Diez años de oscuridad
El 8 de febrero de 2012 Luis Alberto Spinetta fue vencido por una enfermedad que lo atacó durante varios años. El recuerdo del último recital que dio en la provincia.
Amediados de los 90, cuando las recordadas ferias industriales reflejaban la pujanza de la provincia y se festejaban con espectáculos nacionales de primer nivel, Luis Alberto Spinetta visitó por última vez San Luis. Por entonces, la vida de “El Flaco” estaba sumida en un téster de violencia que incluía una reciente relación con Carolina Pelleriti, un pedido desesperado a su editora, Sony, para que valore a conciencia económica la dimensión de su obra y la inmersión en un nuevo proyecto, Los Socios del Desierto, con el que regresaba al formato trío, que tan bien le había resultado con Invisible.
En esa etapa de cambios profundos en su vida, con el pelo teñido de naranja y notablemente irascible con algunos sectores del periodismo que le daban más importancia a su vida amorosa que a su vida artística, Luis Alberto dio en el salón principal del hotel internacional de Potrero de los Funes, donde estuvo alojado, una conferencia de prensa. Asistieron tres medios.
Por propia iniciativa, los atendió por separado: para Canal 13 brindó una entrevista a solas (que tuvo que volver a empezar, porque el camarógrafo había olvidado hacer rodar la cinta) y para los dos restantes — gráficos, uno de Córdoba que había viajado especialmente con el propósito de entrevistarlo— se acomodó en la sala destinada a la reunión con los periodistas con muchas ganas de hablar. Cuando Spinetta entró y comprobó que el salón estaba casi vacío, demostró una fina ironía: “Por favor, les sirven café solo a los que están al fondo; a los de acá adelante, no”.
Posiblemente, el poco interés demostrado por el periodismo puntano en aquel momento ante la llegada del músico sea el reflejo de la lejanía que el público de la provincia demostró con el líder de Almendra. Hay que decirlo con todas las palabras: San Luis no es precisamente una provincia spinetteana. O por lo menos no lo era en ese momento. Una sentencia reafirmada con la escasa convocatoria que tuvo el show en aquella Feria Industrial.
Por eso mismo, para algunos, diez años sin la música, la poesía, la sabiduría y la indómita luz de “El Flaco” puede ser una década como cualquier otra. Pero sus seguidores más acérrimos, quienes cierran los ojos y dejan que las melodías ingresen en un torrente de lava eléctrico y las letras queden para siempre en una buena memoria que tiene muchos libros, aquella tarde del 8 de febrero de 2012 no fue una tarde más. Fue una tarde triste. Una tarde para conocer de una manera lacerante y lejana cómo es la soledad.
El recital puntano de aquella feria estaba previsto en el anfiteatro Ave Fénix de Juana Koslay, sede por entonces de los conciertos que se daban como parte del encuentro. Pero la organización decidió pasarlo al estadio techado, con mucha menor capacidad, lo que generó continuas quejas de Luis Alberto por el rebote del sonido. Su eléctrico grupo de por entonces necesitaba otro tipo de escenario para desplegar su contenida furia sonora.
De todos modos, no era infrecuente que Spinetta desarrollara un creciente malestar, que no tenía ningún empacho de demostrar, ante el más mínimo inconveniente de sonido, imperceptible para la mayoría de los mortales, pero profundamente molesto para él. Solo para él. “Hay un ruido insoportable”, dijo una vez que un mínimo acople se propuso colarse entre su música.
Marcelo Herrera, un reconocido baterista de la provincia, tocó aquella noche con Ensamble, el grupo del que era el percusionista, como telonero de Los Socios del Desierto. “Quedamos todos fascinados con el trío”, recuerda el músico, luego integrante de Algarroba.com. Por su instrumento, Marcelo se fijó aquella noche más en el baterista del grupo, el ya fallecido Daniel “Tuerto” Wirtz, que en el propio Spinetta. “Tocaba con lentes transparentes, como los que se usan para soldar, y le pegaba muy fuerte”.
