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Cannabis medicinal: las mujeres son pioneras en el autocultivo

Luego de conocer sus beneficios como terapia alternativa, ahora se proponen que más gente pueda sumarse. Con una planta en su casa mejoran la calidad de vida de sus familiares y de ellas mismas.

Por Matías García Elorrio
| 14 de marzo de 2021
Al menos una vez por mes deben juntarse para producir aceite. Fotos: Juan Andrés Galli

Desde que se sancionó la ley nacional que regula el uso medicinal del cannabis, muchas mujeres dieron a conocer sus experiencias como madres cultivadoras que buscaban ayudar a sus hijos, hijas o familiares que padecían alguna de las enfermedades que con esta planta podían sobrellevar. Esta nueva tendencia se dio particularmente en Villa Mercedes, donde nació la Asociación Libre Acción Puntana (Alapu), pionera en militar el uso terapéutico y medicinal del cannabis en San Luis.

 

Tres de esas mujeres cuentan en esta nota su historia personal con el autocultivo y piden que cuanto antes las autoridades pongan en marcha las regulaciones necesarias para que la Ley 27.350 tenga plena vigencia y dejen de estar en esa nebulosa donde se mezclan las sanciones penales, el accionar policial, los derechos individuales que consagra la Constitución Nacional y las terapias alternativas.

 

Madre valiente

 

Marianela Chiarella (38 años) es la madre de Costanza (6 años), quien padece leucemia desde 2017. Además de las indicaciones y tratamientos que le dio el oncólogo, Marianela recibió una gran cantidad de información sobre terapias alternativas y una de ellas fue el consumo de aceite de cannabis. “Lo que sabía en ese momento, por otros casos de niños que habían tenido distintos tipos de cáncer, era que actuaba como paliativo en los efectos secundarios y negativos de la quimioterapia. Y si bien en nuestro país se aprobó la ley para uso del aceite, la posibilidad de conseguirlo era muy complicada”, relató Marianela.

 

Al año siguiente se contactó con los integrantes de Alapu porque los escuchó en una entrevista que les hicieron en una radio. “Así logramos acceder al aceite y Coty pudo empezar su tratamiento. Para mí es muy importante remarcar que la mayoría empezamos a usarlo de la mano de cultivadores solidarios, que en realidad hacen uso lúdico de su planta, que además siempre fueron perseguidos y encarcelados. Pero gracias a ellos lo obtuvimos y después aprendimos a cultivar nosotras para producirlo en casa”. Marianela dijo que “apenas empezó a consumirlo los efectos positivos en Coty fueron automáticos porque actuó como un regulador del organismo. Los cambios y beneficios que tuvo su cuerpo fueron increíbles. Hoy la ves y no podés creer que tuvo leucemia: está totalmente sana, no le han quedado secuelas y se recuperó mucho más rápido que cualquier otro niñe con cáncer”. Agregó que la niña hizo terapia oral de quimioterapia hasta julio de 2019 y desde aquel día hasta hoy solo consume gotitas de aceite de cannabis.

 

 

Gloria González, Norma Perinelli, Marianela Chiarella, Estela Domínguez, María Jofré y Valeria Sánchez.

 

 

 

Ella cultivó su primera planta luego de que le compartieran unas semillas para poder asegurar que su hija continuara con la terapia. “Desde 2018 que vengo cultivando con todo el temor que esto implica. Pero nos sobreponemos a eso porque ya vimos cómo mi hija estuvo en la delgada línea entre la vida y la muerte. Ahora que sobrevivió, gracias al cannabis, no vamos a volver a esa situación. Ya no me importa porque quiero que viva bien y tenga buena calidad de vida. En definitiva el cannabis nos salvó a la familia entera porque nos devolvió la esperanza y la tranquilidad que nada ni nadie nos había dado”.

 

La mamá señaló que ella no está en contra de los tratamientos con drogas convencionales, pero sí dijo que “todos debemos tener la opción de decidir de qué manera cuidamos nuestra salud. Porque todavía hoy muchos profesionales te dicen que después de determinada droga 'no hay más nada que hacer'. Y yo digo que siempre hay otra oportunidad, por lo menos para mitigar o calmar el dolor. Y en el caso de Coty fue impresionante la calidad de vida que le devolvió la planta”.

 

Otro detalle que destacó fue que “el autocultivo te asegura calidad y continuidad en el tratamiento. Porque aceite podés conseguir, pero no conocés su procedencia, ni cómo fue el cuidado de la planta. En cambio, cuando lo hacés en tu casa, el cultivo es totalmente orgánico”.

 

Marianela y sus compañeras están armando el grupo “Mujeres y Disidencias en el mundo cannábico”.

 

Especialista

 

Otra mujer que llegó al autocultivo para paliar los efectos de la enfermedad de fibromialgia fue Valeria Sánchez (45 años), quien además es madre de tres hijos. Contó que cuando fue diagnosticada se quedó sin trabajo y llegó a estar postrada en una cama. Y que al poco tiempo de comenzar el tratamiento, los médicos le indicaron que debían aumentarle la medicación. Eso fue muy difícil para ella porque entre otros efectos le alteró su proceso cognitivo. Cuando pudo mejorar su situación y recuperó la movilidad, decidió empezar de nuevo y se inscribió en la universidad para estudiar Acompañante Terapéutico, donde se informó que el cannabis podía ser un paliativo para los dolores insoportables que sufría. Luego de contactarse con Alapu se puso a trabajar con ellos y llegó a ser parte de la organización de las dos jornadas sobre cannabis que se realizaron en la provincia, en diciembre de 2016 y en mayo de 2017.

