Brasil, habituada a las crisis políticas

Las interminables crisis políticas atraviesan la última década de Brasil. Miles de personas protagonizaron un nuevo fin de semana de protestas contra el presidente Jair Bolsonaro, en distintas ciudades, para solicitar su juicio político y destitución.

El descontento social ocurrió luego de que el mandatario deslizara amenazas contra un juez del Tribunal Supremo durante una marcha con sus simpatizantes, después que la Corte abrió investigaciones en su contra por la difusión de noticias falsas.

Perduran aún las discusiones en las universidades del mundo y en las redacciones de los medios, respecto a la utilización de las fake news por parte de Bolsonaro, para alzarse con la Presidencia en 2019. Nunca cesaron esas discusiones en Brasil, y desde el primer instante Bolsonaro está en guerra con todos los que no piensen como él.

Las nuevas manifestaciones de protesta fueron en respuesta a la actitud de un presidente asediado por investigaciones judiciales, inflación, desempleo y una caótica gestión de la pandemia que erosionó su popularidad.

Sin nombrarlo, el jefe de Estado dijo que “una persona concreta de la región de los tres poderes” está “barbarizando” a la población y llevando a cabo “detenciones políticas”, algo que “no se puede aceptar. O ese juez se encuadra o que dimita”.

Sin embargo, días después el mandatario brasileño retrocedió en sus amenazas y aseguró que sus recientes declaraciones fueron pronunciadas “en el calor del momento”.

Las últimas protestas en Río de Janeiro, Belo Horizonte y San Pablo, entre otras ciudades, fueron convocadas por grupos sociales de derecha, como el Movimiento Brasil Livre (MBL) y Vem Pra Rua (VPR), que impulsaron en 2016 el impeachment de la entonces mandataria Dilma Rousseff.

Esos sectores ahora defienden una “tercera vía” para las presidenciales de 2022, bajo el lema “Ni Bolsonaro ni Lula”.

Sin el apoyo de grupos como el Partido de los Trabajadores, del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, o la Central Única de Trabajadores (CUT), la convocatoria estuvo lejos de ser masiva.

En Río de Janeiro pocas centenas de personas se congregaron por la mañana en la playa de Copacabana, muchos vistiendo camisetas blancas en señal de neutralidad política, mezclando banderas de Brasil y camisetas con frases como “Lula 2022” ypancartas con la consigna “Fuera Bolsonaro”.

En San Pablo, los manifestantes de blanco se reunieron por la tarde en la céntrica Avenida Paulista, donde Bolsonaro había reunido a unos 125 mil simpatizantes días antes.

“Aquí no estamos a favor de Lula ni de Bolsonaro. Estoy espantada con la cantidad de gente que salió a apoyar a un presidente que no ha hecho nada por el país, y que solo trajo conflictos”, dijo la ingeniera civil Ivete Ramalho, de 64 años.

Las principales manifestaciones contra Bolsonaro de los últimos meses, con decenas de miles de participantes, fueron convocadas por los principales grupos de izquierda. Estos actos de la derecha constituyen toda una novedad.

A casi un año de las presidenciales, Bolsonaro y Lula reúnen la mayor intención de voto en las encuestas, que muestran una ventaja para el exlíder sindical en una eventual segunda vuelta.

Brasil es una nación habituada a las crisis políticas. Pero la tolerancia social es cada vez menor.