SAN LUIS - Jueves 09 de Mayo de 2024

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Sobrevivientes de Zanjitas hablan por primera vez, a diez años de la tragedia

Lucía Becerra, Florencia Carreras y María Gómez Kusa iban en el colectivo que fue arrollado por un tren. Cuestionan al chofer, al sacerdote y a las autoridades del Colegio Santa María.

Por Romina Oddone
| 02 de noviembre de 2021
María Gómez Kusa y Florencia Carreras tomaron el accidente y lo transformaron en algo positivo. Ambas sostienen que su misión ahora es ayudar a la gente a superar traumas. Foto: Héctor Portela.

Daira se quedó unos minutos inmóvil. Miraba fijamente un enjambre de abejas volando, sus compañeras le gritaban que entrara a la escuela “José Facundo López”, ubicada en el paraje Santa Rosa, donde habían parado para comer algo y jugar con los estudiantes de ese lugar. Mientras subían al colectivo Mercedes Benz de la empresa Polo, que las llevaría a Cazador, unos kilómetros más al suroeste, Florencia, Melanie, Fátima e Iara vieron que su chofer, Julio César Jofré, estaba durmiendo en los asientos de atrás. Con sorpresa, Jofré se levantó y se sentó en su puesto de trabajo. María subió y sintió miedo; algo en la postura del chofer le encendió una alarma. Lo veía cansado, como que no había tenido una buena noche. Sin embargo le restó importancia y se sumó al canto de sus compañeras. Una vez arriba, las niñas del Colegio Santa María y sus profesoras emprendieron el viaje a la siguiente parada en el camino de su misión solidaria: Cazador. Pero el colectivo nunca llegó.

 

El 2 de noviembre de 2011 quedará en la memoria de todos los puntanos como el día en que ocurrió la tragedia de Zanjitas. Cerca de ese mediodía, el colectivo, en el que viajaban 42 estudiantes de 5º grado A y B del Colegio Santa María, seis de sus maestras y la vicedirectora, se paró en el paso a nivel y quedó en el medio de las vías por donde pasa el tren de carga de la empresa América Latina Logística (ALL). Adelante del ómnibus iban en un auto un sacerdote y algunas de las maestras. Detrás iba la camioneta de uno de los padres de las chicas con juguetes, comida y ropa para los chicos de los parajes. Los insistentes toques de silbato del maquinista no sirvieron para evitar el inminente choque.

 

“Recuerdo que el chofer iba con los auriculares, y que nosotras le decíamos que venía el tren y él, nada. Y después, cuando impactamos no me acuerdo qué pasó, hasta que me desperté”, contó Florencia Carreras (20).

 

Ella, Lucía Becerra (20) y María Gómez Kusa (21) son tres de las sobrevivientes de ese accidente y compartieron por primera vez su historia con El Diario de la República.

 

“Me acuerdo lo mismo, la camioneta de mi familia iba atrás. Llevábamos los juguetes, algunas ropas y comida para la visita que íbamos a hacer, y se supone que yo iba a ir en mi camioneta, pero fui en el colectivo con mis compañeras, porque era chiquita y tenía ganas de ir con ellas; me senté en el fondo”, señaló María, y agregó: “También recuerdo que antes de subir al colectivo, noté al chofer como medio perdido, como dormido. Me subí con miedo, y creo que Melanie o alguna de las chicas le dijo al colectivero que venía el tren y él no nos escuchaba, estaba con los lentes y los auriculares. Además, el auto de adelante, en el que venían unas mamás, le hacía señas de que venía el tren”.

