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Mirta, la abuela que mantiene toda su pasión por la samba

Tiene 70 años e integra la escuela "Costasacate" junto a otras mujeres. Además, cose los trajes de todas las alumnas.

Por redacción
| 28 de marzo de 2021
Bien colorido. En una de sus presentaciones, Mirta posa con un traje confeccionado con sus propias manos. Foto: gentileza.

Mirta Laderach (70) nació en Chajarí, Entre Ríos, pero hace 19 años que vive en la Villa de Merlo. Llegó a la provincia detrás de los pasos de su hija Mariela Percara, quien junto a su esposo y su hijo eligió San Luis para echar raíces. Así fundó la escuela de samba "Costasacate". Hoy, además de formar parte del staff de bahianas, no tan solo baila, sino que también cose los trajes de todas las integrantes.

 

Con tan solo 14 años Mirta conoció a su esposo Héctor (78). En ese entonces su familia tenía un restaurante y él fue a comer allí. Los dos cruzaron miradas y el amor surgió a primera vista. Tres años después se casaron y para ese entonces ya vivían en la ciudad de La Plata (Buenos Aires). Juntos tuvieron tres hijos, Daniel (52), Mariela (51) y Cecilia (43). Además, fueron tutores de otros tres chicos: Emanuel, quien estuvo desde los 3 años y hasta los 6; Camila, de los 6 a los 11, y Gladys, quien se conoció con Mariela en el colegio secundario desde los 15 hasta los 19.

 

A las mujeres de la familia siempre les gustó la samba, pero nunca imaginaron que esa pasión formaba parte esencial de su tradición, dado que hace cuatro años atrás se enteró que su papá de crianza, Don Tito, quien le dio su apellido, no era el padre biológico y que era ciudadano brasilero. "Ahí mis hijas encontraron todas las respuestas del porqué tanto amor por esa cultura", comentó emocionada la puntana por elección, quien manifestó que su vida en las comparsas apareció en 2010, cuando se realizó en Potrero de los Funes el Carnaval Río.

 

"Algunos profesores daban clases en Merlo; con ellos comencé a bailar", dijo con la voz entrecortada Mirta, y precisó que en ese entonces atravesaban como familia un momento muy difícil, debido a que su esposo le habían diagnosticado cáncer de vejiga. "Fueron dos años muy duros, pero la danza fue mi cable a tierra y me ayudó a salir adelante. Disfruto hacerlo", contó. Tiempo después, Mariela creó "Costasacate", una escuela de samba en la que ella integra un grupo de bahianas junto a otras mujeres de su misma edad. La más grande se llama Primi, quien este mes cumplió 96 años.

 

La aguja y el hilo fueron sus aliados durante todos estos años. Tal es así que ella es la responsable de la confección de los trajes coloridos de todas las alumnas. Una vez por semana se juntan para ensayar las coreografías y llenarse de buena energía. "Todas las que estamos en el grupo tenemos más de 60 años. Hemos aprendido a maquillarnos y a hacer nuestros collares, aros y pulseras para salir a la pista como unas auténticas bahianas", destacó la mujer, quien acentuó que bailar le da mucha felicidad.

 

"Yo bailo para mí. No me interesa si lo hago bien o no, pero también me gusta ver cómo la gente disfruta de nuestras presentaciones. Muchas mujeres nos dicen que quisieran vencer la vergüenza y danzar junto a nosotras, yo les digo que se animen y que la vida es una sola como para no hacer lo que a uno le gusta", manifestó.

 

La vida no fue fácil para Mirta, pero nunca bajó los brazos y siempre siguió hacia adelante. En 1993 le diagnosticaron un cáncer de mama y le realizaron una doble mastectomía. Lejos de quedarse quieta y aislarse, con una amiga formaron un grupo de autoayuda en La Plata que se llamó "Alas de vida".

 

"Ya instalada en Merlo, me di cuenta de que no había especialistas que trataran estos temas. Fue así que abrí la fundación el 3 de noviembre de 2002. Dos años después trajimos al oncólogo Gustavo Domínguez de Mercedes, quien en 2017 falleció. Luego se sumó una psicóloga de La Plata, Silvia Andrés. Ella nos acompañó por 18 años", recordó.

 

Sobre qué significa la Villa turística de Merlo en su vida, la puntana expresó que descubrió que acá puede disfrutar de la vida. "Cuando hice la comparación con mi antiguo lugar de residencia me di cuenta de que en las grandes ciudades uno vive con miedo y a las corridas. Acá disfrutamos de compartir momentos juntos y estamos felices", concluyó.

 

 

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