Desde principios de la década del 2000, el 75% de la cubierta vegetal de la selva amazónica muestra signos de un cambio en su capacidad para recuperarse de eventos extremos.
Esta capacidad del bosque para restaurarse después de sequías, incendios y otras perturbaciones que alteran el ecosistema es conocida como resiliencia.
Una investigación publicada en la revista Nature Climate Change encontró que las áreas forestales cercanas a la ocupación humana, como las ciudades y las tierras de cultivo, parecen estar perdiendo resiliencia más rápidamente, al igual que aquellas donde llueve menos.
El bosque en pie y su capacidad de regeneración es, según la investigación, fundamental para la biodiversidad, el ciclo del carbono y el cambio climático.
Para detectar variaciones, los investigadores utilizaron datos de detección remota basados en indicadores como la Densidad Óptica de la Vegetación y el Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (VOD y NDVI, respectivamente, en inglés). El primero hace mención al agua encontrada en los árboles y el segundo al verdor de la vegetación.
“En áreas deforestadas, el NDVI estaba aumentando debido a que los pastos reemplazaban a los árboles”, dijeron investigadores de la Universidad de Exeter en el Reino Unido.
Pero, ¿por qué está cambiando la resiliencia del bosque? La investigación considera varios factores y elabora una hipótesis: una precipitación media anual baja y un aumento de la interferencia humana en la Tierra pueden estar contribuyendo a la pérdida de resiliencia.
Sin embargo, la ciencia aún necesita comprender mejor por qué estos dos factores juegan un papel importante y la razón de la disminución observada desde la década del 2000.
Según los especialistas, la interferencia humana a gran escala en el bosque ya altera el ciclo del agua, por ejemplo.
“Hay una red de reciclaje de agua en la Amazonia que depende de los árboles al borde de la selva, provocando la evapotranspiración de las precipitaciones hacia lo más profundo de la selva. La deforestación está provocando la degradación de este ciclo, con los incendios generando más secado y menos retorno de agua”, enfatizaron.
Uno de los puntos del estudio que generó gran repercusión es el referido al que la pérdida de resiliencia puede llevar a la muerte del bosque, aunque no se sabe cuándo.
El estudio es robusto y logra, por primera vez, aplicar un indicador de resiliencia a un sistema vivo y abierto como la Amazonia. Los científicos dicen que “esto ya se ha hecho para sistemas cerrados, que tienen un ciclo de vida muy rápido, no en un bosque que tarda 200 años en recuperarse mínimamente”, detallaron.
Sin embargo, científicos del proyecto VulnerAmazon que también estudia la resiliencia del bosque no están de acuerdo con algunos puntos del artículo. En primer lugar, creen que hubo una desconexión entre los procesos observados desde arriba, a nivel de satélite, con lo que ocurre abajo, en el suelo del bosque.
La selva amazónica es extremadamente heterogénea en su composición y varios factores influyen en la resiliencia. Analizar VOD y NDVI cuenta solo una parte de la historia.
No hay consenso. Los estudios de ecología de campo no necesariamente consideran que la Amazonia pasará por un punto de inflexión, a partir del cual no habría retorno y la selva moriría. Hay investigadores que creen que el bosque se recuperará de otra manera y que tendremos un bosque con un funcionamiento diferente al que vemos hoy.
Pero el lenguaje de las alertas es comprensible.


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