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Florencia Canale: susurros en el oído

La escritora, conocida por sus novelas de época, revela por qué no le gusta escribir sobre el amor en la actualidad. Sin embargo, no descarta hacerlo en un futuro. Su peor temor, quedarse sin palabras.

Por Astrid Moreno García
| 18 de enero de 2022
Foto: Internet.

En su notebook del siglo XXI, con un teléfono táctil y a un click de distancia de las investigaciones históricas más va[1]riadas, Florencia Canale sueña o con una tecnología ultra moderna, una máquina del tiempo, o con una cualidad mágica que la traslade al siglo de las pasiones donde las protagonistas de sus novelas desafían las normas y el status quo. Para la escritora el 1900 esconde un misterio familiar, quizá por su parentesco con Remedios de Escalada de San Martín, y una objetividad brindada por la distancia de los años que la motiva a investigar, buscar y escribir sobre las historias trágicas y revolucionarias que la emocionan al punto de debilitarla.

 

La escritora de Buenos Aires, que empezó su carrera como modelo y cantante, reflexionó con Cooltura sobre el poder de las pasiones, los castigos a los amores prohibidos y su temor a no encontrar las palabras. De todas maneras, por el momento debería estar tranquila, ya que ella misma asegura que tiene “historias de sobra para contar”.

 

Además, habló sobre su último libro “Pecadora”, que narra la historia verídica del romance prohibido entre la feligresa Camila O'Gorman y el sacerdote Ladislao Gutiérrez. Con el apoyo de la sociedad porteña y del padre de ella, la pareja fue fusilada por el gobierno de Juan Manuel de Rosas, una historia que María Luisa Bemberg contó con éxito en el cine.

 

 

—¿Cómo fue el paso del modelaje a la escritura?

 

—En la adolescencia y durante unos años más experimenté diferentes opciones y trabajé de modelo. Sin embargo, para mí siempre fue un trabajo y lo que yo tenía ganas de hacer era otra cosa. Fue así que en 1998 empecé a escribir en la revista Noticias y de ahí en más continué hasta 2011 cuando publiqué mi primera novela. Ahí diría que me arrojé a la literatura que era algo que tenía más que ver con mi deseo total, desde muy chica fantaseaba con que quería ser escritora e incluso estudié letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

 

 

—¿Por qué la elección de novelas románticas y de época?

 

—Por lo pronto es un género que a mí me convoca y me interesa mucho incluso como lectora. Tenía ganas de arrojarme a ese género y además soy sobrina de la sexta generación de Remedios de Escalada de San Martín, su[1]pongo que eso se habrá sentido un poco más fuerte en la Editorial Planeta, que es la que publica mis libros. Mi primera novela, “Pasión y traición”, cuenta la historia de San Martín y Remedios, esto fue también un empujón más. Era un tema que se tocaba generalmente en las reuniones familiares y supuestamente yo tenía como una información particular como pariente. Esa fue una excusa para contar, ese "parentesco" fue un atajo para narrar un momento histórico y de ese personaje tan impresionante, ni más ni menos que el Padre de la Patria. Quise contar aquella historia conocida desde un lado más íntimo y un costado me[1]nos rígido, como supuestamente lo hace la historia, y entrar al mundo más privado.

 

 

—¿Cómo nacen los temas de tus libros y cuál es el proceso de investigación?

 

—Casi que es como una especie de engranaje detrás de otro, yo investigo y después hay que escribir, pero mientras hago eso no dejo de estudiar, sigo leyendo y suspendiéndome en ese momento histórico en el que estoy relatando. Casi siempre me pasa que mientras investigaba y escribía para una novela algo de lo que vendría me aparecía en ese recorrido. Con mi primera novela fue muy angustiante terminar porque yo sentía que quería seguir escribiendo, ahora ya me ejercité. No termino de hacer una novela sin saber qué voy a seguir escribiendo. Me angustia bastante quedarme en blanco. Pareciera como si yo necesitara tener toda la información en mi mente y llenarme la cabeza de palabras. Siento que si no las tengo me empiezo a preocupar.

 

 

—En “Pecadora”, Camila y Ladislao son fusilados por orden de Rosas. El padre de ella y la sociedad en general parecían apoyar el castigo…

 

—En principio, que un padre dirigiera y comandara la vida de una hija mujer era normal en aquellos tiempos. La cosa se pone más difícil por supuesto mirándolo desde los ojos del presente, pero en aquellos tiempos esto era el status quo, entonces nadie cuestiona[1]ba nada. Camila toma la decisión de escapar con un sacerdote y llevar una vida con "libertad", algo que por el celibato está prohibido hoy en día. Ella transgrede estas normas muy establecidas, entonces el padre reclama un castigo ejemplar. La sociedad también quería sangre y esto es tomado por la oposición que responsabiliza a Rosas.

 

 

—En la novela mencionás otros casos similares, ¿es una crítica al celibato en la Iglesia?

 

—Me dispuse a contar los hechos, en todo caso los integrantes de la institución llevaban una vida de una inmoralidad fenomenal. Felipe de Elortondo y Palacios, destacado del clero federal porteño en la época de Rosas, no tenía una mujer con la que vivía, sino dos y tenía hijos con ambas. Había muchos sacerdotes que mantenían dobles y triples vidas sin hacer demasiado espamento, esto era un rumor a voces, sucedía y todos miraban para otro lado, pero se sabía. Hubo disputas entre el Estado y la Iglesia, había un tira y afloje y es un tema que se sigue discutiendo hoy en día. La institución en aquel entonces, y hoy también, estaba constituida por hombres y algunos dejaban bastante que desear. Ahora el asunto religioso es algo que es indiscutido y que no pongo en tela de juicio bajo ningún concepto.