Una de las imágenes que Herrera guarda en su memoria de aquella noche es que por primera vez vio un equipo de bajo Ampeg, usado por Marcelo Torres, el bajista de la banda de “El Flaco”. A los aparatos con esa denominación se les llama “heladera”, por tamaño y la forma, y en San Luis se puede encontrar uno en la Casa de la Música.
De los miembros del recordado Ensamble Universitario, uno de los que más disfrutó del show fue Hernán “Polaco” Tarasconi, fanático de Spinetta desde su infancia. Fue impactante para él y para sus compañeros realizar la prueba de sonido y ver llegar a “El Flaco” para hacer la suya, con una compañía especial.
Como al día siguiente en la Feria Industrial tocaba Divididos, Ricardo Mollo fue invitado al show de Los Socios del Desierto. Los dos músicos se habían cruzado por la mañana en el lobby del hotel Potrero de los Funes y allí se produjo la invitación. El ex Sumo había llegado con anticipación a la provincia porque tenía que tocar esa tarde en un histórico bar villamercedino llamado El Che, ya desaparecido.
“Cuando los vimos llegar a los dos juntos no lo podíamos creer, fue un gran impacto. Apenas me bajé del escenario, me saqué una foto con los dos”, dijo Tarasconi, quien se lamenta una y mil veces por no encontrar por ningún lado aquella instantánea. Por supuesto, se quedó con sus compañeros a ver la prueba de sonido. “Nos sorprendió muchísimo —señaló Herrera— el nivel de volumen con el que tocaron. Era realmente impresionante para una prueba de sonido”.
Apenas terminaron su set con el Ensamble, por la noche, Tarasconi y Herrera se ubicaron en un lugar preferencial para ver el concierto de Los Socios del Desierto. “Fue un show muy lindo, ‘El Flaco’ es un maestro”, apuntó “El Polaco”.
Recuerdos permanentes
En Villa Mercedes, un mural cercano a la Casa de la Música recuerda de modo eterno al eterno compositor fallecido hace diez años. La imagen representa, justamente, la época en la que Luis Alberto estaba con Los Socios del Desierto, la banda que lo trajo por última vez —y quizá por única, ya que no hay registros de otros recitales de "El Flaco" en San Luis— a la provincia. El texto que rodea el retrato es de "Seguir viviendo sin tu amor", acaso el hit mayor de Spinetta, que abre "Pelusón of milk", uno de los discos más personales de la carrera solista del músico
El autor del enorme mural es el artista plástico villamercedino Víctor Canaviri, a quien se lo encargaron para recordar el Día del Músico en Argentina, conmemorado el 23 de enero, justamente en recordación del nacimiento del autor de "Muchacha ojos de papel".
"Me lo pidieron en la Casa de la Música y para mí fue un honor hacerlo", dijo Canavir, autor también del retrato que ilustra la portada de esta edición de Cooltura.
Víctor, artista del staff de San Luis Pinta, se especializa en dibujar rostros de artistas nacionales y aunque su preferido es Gustavo Cerati, dice que escuchó la música de Spinetta con cierta frecuencia durante su vida. "Aunque su auge fue cuando yo era muy chico", aclaró.
La declaración del Día del Músico en honor a Spinetta se precipitó al poco tiempo del deceso del compositor y si bien al principio consiguió una aceptación generalizada, con el tiempo algunas voces se animaron a levantarse, no con el propósito de desmitificar la figura del líder de Almendra e Invisible, sino con el de revalorizar algunos autores no del todo reconocidos, sobre todo del folclore.
Uno de los que más se hizo escuchar al respecto fue Juan Falú, quien pidió en más de una ocasión rever la decisión o al menos consensuar en un debate más amplio de qué modo reconocer a los artistas musicales del país.
En una carta que el folclorista envió al Instituto Nacional de la Música, personificada en Diego Boris, su presidente, un hombre con aceitados vínculos con la Casa de la Música de Mercedes, el tucumano dice: "En un país que desde Gardel o Chazarreta hasta el glorioso Horacio Salgán, pasando por Atahualpa Yupanqui, Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Astor Piazzolla, Ramón Navarro, Ramón Ayala, María Elena Walsh o Gustavo Leguizamón, ha contado con músicos, creadores y hacedores de las más bellas e imperecederas canciones que calaron profundo en el alma colectiva nacional, resulta hasta increíble que se proponga compulsivamente a un representante del rock para tamaña representatividad simbólica".
