Dicen que la distancia es el olvido, pero esta conjetura es imposible de aplicar en Mariela Sánchez. La venezolana de 38 años dejó su país en el 2014 para migrar a Brasil. El corazón aún le late muy fuerte cuando piensa en su tierra.
Hoy vive en San Luis con su compañero Sebastián y Valeria, la hija de ambos, que tiene 2 años y medio. “Parece una adolescente de 15”, asegura. De fondo se escucha la voz nítida de la pequeña pedir la hoja de un cuaderno, mientras viene y va sin escalas por la casa.
Nada salió como lo imaginaba. Mariela dejó Venezuela luego de terminar una relación amorosa, en busca de nuevos aires y un poco de descanso. Luego pensaba seguir ejerciendo la neuropsicología en Brasil, como lo hacía en su país con pacientes que tenían Alzheimer y en un consultorio. Pero el destino la esperaba con lo que recuerda como “una gran lección de humildad”. Después de estar un tiempo en Maceió, viajó a Recife. “Llegué a Brasil con mi título en la cabeza, pero no logré que me lo validen y terminé trabajando de mesera. Jamás lo había hecho”. En Recife unos argentinos que tenían un bar y un hostel le ofrecieron hospedaje y trabajo. “Tuve suerte. Llegué con unos pocos reales y ellos (los dueños del lugar) se convirtieron en mi familia urbana, al ser todos extranjeros. Un año después, allí conocí a Sebastián, mi actual pareja. También trabajaba de mesero. Al tiempo me cansé y empecé a dar clases de español. El dinero alcanzaba solo para el día a día. Recuerdo que caminaba mucho porque no podía pagar el colectivo, racionaba la comida. Todo me sirvió para bajarme de la nube, tocar el piso, aprender a ser humilde. Saber que todo trabajo es respetable”, reflexiona.
En marzo de 2018, cuando Mariela ya estaba embarazada de Valeria, la pareja decidió venir a vivir a San Luis. Acá está la familia de Sebastián. “Existió la opción de ir a Venezuela, pero la situación era muy diferente por la inseguridad, escasez de todo y el clima social”, contó.
La segunda migración de la venezolana le trajo nuevas enseñanzas, pero el mismo desarraigo. “El desarraigo con hijos es otro cantar. Jamás me imaginé ser madre lejos de casa, aunque acá lo tenga a Sebastián y a su familia. En Argentina me tocó inventarme como mamá, cambiar completamente el chip, poner en pausa todos mis proyectos”, asegura.
¿Qué vuelve a Mariela Sánchez una mujer empoderada? Su transformación, el camino recorrido, los obstáculos vencidos lejos de casa.
“Maru” desanda los días en San Luis entre la maternidad, un almacén de productos naturales y un proyecto a corto plazo que la desvela. “Voy a abrir un atelier para dictar clases y dar arteterapia”, anticipa con entusiasmo. De alguna forma volverá a su “primer amor” la psicología, pero con otros matices. En pocos años dio un giro de 180 grados: la vida la espera con nuevos colores.


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