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Ataques de pánico: un trastorno que se intensificó con la pandemia

Según el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA) una de cada diez personas tiene al menos una crisis de pánico en algún momento de su vida. Aseguraron que en los últimos dos años subieron las consultas.

Por redacción
| 10 de octubre de 2021

Una palpitación tan fuerte que parece que el corazón se sale del pecho. La respiración se agita y una sensación de terror invade la mente y el cuerpo. Algo grave está pasando, pero el entorno no dice lo mismo; se siente como que se está por morir o por enloquecer. Así describen los ataques de pánico la mayoría de las personas que lo sufrieron, que según el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA) es una de cada diez en el mundo.

 

En Argentina, el ataque o crisis de pánico es la principal problemática de la salud mental, a diferencia de otros países que tienen prevalencia de trastornos depresivos. Así lo afirmó la jefa de Internación del Hospital de Salud Mental, Judith Portela. La especialista en Psiquiatría trabaja allí hace más de 30 años y hace 22 creó un grupo de trastorno de ansiedad que funciona tres veces al mes en el mismo nosocomio.

 

En un relevamiento realizado por El Diario de la República, a través de sus redes sociales, se sondeó qué porcentaje de las y los lectores sufrió, alguna vez, un ataque de pánico. De casi 600 personas, el 63% aseguró haber experimentado uno.

 

“La crisis de pánico es una vivencia muy intensa de muerte inminente, por eso muchos pacientes concurren a las guardias de clínicas, porque la característica del trastorno de pánico, que es un cuadro psicológico, es que produce en su mayoría síntomas físicos, como taquicardia, palpitaciones, dolor de pecho, temblor, sudoración, sensación de falta de aire, incluso calambres, náuseas o dolores abdominales, mareos y sensación de desmayo. Y hay algunos síntomas que nosotros llamamos cognitivos que incluyen el miedo a enloquecer, a perder el control o a morir”, describió Portela.

 

"Tuvimos un gran aumento de frecuencia y de demanda de trastorno de ansiedad, por la incertidumbre del virus", Judit Portela. 

La psiquiatra indicó que este trastorno de ansiedad se da fundamentalmente en la juventud, “especialmente cuando la persona está más expuesta a situaciones de responsabilidad, por ejemplo, después de recibirse o de tener un hijo, un ascenso laboral o una mudanza, y también habría una vulnerabilidad genética del sistema de alarma de esa persona que la predispone a esta patología, donde el desencadenante puede ser una situación de salud propia o ajena, la muerte de un ser querido o a veces un síntoma físico que puede disparar este cambio que la persona detecta rápidamente y lo vive como una situación de alarma”.

 

Para entender un poco cómo funciona el cerebro, Portela detalló que la ansiedad es un mecanismo normal que tienen los seres humanos para sobrevivir. “Tenemos un sistema de alarma en nuestro cerebro que frente a situaciones amenazantes se activa e incrementa la adrenalina, así se producen cambios físicos como el aumento de la presión, para que llegue más oxígeno al cerebro y más sangre a los miembros inferiores y superiores, predisponiéndonos a luchar o huir. Pero en el trastorno de ansiedad todo esto se desencadena sin que haya una situación amenazante real y objetiva”, expresó.

 

A su vez, el médico psiquiatra, perito del Poder Judicial de San Luis, Franco Mastronardi, lo grafica de este modo: “Es como si tuviéramos un botón rojo en nuestro cerebro que apretamos cada vez que vivimos una situación mínimamente estresante. Muchas veces ese estímulo no lo podemos referenciar como algo puntual, es por eso que el ataque de pánico a veces nos deja tan preocupados, porque no encontramos un desencadenante”.

 

“Frente al peligro la respuesta fisiológica es de adrenalina, noradrenalina y corticoides, es decir, la manera en que el cuerpo se prepara para huir o luchar; eso es un estrés agudo con el cual nos preparábamos para escapar, entonces al liberar esos químicos corremos más rápido y, por ejemplo, si nos golpeamos no nos duele”, afirmó.

 

En la vida moderna ya no huimos de animales peligrosos, sino que los desencadenantes son problemas de la vida que llevan a situaciones de estrés. “Nos mantenemos en el mismo lugar, es como que nos sobreadaptamos. Es el mismo proceso que lleva a los humanos a vivir desde el Polo Norte hasta el Ecuador, es una herramienta muy funcional, pero en un punto termina siendo perjudicial. Es por eso que muchas veces mantenemos trabajos o situaciones de estrés por mucho tiempo y no tenemos la capacidad de salir de ese lugar”, aseguró Mastronardi.

