13°SAN LUIS - Jueves 16 de Mayo de 2024

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En la diversificación rural encontró una nueva vida

Se crió en el campo y se había ido a la ciudad, donde sigue trabajando como docente. Pero el destino lo llevó de nuevo a trabajar la tierra, armar una huerta  y criar vacas, ovejas y gallinas.

Por redacción
| 18 de septiembre de 2022
La huerta. José Vallejos cuida con devoción los tomates, con los que hace salsa. Foto: Martín Gómez.

José Vallejos, si bien había nacido en el ámbito rural, se convirtió en productor agropecuario, casi sin proponérselo, para ayudar a una de sus hijas. La chica se había quedado sin vivienda y, con una hija pequeña a su cargo, recurrió al padre para ver cómo podía hacer. José, que sí tiene una casa en Fortuna, encontró la oportunidad de ayudarla y, de paso, arrancar con una actividad que ya conocía desde su niñez, cuando ayudaba a su papá a mantener un campo en Martín de Loyola.

 

Fue entonces cuando este docente de 50 años volvió a sus orígenes, siempre con el apoyo de su esposa Graciela, un pilar fundamental en su vida. Un conocido tenía un campo abandonado sobre la ruta 188, entre Nueva Galia y Fortuna, y se lo ofreció por un alquiler mínimo para que comience a levantarlo de a poco.

 

 

Infraestructura. Entre las muchas inversiones que hizo Vallejos en el campo está esta moledora de maíz con una mezcladora.Foto: Martín Gómez.

 

 

“Estaba literalmente en manos de los chanchos, que eran lo único con vida en estas hectáreas devoradas por los yuyos”, describe de manera gráfica Vallejos, mientras enciende el fuego para asar un cordero con el que recibe al equipo de la revista El Campo.

 

 

Recibí los beneficios de la Ley Ovina gracias a la ayuda de la UEP. Compré 35 ovejas y un reproductor de raza Dorper. José Vallejos

 

Es un hombre simple, locuaz, que conoce todos los vericuetos de la producción y le fue tomando cariño a este solar que tiene el nombre de Los Reyes Magos, como bien reza un cartel en la entrada. “Se lo puso el dueño anterior porque su padre se llamaba Reyes Arrieta”, cuenta sin muchos secretos.

 

Requirió, eso sí, de un pase de magia para poder enderezar el rumbo de esos lotes áridos, donde las lluvias suelen ser esporádicas, aunque el verano pasado parecieron apiadarse de la titánica tarea que lleva adelante el inquilino.

 

Tres años después, el panorama es bien distinto al que encontró José cuando decidió acompañar a su hija Camila en la aventura de dejar el pueblo y mudarse a esa tierra que solo necesitaba esfuerzo y trabajo. La huerta viene despuntando bien, los corrales tienen unos cuantos terneros en engorde, hay un galpón con muchas herramientas, algunas gallinas andan libres por el pasto en busca de lombrices, hay ovejas, cerdos y una casa que ahora tiene calor de hogar.

 

Lo paradójico es que Camila ya no vive con ellos porque se le hacía muy caro viajar todos los días hasta Fortuna, donde desempeña el cargo de radióloga en el hospital.

 

 

Ordeñe. En el campo de Fortuna extraen leche, pero sólo para consumo familiar. Foto: Martín Gómez.

 

 

Vallejos es un verdadero "polirrubro rural", un hombre capaz de hacer de todo. En pequeña escala, eso sí, porque no tiene empleados que lo ayuden, son él y Graciela para todo, pero se las arreglan poniéndole ganas y con sus conocimientos.

 

Además, tienen la tranquilidad económica que les brinda su sueldo como docente en la escuela de Fortuna. “Estudié en General Villegas y me recibí de técnico mecánico, después hice un postítulo para poder ser profesor”, cuenta, y describe la felicidad que le da su cargo como maestro del taller de Soldadura y Electricidad dentro de la carrera Técnicatura Agronómica.

 

“Es linda la relación con los chicos, ver su entusiasmo, las ganas de dedicarse al campo en una época donde pasa todo lo contrario, porque cuesta cada vez más encontrar personal para que se haga cargo de las tareas rurales”, reconoce José, quien invita a recorrer los lotes y las múltiples actividades que desarrolla a diario, cuando vuelve del colegio con su vieja, pero rendidora camioneta.

