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Un país, dos estrategias

Desde hace décadas, Estados Unidos mantiene con Taiwán una política de “ambigüedad estratégica”. ¿Qué significa y cuán posible es un conflicto con China por el estrecho?

Por Agustina Bordigoni
| 12 de septiembre de 2022

La parte de Estados Unidos declara: Estados Unidos reconoce que todos los chinos de un lado y otro del estrecho de Taiwán afirman que no hay más que una China y que Taiwán forma parte de ella. El gobierno de Estados Unidos no discute esta postura. Reafirma su interés en un acuerdo pacífico sobre la cuestión de Taiwán llevado a cabo por los propios chinos”. Así resumía el comunicado de Shanghai, del 27 de febrero de 1972, la nueva postura de los Estados Unidos sobre el estrecho de Taiwán.

 

Desde entonces, la política exterior estadounidense hacia Taiwán ha sido definida como de “ambigüedad estratégica”. Esta política consiste, en resumidas cuentas, en que los Estados Unidos reconocen que la China continental es un solo país, pero a la vez le venden armamento a Taiwán para defenderse de un potencial ataque chino. Desde 1979 Estados Unidos mantiene relaciones diplomáticas con China y no con Taiwán, pero tiene importantes lazos comerciales con ambas economías. 

 

La reciente visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes a Taiwán, puso el tema de nuevo en discusión: ¿estamos ante el fin de esta estrategia ambigua y ante las puertas de un nuevo conflicto?

 

 

Una larga historia

 

En 1949, cuando las tropas nacionalistas lideradas por Chiang Kai-shek fueron derrotadas por los comunistas al mando de Mao Zedong, el partido nacionalista se retiró a Taiwán y sus líderes anunciaron que la capital china se trasladaba a Taipei: comenzaba así la división de la que hoy hablamos y que sigue generando tensiones entre las partes con Estados Unidos, aliado estratégico de Taiwán.

 

“La China comunista se lanzó hacia un nuevo mundo: en estructura, una nueva dinastía; en esencia, una nueva ideología por primera vez en la historia del país. En el ámbito estratégico, lindaba con doce vecinos, con fronteras abiertas y medios precarios para enfrentarse simultáneamente a cada una de las posibles amenazas: el mismo desafío al que se habían enfrentado todos los gobiernos chinos a lo largo de la historia. Y por encima de todos estos problemas, los nuevos dirigentes del país se toparon con la implicación en los asuntos asiáticos de Estados Unidos, que había salido de la Segunda Guerra Mundial convertida en una superpotencia, que se replanteaba lo de la pasividad ante la victoria comunista en la guerra civil china. Todos los estadistas tienen que sopesar la experiencia del pasado y las reivindicaciones del futuro. En ninguna parte se veía esto tan claro como en la China que empezaban a controlar Mao y el Partido Comunista”, señala Henry Kissinger en su libro “China” (2012), en el que hace un análisis de su participación en las negociaciones y en la elaboración de la política exterior estadounidense hacia el estrecho.

 

En un principio, tanto Estados Unidos como la mayoría de la comunidad internacional siguieron reconociendo al de Chiang Kai-shek como el legítimo gobierno chino. Pero en plena Guerra Fría, en 1970, la rivalidad entre China y la Unión Soviética propició un acercamiento hacia la postura de la China continental. En 1971 Naciones Unidas reconoció al gobierno de Mao (República Popular China) como el legítimo representante ante la organización y las negociaciones que comenzó con el presidente estadounidense Richard Nixon finalizaron con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y Estados Unidos. 

 

La posición se mantiene hasta hoy. Estados Unidos avala la propuesta de China que fue rechazada por Taiwán, que es la de “un país, dos sistemas”. Lo cierto es que Taiwán cuenta con su propia Constitución, una presidenta elegida democráticamente y un Ejército conformado por 300.000 tropas.
Sin embargo, parecen haber quedado atrás los días en los que Taiwán reclamaba ser la sede del gobierno chino. Ahora más bien la estrategia es la de mantener el status quo. Para China, en cambio, Taiwán sigue siendo una provincia rebelde.

 

 

La posibilidad de un conflicto

 

Tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, considerada por Pekín como una “violación a su soberanía nacional” y en un contexto en el que las guerras improbables ya no lo parecen tanto, esta escalada en el conflicto entre China y Estados Unidos generó preocupación. Luego de la visita, la de más alto rango del país en más de dos décadas, China aplicó sanciones a la presidenta de la Cámara de Representantes y suspendió la importación de decenas de productos provenientes de Taiwán.

 

Además, y durante cinco días, realizó ejercicios militares en la zona, como demostración de fuerza y advertencia sobre una posible intervención estadounidense. Sin embargo, y sin bien el discurso del presidente Joe Biden parecía escalar a la par de las tensiones, fue suavizado con el correr de los días.

 

La importancia de Taiwán radica no solamente en su posición estratégica (es una barrera geográfica que rodea a China), sino también comercial: domina el mercado mundial de chips y la industria de los semiconductores. 

 

Un conflicto sería una pérdida para todas las partes en disputa. Por lo tanto, la “ambigüedad estratégica” parece la opción más razonable. 

 

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