 

 

—¿Cuál era el lugar de la mujer en esa época? Tanto con "Pecadora" como "Pasión y traición", ¿buscás reivindicar ese rol femenino?

 

—Es tan ambiguo todo, eran oprimidas mirándolo desde hoy, pero incluso en aquellos tiempos algunas mujeres podían desafiar el status quo. Me interesan las vidas de hombres y mujeres que desafían las normas, que no tienen vidas normales. Como yo escribo ambientado en la primera mitad del siglo XIX en el Río de la Plata, hoy vemos que son mujeres oprimidas y muchas veces hasta reprimidas. Sin embargo, hay algunas que pu[1]dieron pelearla a su modo y que les salió bien. A otras les fue mal, como a Camila que quiso desafiar las normas y provocó  la ira de los dioses como en una tragedia griega, que eran Dios y Rosas.

 

 

—¿Tus novelas tienen un poco de la tragedia griega de la mujer como generadora del caos?

 

—Lo considero una tragedia griega porque termina en muerte, no hay final feliz acá para nosotros seres huma[1]nos pedestres que consideramos que la muerte es un final horroroso. Yo no sé si lo fue para ellos, porque seguramente siendo dos jóvenes muy religiosos tal vez pensaban que esa muerte los volvía a reunir por su propia creencia y que ese amor solo podía ser vivido al lado del Señor Todopoderoso. Por supuesto no estoy avalando que los mataran, bajo ningún concepto. En todo caso también podemos pensar que es una novela bastante religiosa y que tiene que ver sí con una tragedia y el mito fundante de que la mujer, Camila, es una Eva del siglo XIX, que le ofrece la manzana prohibida por[1]que es ella la que está muy convencida de ese amor y es quien va para adelante, en cambio, Ladislao duda más. Él está realmente cometiendo una herejía y ella lo empuja, lo cual no quiere decir que lo obliga, de ninguna manera. Tiene todos los condimentos de una tragedia griega tal vez un poco como un Romeo y Julieta a la criolla, aunque con Camila y Ladis[1]lao podemos ponernos más profundos, pienso... ¿por qué tanta ingenuidad de fugarse rumbo a la Villa de Goya y pen[1]sar que no van a ser encontrados por el aparato del Estado? Eran dos jóvenes ca[1]rentes de maldad. Son muchas preguntas las que me hago.

 

 

—¿Ahora también hay amores tabúes que son castigados por la sociedad?

 

—Por supuesto que los hay. Estamos hablando de Occidente, pero hemos visto en Medio Oriente, yo no sé si un amor entre un judío y una palestina o al revés puede ser posible. Hay problemas en pleno siglo XXI, es desesperante e inconcebible pero sí, me parece que a veces el amor sigue siendo castigado y además también me pregunto: ¿Hay a veces como muchos corsés y estructuras que impiden el torrente de la pasión? Yo creo que cuando se empiezan a cerrar las compuertas y las pasiones no se pue[1]den vivir con total libertad, pero de eso se trata la vida.

 

 

—¿Qué tipo de motor es la pasión en tus novelas y en tu vida?

 

—Lo es todo, por supuesto que es un poquito peligroso también porque la pasión que no se deja encaminar tiene la misma violencia que el agua cuando no puede seguir su cauce. Me interesan las vidas apasionadas y las personas apasionadas. El siglo XIX está dominado por la pasión y gracias a eso aquí estamos por[1]que hombres y mujeres fueron detrás de esa pasión y no hablo solamente de la amorosa, sino de este deseo irrefrenable de romper cadenas con España, vencer en una batalla, enamorar a una señora y lo que fuere. Hablo de esa urgencia de estos hombres y mujeres irrefrenables  por llevar adelante esos ideales. Es un siglo fascinante por los viajes y los descubrimientos. No es novedad que me gustaría tener la máquina del tiempo e ir a chusmear un poco por allí.

 

 

—¿Te identificás con las protagonistas de tus libros?, ¿tienen algo de vos y/o viceversa?

 

—Sí, todas. Aunque diría que esta última, “Pecadora”, fue la novela que más me atravesó, me conmovió y me hizo du[1]dar de tantas aseveraciones que yo mantenía. Me debilitó, algo que no está mal. Me parece que lo que yo hago cuando me voy al siglo XIX a buscar e investigar  es tratar de encontrar mi ADN y el ADN  argentino y de entender un poco dónde  estoy hoy.

 

 

—¿Hay algún motivo por el que no escribís sobre romances contemporáneos?

 

—Me interesa más el pasado, me parece además que uno puede observar con más perspectiva. El siglo XX y la Modernidad me tienen demasiado presente como una protagonista activa. Seguramente yo me escondo detrás del pasado y de esas mujeres y hombres, pero por ahora no me interesa demasiado. De to[1]das formas aprendí a decir nunca digas nunca porque por ahí cambio en algún momento de opinión. Por ahora tengo varias historias por contar.

 

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