19°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

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"En medicina, la palabra que digas puede ayudar, pero también matar"

El cardiólogo se toma muy en serio los epítetos que emite en la televisión, la radio y sus redes sociales, medios que usa para dar un mensaje de prevención. Además, habló sobre su relación casi familiar con San Luis y sus visitas que combinaban trabajo y placer.

Por Astrid Moreno García
| 14 de junio de 2021

El presidente de la Fundación Cardiológica Argentina, Jorge Tartaglione, analiza, diagnostica y elige el tratamiento de las palabras que emite con la misma seriedad y cuidados que lo hace con las patologías que cura. La vida, su profesión y su rol de comunicador médico en la televisión implica acciones y decisiones que tienen el peso de “vida o muerte”.

 

Tartaglione lleva la bata de médico y el estetoscopio colgado en el cuello desde que tiene memoria. De niño acompañaba a su padre a las consultas a domicilio. Iba sentado en el asiento del acompañante, entre jeringas de vidrio y recetarios. Eso lo llevó a él, a su hermano y a sus hijos a conformar una familia médica.

 

Luego, llegaron la televisión y la radio a su vida con una misión tan sanadora como los tratamientos y medicamentos: la de informar y prevenir a un gran número de personas sobre la salud. Con la misma precisión y sincronía que los latidos del corazón, el médico cardiólogo elige qué decir y cómo hacerlo para llegar a la mayor cantidad de personas.

 

La combinación de sus amores: su padre, la medicina y la sanación lo arrastró en un camarote de tren a San Luis. La provincia ocupa un lugar en su saludable corazón.

 

—¿Cómo fueron tus inicios en la medicina?
—Yo nací arriba de un auto haciendo consultas a domicilio con mi padre, quien era nutricionista y diabetólogo. Un poco lo elegí por eso, porque me gustaba lo que hacía y por el cariño que él les tenía a los pacientes. Después, a mí me encantaba el corazón, cómo se movía y latía, entendía su funcionamiento y me parecía fascinante. Pero cuando murió mi papá me tuve que meter en la nutrición para seguir atendiendo a sus pacientes.

 

—¿Y en la televisión?
—Hace 20 años que comparto mi actividad asistencial con la comunicación. Soy amigo de la juventud de Mario Pergolini, entonces un día lo fui a ver y le pregunté "¿De qué manera podemos hacer para poder llegar a la comunidad con mensajes de prevención?". Ahí empecé a trabajar con él, hicimos un programa que se llamaba "Código de tiempo"; a ese le siguió "Emergencias 24 horas", que salió durante cinco temporadas, con un rating enorme hasta el 2008. Después hice con él "Gen argentino", donde competían personajes nacionales y yo me encargué de presentar la imagen de René Favaloro. Estuve en “Telefé Noticias'', en “Rock & Pop” y “Vorterix”. Ahora estoy con Vero Lozano dos veces por semana, porque sigo atendiendo pacientes en consultorio. El objetivo de la comunicación masiva es poder expresar lo mismo que yo hago con mis pacientes pero a la gran comunidad.

 

—¿Cuánto colabora la difusión de temas médicos en la televisión al bienestar de la población?
—Creo que es fundamental y todo lo que sea comunicación es muy importante; la información es la mejor prevención. Estar informado va a dar las herramientas y no se puede llegar boca a boca. Yo estoy en la televisión y quizás te ven 3 millones de personas. Entro en una casa de Caleta Olivia, de La Pampa o del norte y quienes viven allí me escucharon hablar del hipotiroidismo. Eso es impagable. La verdad es que no tiene comparación.

 

—¿Qué tan importante es la prevención en la salud?
—Es lo más importante. Las enfermedades más importantes que hay en la Argentina son prevenibles. Hay arquitectos que hacen casas y otros que hacen ciudades; hay médicos que hacen consultorio y hay médicos que hacen consultorio y, además, hablan a la gran comunidad. Un amigo me dijo: “Sos un urbanista de la salud” y creo que de eso se trata un poco. Los mismos consejos que les doy a mis pacientes en los consultorios se los doy a la comunidad. Esa es mi función y lo que hago siempre, cuando las cosas van cambiando mi visión se ajusta.

 

—¿Por eso empezaste con las redes sociales?
—Sí. Nosotros somos una familia de médicos, mis hijos, mi hermano y mi padre. Mis hijos trabajan conmigo, Joaquín es médico de familia y nutricionista, y Fiorela es cardióloga. Ellos empezaron con las redes y después yo. Ahora generamos contenidos, tenemos una pequeña empresa familiar donde hacemos material médico para las redes.

 

—¿La gente toma tu Instagram como un consultorio virtual?
—Es una locura la cantidad de consultas que tengo. Yo sugiero, pero no respondo las puntualidades. Éticamente no sería correcto dar un consejo a una persona que no conozco, que no la atendí nunca ni le vi la cara. Yo puedo sugerir y derivarlo a su médico de cabecera. Las redes sociales son muy interesantes, son un vehículo que te permite hacer muchísimas cosas.

