Elías, el neuquino que tiene uno de los puestos más tradicionales de la Villa
Hace quince años que viene a la localidad. Ofrece desde celulares hasta cañas de pescar. A pesar de la crisis, la gente lo elige por sus precios y la variedad que tiene.
Sonriente, optimista y relajado. Así desayuna Elías. En una pequeña mesa reposa una taza con café con leche y un pancito recién horneado. El hombre mira el ir y venir de la gente sabiendo que poco a poco frenarán en su enorme carpa para mirar sus productos y precios. Su apellido es Apaza; es neuquino, pero conoce la Villa de la Quebrada al dedillo. Es uno de los tradicionales comerciantes que, año tras año, llegan hasta el pueblito norteño para ser parte de la gran festividad del Cristo de la Quebrada.
"Estamos muy contentos por venir una vez más. Después de dos años sin poder movernos por culpa de la pandemia, volver a San Luis es una alegría para nosotros. Somos comerciantes de toda la vida, y viajar, ir a las festividades, a las ferias, es parte de nuestro trabajo. Por eso estamos felices", cuenta el hombre, antes de darle otro sorbo a esa infusión aún humeante.
"Vengo a Villa de la Quebrada hace más de quince años. La verdad no recuerdo con precisión, pero por lo menos quince años han pasado de mi primera vez acá. Me encanta venir. No viajo tanto a la Villa por las ventas en sí, es más por tradición y porque soy devoto del Cristo. Siempre me ayuda, me cumple con lo que le pido y una forma de agradecerle es venir todos los años con mi negocio", cuenta el vendedor neuquino.
En su tienda hay de todo: celulares, auriculares, carcasas para teléfonos móviles, parlantes, baterías, cargadores, secadores de pelo, planchitas para el cabello, cañas de pescar, boyas, tanzas, anzuelos, guantes, gorras, tablets, radios portátiles pequeñas, pilas, camperas, pantalones para ir de caza o pesca, borcegos y demás. Es como un almacén que combina productos de camping con tecnología.
"Nosotros tenemos una gran variedad. Y no nos dedicamos solo a las ferias, también contamos con pequeños locales en supermercados o centros comerciales. Buscamos ofrecer variedad; ahí está la venta. Pero también precios competitivos, la idea es que la mercadería salga", explica Elías.
"Antes salíamos más a las ferias, ahora estamos más quietos. Este año las ventas marchan lentas, la gente pregunta mucho, pero compra poco. Recorrí las calles hace rato y charlé con colegas amigos y les pasa lo mismo que a mí. La gente no cuenta con mucha plata", explicó.
A la hora de atender al público, Apaza cuenta con la compañía de sus familiares. "Conmigo vinieron mi hijo, mi hermana y sobrino, que siempre viajan para ayudarme. Uno se rodea de gente de confianza, de la familia en este tipo de ferias, porque llegar y conseguir gente es complicado", contó Elías.
"Venir a la Villa para mí es como un compromiso con el Cristo. Y este año parece que llegó más gente. Espero, ojalá, que todos trabajemos bien", señaló el comerciante, que posee el puesto más grande de toda la fiesta.
Redacción
Más Noticias