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Brujas y hechiceros: que los hay, los hay

Parece surrealista, pero en pleno siglo XXI aún se habla de brujas y brujos, hechicería y adivinación. Abundan las anécdotas de quienes han visto a personas a las que las “sorprendió el amanecer”, como se referencia comúnmente en los pueblos a los momentos en que se encuentran a los señalados con estas prácticas, sin ropa y a la luz del día. No faltan las aseveraciones que atribuyen ciertas zonas como las más propicias para el estudio ocultista o con un mayor predominio de herejías.

 

En lo personal, no creo en brujas, pero que las hay, las hay. ¿Qué lleva a las personas a creer o al menos inmiscuirse en el mundo de este tipo de prácticas ancestrales? La curiosidad por lo oculto, la búsqueda de respuestas a los problemas en los que la ciencia no puede dar soluciones, las cuestiones culturales y tantas otras motivaciones, podrían ser un indicio.

 

Para comprender, la adivinación y la magia están ligadas, pero no son sinónimos. La adivinación busca conocer el futuro para controlarlo, es una forma de superstición. Trata de predecir lo que vendrá mediante signos; estos signos abundan y se remontan a tiempos remotos (hay amplios ejemplos en Grecia y Roma). La astrología (en relación a la naturaleza), la cleromancia (en relación a los dados), la oniromancia (en relación a los sueños), son algunas de las mediaciones que se jactan varios adivinos. Desde la cosmovisión de la fe, no pocas religiones, especialmente monoteístas,coinciden en que la pretensión de conocer el futuro es una ofensa grave a Dios.

 

Por su parte, la magia negra está compuesta por prácticas diabólicas. Quien ejerce estas artes oscuras se llama brujo. Lo que buscan es perjudicar a otros con maleficios o beneficiarlos con hechizos, de una u otra forma interceden espectros del mal. Trabajan con animales, vegetales, fotos, esencias, alfileres, velas y afirman aplicarlo en el plano del agua, el éter, la tierra y el aire. La superstición y la credulidad lleva a muchos a recurrir a estas metodologías, sin advertir los portales que se pueden abrir frente a las fuerzas ocultas.

 

Al menos en la ciudad, es sabido el vandalismo que se concreta en cementerios; en gran parte ligado a las brujerías. Los lunes a la noche y parte del martes, los jueves a la noche y parte del viernes, son los momentos en los que se encuentran la mayor cantidad de signos. Se encuentran lenguas cortadas al medio con fotos y clavos, gallinas, animales abiertos con pelo en su interior, entre tantas otras cosas indescriptibles.

 

Hay quienes ejercen este tipo de acciones por miedo, por incertidumbre, por desesperación o para desatar lo que se ató con otro hechicero. No pretendo cuestionar, pero estos remedios sin dudas son peores que la enfermedad; más que por una cuestión mágica, por los propios valores que motivan a ir en busca del daño. Ya que estamos en un texto espiritual, todo lo que uno da, vuelve. Lo bueno y lo maligno; siempre en creces.

 

En varias creencias religiosas se entiende que Dios -siempre para un bien mayor- puede permitir lo que buscan las brujas y hechiceros. Este concepto es clave porque devela que los inmiscuidos en la magia no tienen ningún poder. En ese sentido no hay que tener miedo ni recelo de lo que nos puedan hacer, tampoco hay que somatizarse. Si acaso sucede, hay que pedir a la deidad en la que se crea que ayude a evolucionar para el bien a quienes hacen el mal.

 

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