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"Cuando decimos feminismo es en el país, la casa y la cama"

Trabajadora social y docente jubilada, sigue activa desde el colectivo Ningunas Santas, en la militancia por los derechos de las mujeres y disidencias. El aborto, la impronta que dejaron en ella los '60 y '70 y el asombro que le genera "la revolución de las pibas".

Por redacción
| 06 de febrero de 2021
Visibilizar. "Estoy en la búsqueda de puntanas que hicieron historia que pueda leerse desde la teoría de género", dice. Foto: Nicolás Varvara.

A simple vista, a quien no la conoce, nada en particular le revela cuánto ha vivido Marta Fourcade. O sí: a sus 76 años tiene la belleza que trae la experiencia y el conocimiento que brota apenas empieza a hablar y la elegancia de la palabra amable, cálida, coherente. Madre de Gabriela, Ignacio y Diego, pareja de Teobaldo “Pocho” Bragañolo y abuela de Martina, de 19 años, a quien mira, según cuenta, porque no tiene respuestas para el asombro que le genera “la revolución de las pibas”, de la que la joven es parte. Marta, además, ha forjado un recorrido vital profundamente marcado por el trabajo social, la docencia en la UNSL y el feminismo. Sobre ello, sobre el camino recorrido en el que se entrecruza la historia personal y social, Marta dialogó con Tinta Violeta.

 

 

—¿Cómo define al feminismo?

 

—Hay muchas definiciones. Si te remitís al siglo XIX, me gusta verlo como un movimiento social ondulante, con momentos de gran florescencia y de decaimiento. Pero también es una cultura. Más allá de ser una fuerza transformadora, el feminismo ha venido consecuentemente trabajando, no en forma lineal ni progresiva. Tiene muchos atajos, avances y rupturas. En el siglo XIX se hablaba de si los aborígenes tenían alma o no, del esclavismo, de la necesidad de incorporarnos al mundo político y hoy hablamos de aborto, de la separación de Iglesia y Estado. Son muchas consignas que se van modificando en el tiempo y van teniendo distintas concepciones, y en distintos lugares. Ese es un fenómeno importante, la universalización del feminismo. Ya es una corriente teórica, la academia ha trabajado mucho para dar explicación a este fenómeno, que no empieza siendo una cuestión académica. Las feministas nos dimos cuenta que solo con la participación y la militancia difícilmente podemos dar explicación a este fenómeno y darle sustento teórico.

 

 

 

 

—¿Qué experiencias marcaron su afinidad con las luchas que asume el feminismo?

 

—Hice la secundaria en los ‘60 (NdP: en la Escuela "Paula Domínguez de Bazán"). Fue el rock and roll, los Beatles, el hipismo, Vietnam, la píldora. Toda esta gama de acontecimientos hace que una tenga una visión distinta. No es lo mismo formarte en época de dictadura, que en cualquiera de ellas. Salí de la escuela a luchar por la educación, que debía ser libre o laica. Luego, en la universidad, hablo de la estatal, del ’73 al ‘76, era una época de turbulencia y de jóvenes con muchísimos ideales. Ahí todos esperábamos transformar el mundo y la bibliografía iba en ese sentido. Es otro hito que marca luego la forma de ser, porque el feminismo es también una forma de vivir, porque es parte de la cultura y de la historia. Si me preguntan cuándo me sentí feminista, no lo sé. Creo que así como dice Simone de Beauvoir que mujer se llega a ser, creo que feminista se llega a ser.

 

 

—¿En qué puntos convergen en su historia personal, el trabajo social y el feminismo?

 

—El trabajo social es una carrera que tiene que ver con esto de "el país, el otro". Hay toda una impronta de trabajo social original que tiene más que ver con el asistencialismo, como un apostolado. Eso cambia y pasó a ser una carrera que tiene que ver con la transformación política de los sujetos. Entonces, ¿qué nos interesa a los trabajadores sociales, o qué nos interpela? Nos interpelan fundamentalmente las desigualdades, las diferencias de clase, de etnia, religiosas. De allí, lo podés emparentar con el feminismo como un movimiento de lucha contra esto. Porque no nos quedamos en los derechos solamente. Cuando el marxismo trae la diferenciación de clases y como estas operan no solo con el sistema patriarcal, sino con el capitalismo, esto da cuenta de que hay un par de sistemas, o más, que oprimen. Hay dobles o triples opresiones: no solo ser mujer, si sos lesbiana, si sos negra, si sos originaria. Son cosas que en el trabajo social siempre fueron puestas en agenda, no hay mucha distancia (con el feminismo). Debería decir que todas las trabajadoras sociales deberían ser feministas…

 

 

—Quizás muchas lo son sin saberlo…

 

—Muchas mujeres son feministas sin saberlo. Por citar, mi abuela, mi madre. Mi abuela, en 1800 y pico, principios del 1900, maestra rural, con cinco niños, en un sulky. Mi mamá era una gremialista. Eran mujeres que no solo llevaban adelante una profesión. Mujeres que nadie pensaba que podían ser feministas. Estoy en la búsqueda de las puntanas que hicieron historia, pero historia que pueda leerse desde el feminismo, desde la teoría de género. Están absolutamente invisibilizadas. Es  importante recuperarlas. 