 

 

 

Lucía confirmó el testimonio de sus compañeras y consideró que superaban la capacidad del colectivo. “En mi asiento íbamos tres, muy apretadas. Atrás nuestro iban Flor, Iara y la seño Yesi —las dos últimas fallecieron—. También me acuerdo del enjambre de abejas que se vino así de la nada y Daira —quien también perdió la vida en Zanjitas— un tiempo antes del accidente, había hecho unos dibujos que estaban relacionados, como premonitorios. Era una nena con una colmena, el tren, la hora y las compañeras; fue una coincidencia muy grande. Iara una semana antes nos escribió unas cartitas chiquititas que decían algo como que Dios nos bendiga, que siempre iba a estar con nosotras, fue muy raro todo. Con el tiempo nos dimos cuenta de que todas habían dejado algo antes de morir”, sostuvo.

 

El tren no pudo frenar a tiempo y arrastró al colectivo 225 metros. Pero lo peor no fue el impacto, sino que a 20 metros, el Mercedes Benz chocó contra unos peñascos que estaban entre las vías; eso hizo que se levantara y volcara sobre su costado derecho y, en esa posición, fue arrastrado 205 metros más.

 

“Me desperté a la orilla de la ruta, y todavía no entiendo cómo me paré, porque cuando llegué al sanatorio —Rivadavia— me dijeron que tenía la pierna quebrada, pero no me dolía y era una quebradura horrible. Me acuerdo de que me levanté y empecé a estar consciente de la situación, pero no sabía dónde estaba. Encontré gente que se iba levantando, no sabía adónde iba, yo caminaba nomás. Entonces vi mi camioneta y ahí iba la pareja de mi mamá, él me llevó a una ambulancia que estaba cerca, pero veíamos que no se iba y yo necesitaba ir porque estaba mal; entonces me llevó en la camioneta y llegué al sanatorio Rivadavia con una compañera más. El resto fue al Policlínico”, relató María.

 

Florencia después del impacto se desmayó. Cuando se despertó vio a la monja que viajaba con ellas, quien la ayudó a salir. “Las vías estaban hirviendo, yo estaba descalza; había perdido las zapatillas, me estaba quemando los pies y creo que por eso me desperté. Caminé hasta una traffic que nos iba a llevar a una salita y esperamos a que se completara. Nos ayudó la gente del pueblo, un montón”, contó.

 

“Yo no podía salir del colectivo porque me quebré el fémur y me acuerdo que pensaba que no tenía la pierna, porque no la sentía y la tenía demasiado hinchada. Me caí por la parte de adelante y me empecé a arrastrar; ahí me ayudó la monja, y después vino un señor, el de la traffic, y me llevó a la salita. Me pusieron en una tabla y como un flotador para mantener la pierna; estaba re asustada. Llegó la ambulancia, a mí me pusieron en el piso porque no había espacio: iban tres chicas, una maestra y alguien más. En el camino nos cambiaron a una ambulancia hasta que llegamos al hospital”, reconstruyó Lucía.

 

Una decepción

 

Las tres jóvenes coincidieron en que las autoridades del colegio no tuvieron una buena actitud con ellas después del accidente. “Toda la secundaria nos echó la culpa de lo que pasó, porque después de eso ya no dejaban hacer viajes escolares y todo ese peso se nos cargó a nosotras. No nos entraba en la cabeza por qué había tanto odio”, expresó María sobre la rectora y la directora del colegio en ese entonces.

 

“No nos dejaban hablar del tema, y no se me olvida más que el día que egresamos, hicimos el acto en la Universidad Católica de Cuyo, una de nuestras compañeras dio el discurso y no la dejaron nombrar a las chicas, no nos dejaron honrar su memoria. Las chicas siempre van a formar parte de nosotras y me da pena porque ellas tendrían que estar acá, haciendo sus carreras y eso nadie lo entiende, solo nosotras en nuestro corazón. La rectora nunca lo va a entender porque no lo vivió, por eso le tenemos un desprecio y un enojo muy grande, y no sé si lo vamos a superar, que no nos dejaran recordarlas como se debe”, afirmó María.

 

Ninguna de ellas tenía ganas de volver al colegio después de la tragedia y muchas veces fantasearon con irse a otra institución para terminar sus estudios. Pero se dieron cuenta de que finalizar todas juntas es lo que sus seis compañeras hubiesen querido para todo el curso.