 

 

 

 

Una huerta reluciente

 

En la media hectárea que ocupa la huerta, el verano pasado crecieron tomates, pimientos, sandías, lechugas y zapallos, tanto la variedad coreana como el inglés, con su verde profundo y su centro bien anaranjado. Cosechó todo y quedan como testigos unas 40 sandías en un rincón de la casa. Una será un rato después el postre después del cordero y fue realmente un manjar dulce y jugoso.

 

“Faltaba fósforo y magnesio en el suelo, así que fertilicé con Triple 15”, cuenta Vallejos, quien invirtió en una media sombra para proteger a sus cultivos del granizo, que es cada vez más persistente en el sur de San Luis. “Antes venían las noticias de Mendoza, caía mucha piedra en San Rafael y alrededores, pero ahora, como ellos usan cohetes para dispersar las tormentas, se vinieron para acá”, lamenta con una teoría muy particular.

 

Fue el primer año de la huerta, toda una experiencia. “Agradezco el asesoramiento del INTA y del Ministerio de Producción, que me incluyó en el Plan de Activación Frutihortícola y me trajo semillas y árboles frutales”, aporta José, quien toma el agua para riego de una bomba, que saca el vital elemento desde una profundidad de ocho metros.

 

El principal producto para comercializar es el tomate triturado. De la huerta obtuvo 30 cajones de 20 kilos y logró envasar 300 botellas de una salsa exquisita a la que condimentó con orégano y ajo. También vendió parte de la producción como fruta fresca a vecinos y verdulerías, más lo que dejó para consumo personal.

 

En su casa de Fortuna tiene frutales, pero la explotación es escasa, apenas algo que le queda para consumo personal, ya que no hacen mermeladas. “En realidad, es poco y nada, la mayoría se lo llevan las catas…”, asegura.

 

Nació en Unión, donde aún viven sus padres, y conoce a fondo los vericuetos del Departamento Dupuy. En materia de transporte encuentra los principales problemas: “No hay colectivos que nos lleven a Villa Mercedes, donde tenemos que ir cuando necesitamos un repuesto o concertamos una visita al médico. Antes de la pandemia aunque sea pasaban los de larga distancia que venían de La Pampa o Mendoza, pero ahora si no tenés un vehículo, estás listo. Y además, los costos de combustible son enormes”, describe con preocupación.

 

 

Inversión y trabajo

 

Cada sector del campo recibió alguna inversión y el trabajo manual del matrimonio. Por ejemplo, los cerdos ya no andan sueltos haciendo desastres, como los encontró, ahora tienen chiqueros nuevos para retozar. La obra le permitió ordenar las pariciones y ya tiene separadas las crías más pequeñas, para evitar que la madre las aplaste. Dentro del galpón incluso está engordando un capón para hacer chacinados.

 

Cuenta con 10 madres y 20 lechones, aunque la cantidad va variando a medida que se dan las pariciones. “Hago una especie de servicio estacionado cada dos meses y me lleva otros dos meses sacar lechones que pesan más o menos 10 kilos”, dice Vallejos.

 

 

En familia. El matrimonio con su hija Deisy, amante de los caballos. Su papá le hizo una fusta de baquelita para que desfile. Foto: Martín Gómez.

 

 

El engorde vacuno también lo tiene atareado. Trae terneros del campo de Martín de Loyola para terminarlos en Fortuna y luego venderlos en alguna feria regional como la de Mondino, en Buena Esperanza, o directamente en la tranquera de Los Reyes Magos cuando alcanzan los 250 o los 300 kilos, según la calidad y el momento del año.

 

Tiene algunas vacas Pampa y otras Holando que les compró a los menonitas para ordeñar y tener algo de leche, siempre para consumo familiar. El único toro le sirve para hacer una cría básica, aunque reconoce que necesita mejores corrales y más tiempo para desarrollar una actividad bovina rentable.

 

 

Primeros habitantes. Cuando se hizo cargo del campo, solo había unos cerdos. Foto: Martín Gómez.