 

 

En las calles. En una manifestación, recordando a víctimas de femicidio.

 

 

—¿Cuándo comenzó su militancia por la legalización del aborto en San Luis?

 

—Pasé 50 años en la Universidad (Nacional de San Luis), en distintas tareas, docente, no docente, trabajadora social. Pero fue en la agrupación Ningunas Santas, Mujeres por la perspectiva de géneros, donde se hace un trabajo sistemático, allí hay una lucha más pública. Hace 46 años yo me hice un aborto, lo tengo incorporado como un derecho. Eso tiene que ver el feminismo, cómo uno trata o es coherente con lo que piensa. Cuando se debatió el aborto, daba pena ver hombres en desacuerdo, o incluso mujeres, cuando en su vida privada se habían hecho abortos en lugares reconocidos, con médicos bien protegidos, pero llegado el momento no pueden dar cuenta de ello. Esto hace al ser feminista, el poder tener una cierta coherencia con tu vida privada, tu vida pública, tu vida profesional. Seguimos en la lucha como una variable más dentro de la agenda de Ningunas Santas, pero hay que reconocer que ADEM, Lili Manini, han trabajado mucho específicamente en este tema.

 

 

Marta menciona otras experiencias importantes: el proyecto de investigación que integró junto a la docente “Mechi” Loizo: “Un discurso liberador en contraposición con una práctica de subordinación”, en los ‘90. En ese marco, hicieron una mesa redonda sobre el aborto. Hizo otra actividad similar cuando era parte del equipo multidisciplinario que encaró la tarea de la Educación sexual en la Escuela Normal Mixta “Juan Pascual Pringles”, un proyecto que se sostuvo “desde 1990 hasta 2014, anterior a la Ley de Educación Sexual”. Y entre 1992 y 1993 se formó en Buenos Aires como especialista en sexualidad humana. 

 

 

 

—Si tuviera que definir en pocas palabras el presente del movimiento feminista en San Luis, ¿qué término usaría?

 

—Tenés que pensar que en 2010, cuando trajimos a Susana Trimarco, la mamá de Marita Verón, para que hablara de trata, creo que estaba Mujeres en Búsqueda, un grupo feministas de la universidad que luego se disolvió, lamentablemente, y nada más. Hoy hacés una proclama, alguna presentación, y empiezan todas las organizaciones a firmar, son una cantidad…

 

 

—Es una ebullición…

 

—Es una ebullición. Cuando iba a la secundaria tuve la oportunidad de leer todos los libros de Simone de Beauvoir. Había una biblioteca muy nutrida en San Luis, que desapareció, de los empleados del Banco de la Provincia, en calle Chacabuco. Era una biblioteca fantástica, por dos pesos sacábamos los libros. Este amasar el feminismo ha llevado lecturas, militancias, prácticas, impugnaciones, que es personal. Primero empezás por vos, y hay que seguir estudiando siempre. Por eso me llaman la atención las pibas que a los 14, 15 años están a favor del aborto, en qué momento pudieron nutrir esta experiencia. No tengo respuesta. Creo que es diferente, hay que mirarla (a la juventud), estudiarla; hay que entrevistarlas, saber qué piensan. No podemos desconocer los medios. Se dice "los chicos no saben nada". En los talleres de educación sexual decían "vi tal documental", "vi tal noticia donde dice que están haciendo tal experiencia".

 

 

—¿Cuál es el rol de las juventudes y las disidencias en este presente?

 

—Voy a decir algo desde la pura intuición. Tengo una definición política-partidaria, me defino nacional y popular. Creo que en la época de Cristina, de Kirchner, se estimuló mucho la militancia de los jóvenes. En la década del ‘70 teníamos la juventud peronista, la juventud radical, los debates al interior de la universidad eran preciosos, porque eran chicos y chicas muy bien formados. En los jóvenes de hoy la cuestión es diferente. ¿Cuáles es el rol que cumplen estas pibas? Fantástico, se siente un gran descanso desde la vejez. Pero digo, en el interior, ¿cómo es la relación con los pibes, hacen valer sus derechos? Cuando decimos feminismo, decimos en el país, en la casa y en la cama. La libertad está ahí, la decisión de la mujer tiene que estar en todos los ámbitos. Veo relaciones muy patriarcales. Digo bueno, ojalá que no sea solo el cascarón de ir a militar, que bien válido es y es una opción política, pero la importancia que esto vaya a su vida privada, que no es fácil. De todas maneras, las experiencias son intransferibles, ellas tienen que hacer las suyas, pero siempre la teoría, la lectura aporta elementos para despertarte, para abrir grandes los ojos, darte cuenta.

 

 

Redacción – NTV

 

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