 

—¿Qué importancia tiene la comunicación en tu labor en la televisión?
—Todo está dicho, el tema es cómo lo decís y qué énfasis le ponés. Las personas toman muy a pecho eso y para mí, de la comunicación médica lo más importante es la responsabilidad, porque la palabra que vos digas puede ayudar, pero también puede matar. Un día estaba con Mario en la “Rock & Pop” y él me decía: "Los médicos pudieron lograr curar la caspa, pero hay algunos cánceres que no los curan". Yo le respondí que era un tema tremendo, entonces me preguntó por el de páncreas y yo le dije que era una enfermedad que no tenía sobrevida. Cuando salí de la radio había un tipo en la puerta con cáncer de páncreas llorando y preguntándome por qué había dicho eso. Ahí aprendí que lo que vos digas en un medio masivo no es importante, es importantísimo, porque podés afectar a un montón de gente. El periodismo, los medios y los médicos no usan bien las palabras, no se cuidan cuando hablan, te pueden tirar para atrás y hay que tener muchísimo cuidado.

 

—Nombrás ocasionalmente a San Luis en la televisión y siempre te referís a ella con mucho cariño ¿Cuál es tu relación con la provincia?
—Mi vínculo es increíble. Mi padre era un importante médico nutricionista y atendía a mucha gente. En el 86 mi viejo fue a San Luis a un congreso en el Hotel Internacional de Potrero de los Funes, además atendía pacientes de la provincia que venían a verlo a Buenos Aires por sobrepeso. Cuando volvió yo era residente de primer año, tenía un hijo y mi esposa estaba a punto de tener el segundo, y me dijo: “Tenés que ir a ver a cinco pacientes en San Luis”. Yo no lo podía creer. Me sacó un pasaje en tren, llegué a la estación y empecé a trabajar. A partir de ese momento iba frecuentemente, atendía los pacientes de mi viejo y cuando él falleció hice el curso superior de medicina para especializarme en obesidad, complementando con la cardiología. Ahí conocí gente espectacular en San Luis a la que le tengo mucho cariño.

 

—¿Dejaste de atender pacientes acá?
—Sí, hace mucho, antes de la pandemia. El último tiempo no veía a muchos pacientes, eran muy pocos. Iba y era más como una cuestión de ver amigos, me salía de Buenos Aires y del trabajo infernal, me tomaba un avión, llegaba tranquilo a San Luis y me iba a cenar a la casa de la primera paciente de mi papá, Susana San Martín, quien ahora es una mujer muy grande. Al otro día veía a unas pocas personas y después me volvía tranquilo. Es una cuestión muy afectiva que tengo con la provincia. Para mí era como ir a ver a mi familia.

 

—¿Nunca se te ocurrió mudarte?
—Mi vida está acá en Buenos Aires, aunque me gusta todo lo que se hizo, vi el cambio en San Luis y la verdad es que admiro el trabajo que han hecho. La he visto crecer y he visto gente llorar de alegría porque tenía su casa por primera vez en varias generaciones; son todas cosas que a mí políticamente me importan un bledo, yo digo lo que sentía en el consultorio y lo que me transmitía la gente. Me decían: "Mi madre, mi abuela y mi bisabuela no pudieron tener casa propia. Yo sí". También me relataban que no tenían agua y ahora tiene un dique en cada esquina; era todo tierra, pasto y árido, y ahora hay sombra. Yo digo esto con base en lo que veía y lo que me contaban de cómo habían mejorado la calidad de vida de las personas. Es muy afectivo lo mío ahí, nunca pensé irme a vivir allá porque mi vida está acá, tengo 30 años de hospital, mis hijos y mi consultorio. Además, me gusta la Capital.

 

—¿Cómo crees que lleva la pandemia San Luis?
—Miro los números de la provincia porque me preocupa. Me preocupó mucho la última semana de mayo, porque vi un incremento muy grande en la mortalidad y en los casos. En el mundo hay dos modalidades para encarar la pandemia: uno se llama “mitigaciones”, donde convivís con el virus, y el otro es erradicación, para que no entre. San Luis en un primer momento tomó esa última política, que era correcta. Indudablemente después cuando se abren las fronteras pasa esto y el tema de la cuarentena como se hizo en la provincia también fue muy importante. Creo que lo hicieron muy bien al comienzo, pese a los inconvenientes y la rigidez. Nueva Zelanda y Noruega hicieron lo mismo y les fue muy bien, esto de impedir que entre el virus, rastrear, testear a todo el mundo y aislar a los contactos estrechos. Ahora se ha expandido y es como se ha contaminado.

 

—¿Qué panorama hay desde los médicos con respecto a la COVID-19?
—Esto es tremendo. Es una situación terrible, agotadora y desconocida. Se muere mucha gente y es muy feo. Esta semana vi a un chico de 13 años que le habían hecho un chequeo para hacer educación física en el colegio y le habían encontrado arritmia. Había tenido COVID-19 el año pasado. Le pido otro estudio y le encontré una secuela rarísima posenfermedad. No es gratis esto, te morís o te quedás con algo. Todo eso uno lo vive con mucha angustia y lo tiene que expresar y contar. Yo tengo mis hijos que están afectados, viven el virus todo el día. Mi yerno es coordinador de la terapia de un sanatorio enorme y está todo el día entubando gente por COVID-19 y se le mueren muchos pacientes. Además, hay mucha gente que no cobra como corresponde. Realmente son héroes. Esto es una guerra, la verdad es esa.

 

 

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