Puede que haya lecturas excesivas de ambos lados, pero que de un sector se piense que la figura "rockarizada" de Spinetta es suficiente representación de toda la música nacional y que del otro se compare a "El Flaco" —aunque no directamente, tal vez hasta inconscientemente— con los más grandes autores del país, es suficiente para dimensionar la estatura artística que tuvo Luis Alberto.
De los habitantes actuales de la provincia, quien más cerca estuvo de "El Flaco" fue Juan Carlos "Black" Amaya, baterista de esa banda imprescindible para el rock nacional que fue Pescado Rabioso. Radicado en Concarán hace mucho tiempo, a las pocas horas de la muerte de Spinetta en 2012, El Diario de la República intentó comunicarse con él para que contara su relación con el artista. No pudo hablar, de tan quebrado que estaba. Hoy, diez años después, “Black” se atrevió a contar para Cooltura una parte de la relación que lo unió con su compañero de andanzas.
En el relato que acompaña estas páginas, el baterista lo recuerda como un músico excepcional y una persona llena de virtudes. Son los recuerdos que suelen dejar las personas sensibles en su campo personal y en su campo laboral, en el caso de que Spinetta haya tomado la música como un oficio y como una carrera, y no como lo que la mayoría de los argentinos que lo escucharon creen: una forma de expresar toda la luz que tenía adentro e iluminar y compartirla con sus oyentes. Cosas así hacen los poetas y Luis Alberto fue el mayor del rock nacional.
Un recuerdo: Era un tipo noble y derecho
Por "Black" Amaya
En 1971 tuve la suerte de conocer, a través de “Pappo”, a Luis Alberto Spinetta, el querido "Flaco". Hicimos una reunión donde nos hicimos amigos y Luis me propuso hacer un trío con Osvaldo “Bocón” Frascino. Fue así que cuando dejé de tocar con “Pappo” me contacté con Luisito, fui a su casa y me mostró el tema que tenía preparado para ese futuro trío, que era Blues de Cris. A partir de ahí comenzó una linda amistad: compartíamos con nuestras familias, tomábamos mate, cenábamos juntos y empezamos a tocar como Pescado Rabioso.
Ya todos sabemos que su parte musical era muy especial. Se diferenciaba de otros músicos en su manera de componer. Como persona, era un ser humano transparente, tierno, enérgico, solidario, buen compañero y divertido.
En los primeros discos en los que trabajamos ya me mostró lo que era como artista, una persona que le gustaba dibujar y leer mucho. Tenía un amigo que se llamaba Alberto, a quien, junto a “Bocón”, lo echamos de un ensayo porque se ponía a charlar con Spinetta sobre libros y nosotros teníamos que esperarlos hasta que se desocuparan, y solo queríamos tocar. Cansados, empezamos a decir que Luis no estaba para que nos dejara ensayar tranquilos, sin demoras. Fue así que un día ensayamos en la casa de Luis, en Núñez, y riéndose nos dijo: “Miren, muchachos, no echen a mi amigo. Con Alberto hablamos de temas que con ustedes no puedo hablar”. Nosotros éramos sencillos, con ganas de tocar, pero "El Flaco" ya tenía sus ideas, un mundo propio y una luz que hacía que supiera lo que quería hacer y adónde iba. Nosotros recién empezábamos.
Después de muchos años nos encontramos en “Las bandas eternas” y eso fue como un cierre a la amistad musical, juntándonos nuevamente para pasarla bien.
Spinetta fue importante para mi carrera y en lo humano, porque de él se aprendía mucho. Era un hombre muy noble y derecho. Todavía se sigue escuchando su música y eso es importante, porque quiere decir que su legado continuará por muchos años. Sus letras son para releerlas varias veces y entender cómo pensaba con tan solo 20 años


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