales están vacíos. "Fue difícil conocernos entre todos. A algunas personas solo las hemos cruzado un par de veces porque estaban en otro negocio y cada uno tiene su temperamento, pero la vamos sobrellevando. Es cuestión de ponerle el pecho y seguir", dice Karina Riquelme, otra de las fundadoras de la 20 de Julio, que realiza tareas en la cocina y rotisería.

 

 

Todos somos iguales en la panadería, nadie es más que nadie. Justamente eso es una cooperativa de trabajo. Gabriela Luque.

 

La mujer detalla su experiencia personal dentro de la panadería: "Yo hace once años que trabajo acá y siempre estuvo el atropello, pero llega un momento en el que uno se acostumbra porque no querés perder la fuente laboral. Sin embargo, en los últimos años era insostenible; ellos mismos (los dueños anteriores) nos llevaron a esto, a comenzar la huelga. Tengo dos hijos y soy el único sostén económico en mi casa, aunque vivo con mis padres y sé que ellos nunca me desampararán. El trabajar para uno mismo es ponerle más ganas, se hacen las cosas con otro ánimo y tenemos la esperanza de que en un futuro seremos una cooperativa reconocida por todos, y que lo que ganemos alcanzará para mantener nuestras casas", afirma.

 

 

Fue difícil conocernos entre todos, porque cada uno tiene su temperamento, pero es cuestión seguir adelante. Karina Riquelme.

 

María Belén Colautti, una de las confiteras de la asociación, cuenta que tiene un hijo y alquila un inmueble para vivir con el menor. "Es muy difícil cumplir con las cuentas, la comida, la ropa, la escuela del nene. Todo es plata, pero cada día es una nueva esperanza de que lo vamos a lograr. Empezamos vendiendo pastelitos en la vereda y pan casero en el semáforo, y con eso de a poco fuimos invirtiendo en materia prima y logramos todo lo que hicimos hasta ahora", sostiene. Pese a todo, el sueño sigue adelante.

 

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