 

Ambos especialistas coincidieron en que la pandemia fue un factor importante en la aparición de episodios de ansiedad y, particularmente, de ataques de pánico. “En estos casi dos años de pandemia las situaciones de estrés se agravaron por el encierro, la falta de contacto social que muchas veces ayuda a descontracturarse y a liberar el estrés, y otro factor importante fue la crisis económica”, advirtió Mastronardi y Portela lo confirmó: “Tuvimos un gran aumento de frecuencia y de demanda de trastorno de ansiedad, por toda la incertidumbre a la que nos sometió el virus, también hubo pacientes que estaban recuperados y tuvieron una recaída”.

 

¿Es o no es?

 

Mastronardi manifestó que todas las personas son propensas a tener un ataque de pánico, lo que varía es cómo cada una puede manejar esa situación de estrés.

 

Entre los factores que pueden terminar desencadenándolo, enumeró alteraciones del sueño e irritabilidad.

 

Tanto él como Portela coincidieron en que si estas crisis de pánico se repiten con frecuencia, dejan a la persona con un miedo intenso y eso afecta su calidad de vida, al punto de dejar de hacer cosas por temor a volver a padecerla, ahí se configura el trastorno de pánico. Sin embargo, puede suceder que solo ocurra una vez y eso no se convierta en un problema.

 

Portela agregó que muchas veces el ataque de pánico viene acompañado de agorafobia, que es la dificultad de salir o de alejarse, entonces la persona no puede tomar un colectivo, salir sola de su casa o entrar a un banco o supermercado, sobre todo si fue en algunas de esas situaciones en las que sufrió la crisis.

 

Un trastorno sin estadísticas

 

Si bien Portela manifestó que no hay estudios estadísticos en San Luis sobre este trastorno, afirmó que hubo un crecimiento en la demanda de pacientes nuevos en el Hospital de Salud Mental. “Cuando hablamos con Nación dicen que es la patología más prevalente y cuando vemos la admisión observamos que predomina por pedido de atención”, dijo.

 

“Estoy segura de que hay un subregistro de gente que lo padece, pero que no va a la asistencia psiquiátrica; directamente acuden a los centros de salud o a las clínicas y hay como una tendencia a medicar, porque el paciente está muy angustiado, entonces solo basan su tratamiento en el psicofármaco. Hay gente que lleva muchos años medicada y que le van renovando la receta del ansiolítico, pero eso va afectando la autoestima del paciente y va provocando una adicción psicológica al psicofármaco, y nunca puede llegar a un nivel óptimo de vida porque no está tratado su trastorno de ansiedad”, reveló la médica.     

 

Automedicación

 

Portela advirtió que la toma de medicamento sin el tratamiento indicado perpetúa el cuadro “porque cuando uno no trabaja los aspectos de su personalidad, las historias personales que pudieron influir para tener este miedo de enfrentar la realidad, no se puede abordar el trastorno”.

 

“El tratamiento para nosotros tiene cuatro patas: la medicación, que es útil en el primer tiempo y después se tiene que ir retirando gradualmente, la psicoterapia individual, para saber cuáles son los aspectos de la personalidad o su historia personal. Luego la psicoterapia grupal, donde enseñamos técnicas de respiración, relajación y de reestructuración cognitiva, o sea modificar los pensamientos negativos que nos llevan al ataque de pánico, y la participación activa del paciente, que sea protagonista del tratamiento, que se conozca y conozca cuáles son los desencadenantes y a qué recurso echar mano cuando va a tener una crisis”, detalló.

 

Asimismo, Mastronardi manifestó que para prevenir esta patología lo mejor es tener una buena alimentación y un sueño reparador.

 

“Aunque eso no garantiza no tenerlos, es más difícil, si no tengo esa deficiencia, sufrir estrés. Después encontrar espacios de nuestra vida que podamos disfrutar, desde el trabajo hasta las relaciones, evitar vínculos disfuncionales con las personas, intentar hacer lo que uno siente, muchas veces reprimir las emociones va en contra de todo esto. Y cuando hay emociones que uno no puede manejar, lo mejor es consultar a un psiquiatra o a un psicólogo”, sostuvo.

 

“En San Luis todavía hay mucha gente que cree que ir al psiquiatra es de locos, nada más lejos de la verdad. Hay que desmitificar esto, porque es un médico que te va a dar remedios si es necesario”, concluyó.

 

Redacción/MGE

 

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