 

En la primera el doctor Marcelo Morante me contó que para mi problema había una cepa equilibrada con la misma proporción de principios activos de la planta que son THC y CBD; que me podía ayudar —recordó—. Y pude conseguirla a través de cultivadores expertos. Primero me dieron el aceite sin saber de qué cepa era y no me hizo ningún efecto. Pero cuando conseguí las flores que me recetó Morante fue un gran descubrimiento porque literalmente me cambió la vida. Recuperé de nuevo la autonomía de mi cuerpo y pude transitar mis estudios; ahora tengo el objetivo de ejercer la profesión y recuperar mi independencia económica”.

 

Valeria aclaró que en su caso fumar cannabis “no hizo que la fibromialgia desaparezca, sino que es un paliativo fantástico para controlar el dolor físico”. Y explicó que “la mejor manera de consumirlo sería con un vaporizador digital, pero su valor de mercado es muy alto y por ahora lo hago a través de una pipa”. Además, ahora “soy una gran estudiosa del cannabis, una militante de la Asociación Pensamiento Penal en Política de Drogas desde hace cinco años; con lo cual estoy en condiciones de brindar capacitación. Y también soy parte de la Asociación de Profesionales de la Salud por el Cannabis Terapéutico”, dijo.

 

 

Luego de un proceso lento y preciso, se obtiene la medicación.

 

 

 

Para ella, surtirse de las flores indicadas es “todo un problema” porque una situación recurrente de la cual son víctimas estas mujeres es que invariablemente en algún momento alguien les roba la planta sembrada en su patio. “Esto provoca que lo poco que se haya cosechado nadie lo quiera compartir, justamente porque se queda sin la planta. Y si alguno te presta, no sabe qué cepa plantó y a mí solo me ayuda una cepa en específico. La verdad es que para nosotras estar en esta situación legal indefinida es muy estresante y el día que me robaron por primera vez, para mí fue un trauma severo”.

 

Una activista

 

Vanesa Cuello tiene 50 años, llegó a vivir a Villa Mercedes desde la Ciudad de Buenos Aires hace un tiempo y se define como activista por el cannabis desde hace cinco años en la ONG Alapu. Explicó que “es un golpe durísimo cuando te enterás que alguien se mete en tu casa y te lleva la planta. Y esto nos pasa cuando cada una de nosotras dice públicamente que cultiva cannabis. Es una situación horrible porque no podés acudir a la Policía a hacer la denuncia porque todavía no está disponible el Registro del Programa de Cannabis que establece la ley, donde todas queremos estar anotadas para poder defendernos legalmente. No puede ser que ante la ley se nos siga tratando como narcotraficantes a quienes hacemos autocultivo, cuando lo que estás procurando es la medicina para vos o alguien de tu familia”.

 

Vanesa insistió en que “hay que lograr que existan más asociaciones, fundaciones y organizaciones no gubernamentales porque ya se produjo un giro en la mirada social de la planta de cannabis. Pensemos que fue prohibida en el año 1945 y recién en 1960 el químico israelí Raphael Mechoulam logró aislar el THC y descubrió las propiedades que tenía la planta; mientras que el sistema endocannabinoide lo demostró en 1992. Es decir que fue una planta prohibida sin fundamentos científicos”.

 

 

El mayor problema al que se exponen estas mujeres es al robo de la única planta que tienen en casa.

 

Contó que ella comenzó a utilizarlo de manera lúdica en su juventud, pero en los últimos años se puso a estudiar sus propiedades terapéuticas y medicinales, cuando su padre contrajo Alzheimer. Ahí se enteró que el cannabis podía paliar los efectos alucinógenos que provoca esa enfermedad. “El problema fue que recibí toda esa información muy tarde, entonces entendí que a lo mejor mi tarea era difundir toda esta información para que más gente la conozca y después decida”.

 

Vanesa se quejó porque, según dijo, “el gran problema es el prejuicio que existe todavía sobre el cannabis porque quienes lo discuten nunca lo probaron. Para mí, como activista, lo importante es romper el cerco de prejuicios”. Y para eso recomendó leer el libro “Marihuana”, de Fernando Soriano, para entender por qué fue prohibida.

 

Ella usa el cannabis en formato tintura. “Porque entre otras cosas sirve para regular nuestro aparato reproductivo, tanto de varones como de mujeres. Y a mí en particular me ayuda a sobrellevar los efectos de la menopausia”, explicó.

 

Hay otro problema al que se enfrentan: “No tenemos profesionales médicos formados porque en la carrera de Medicina no se estudia el sistema endocannabinoide; por eso no contamos con médicos y médicas que puedan recetar el uso de cannabis. Y así, una vez más, el prejuicio le gana a la información”, lamentó.

 

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