 

“Las autoridades del colegio no se quisieron hacer cargo. Me acuerdo que cuando estábamos en 5º año nos llegó una notificación que decía que otro curso iba a terminar la misión de los 8 ángeles (6 alumnas y 2 docentes); esa misión era nuestra y pedimos por respeto que no se siga con eso, porque lo teníamos que hacer nosotras. Y me acuerdo que ese día, la rectora nos dijo algo que para mí fue horrible: que no teníamos que quejarnos, que debíamos agradecer que estábamos acá, que la misión es ayudar personas; era nuestra misión, con nuestras compañeras y por respeto yo diría que no se siga. Nos trató mal. No hubo empatía, ni respeto por parte de ella”, remarcó María.

 

El octavo mandamiento

 

“Creo que hubo varios culpables y también fue cosa del destino. Pero no contar con seguro, que fuera más gente de la que el colectivo podía llevar, que el chofer estuviera distraído y su condena fue una gracia… son ocho vidas que no vuelven. Después el cura que dio falso testimonio, que dijo que no había escuchado ni visto nada. Él vio, estaba haciendo señas, cómo puede decir: ‘Yo no vi nada’, si nuestros propios ojos lo veían. Después estaba dando misa en la Catedral. Era ilógico, yo dejé de ir”, expresó Florencia.

 

Consideró que el cura mintió en el juicio “por defender a la escuela. Pasa que si decía la verdad ponía en riesgo al colegio. Lo hizo para que no se hable mal de la institución”.

 

Para las tres chicas, todos estos desprecios de la gente que consideraban de confianza fueron minando su relación con la Iglesia y con Dios. “No creo que esto haya sido un plan de Dios o divino —como en algún momento les dijeron las autoridades del colegio—, porque esto no pasa siempre. Actualmente mi relación con Dios es rara, me alejé mucho de la Iglesia y de rezar. Para creer en algo, creo en ellas, porque al fin y al cabo siguen siendo ángeles y las tengo siempre que puedo, si necesito ayuda pienso en ellas”, manifestó María.

 

Desde otra perspectiva

 

“Este es un día que siempre vamos a tener presente; no se supera y cada año duele un poco menos, pero lo tomo como algo que me hace más fuerte, y justo ahora que es el aniversario puedo recalcar que lo que nos pasó, por suerte para nosotras tres, lo tomamos de manera positiva, con la cabeza puesta en ayudar a la gente, porque sabemos lo que se siente perder a alguien que querés mucho, estar débil y no saber qué hacer”, dijo María. Lucía continuó: “Ellas siempre van a estar presentes y creo que este día es cuando más unidas estamos; aunque no nos hablemos, eso nos une. Es lindo en ese sentido, pero el dolor siempre va a estar”.

 

 

Vocación de servicio

 

No es casual y lo hicieron saber, que las tres hayan elegido estudiar carreras que tienen como fin ayudar a las personas. María cursa la carrera de Licenciatura en Psicología. “Lo tomé de manera positiva y fue una de las razones por las que elegí esta profesión, para poder ayudar a las personas con sus traumas y que entiendan que la vida a veces no es tan larga como parece, o que pasan cosas que nunca nos esperamos”, reflexionó.

 

“Yo también siento que lo mío es ayudar, por eso elegí Licenciatura en Enfermería”, expresó con entusiasmo Florencia. Y Lucía, que estudia Kinesiología, agregó: “Me pasó lo mismo, sobre todo porque estuve mucho tiempo haciendo Fisioterapia y en el hospital conocí a personas maravillosas que todavía sigo viendo. Tengo como ejemplo a seguir a mi kinesióloga, que me abrió los ojos y me ayudó a mejorar como persona”.

 

“Está bueno que se hable de esto, para que la gente sepa. Creo que es la primera vez que hablamos nosotras y no nuestros papás. Es como que ya lo tenemos más claro y se siente bien hablarlo. Se siente bien”, repitió Lucía.

 

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