 

 

Por supuesto que también lidia con animales salvajes que le provocan pérdidas, como el gato montés con las ovejas y el zorro con las gallinas o el resto de las aves de corral. “Incluso en julio, con las pariciones, aparecen los caranchos cuando todavía las crías ni siquiera se separaron del cordón umbilical”, agrega con preocupación, aunque ya conoce las reglas del juego y sabe que tiene que adaptarse.

 

 

Beneficios de la Ley Ovina

 

En 2020, el productor también se acogió a los beneficios de la Ley Ovina. Tenía 7 ejemplares y compró 35 ovejas Pampinta y un reproductor de raza Dorper. “Fue un trámite complicado, en el que me ayudó mucho la Unidad Ejecutora Provincial (UEP) porque decidí cambiar la formulación. Primero había apuntado a material de infraestructura, pero con la sequía y la pandemia cambié y me incliné por más alimentación, porque no tenía pasturas”, reconoce Vallejos, quien agrega que “tenía agua y corrales, me faltaba un techo y lo construí yo”.

 

El contacto con el Ministerio de Producción se dio por Facebook y luego un ingeniero agrónomo lo ayudó con los requisitos de la formulación y cuando decidió un cambio de rumbo. “Después de las elecciones se activó todo, estaba esperando desde agosto. Fue una ayuda fundamental para arrancar en serio con la actividad ovina”, reconoce.

 

 

Alquiler. José les cede una parte del campo a unos apicultores transhumantes. Foto: Martín Gómez.

 

 

Empezará a devolver este mes el aporte luego de los dos años de gracia. En el camino, una bacteria afectó al rebaño, las ovejas se llenaron de mocos y murieron cinco, además de dos corderos, pero no afloja el optimismo. “Sembré centeno y alfalfa en cuatro hectáreas para alimentarlas, pero todavía le falta desarrollo a esos lotes, mientras tanto las hago pastorear en cinco hectáreas de un vecino, y las saco por una calle vecinal”, describe.

 

Además les compró algo de maíz a los menonitas y hace otra parte en el campo, pero a la antigua, con laboreo a rastra, al igual que el centeno, nada de siembra directa.

 

“Fue un maíz sembrado en diciembre en 12 de las 21 hectáreas que tiene el campo. Tuve que esperar porque hubo heladas hasta bien tarde, pero lo pude cosechar en mayo. El rinde anduvo cerca de los 2.500 kilos por hectárea, un buen número”, agrega, mientras de fondo se escucha el ruido permanente de un viejo molino que gira perezoso al compás del viento, pero que según su dueño, “está de adorno”.

 

El centeno lo destinó para comer en el invierno, aunque decidió bajar la densidad de siembra de 30 a 18 kilos por hectárea porque, comprobó, “es muy invasor”. La alfalfa, en tanto, la deja para hacer rollos, como una manera de prevenir si es que le falta forraje en las etapas más duras, cuando el frío aprieta fuerte.

 

El año que viene piensa sembrar sorgo en una parte de esas cuatro hectáreas: “Las vacas lo pueden comer hasta tres veces, porque se recupera rápido apenas cae algo de lluvia”, justifica, y acepta que algunos hacen moha, aunque él se inclina por otras pasturas. Eso sí, no le gusta el llorón, “porque perjudica a la quinta”.

 

El alquiler del campo es barato, pero el dueño hizo un buen negocio porque casi que se compensó con lo que él lo mejoró en estos tres años. Aunque Vallejos afronta otros costos: “El alambrado para la quinta, para que no entren los perros; la media sombra, el fertilizante, la cipermetrina, el nailon por las gallinas y la gente que vino a dar vuelta la tierra”, enumera, mientras recuerda que le faltaría un rotocultivador, que sería más rápido que la pala para todos los trabajos de la huerta.

 

Mientras la picada ya está servida bajo un algarrobo añoso, pasan cerca del cronista las incansables gallinas, algunos pavos y hasta un par de gansos que aportan color y curiosidad por su andar bamboleante. José puso en funcionamiento un silo que ya estaba en el campo y tiene capacidad para 30 mil kilos, pero además compró una moledora de maíz y una mezcladora para preparar las dietas de su variada gama de animales.

 

Incluso tiene un par de caballos, que son la debilidad de su hija menor, Deisy, quien todavía cursa el secundario, pero es la única de las tres a la que le gustan las tareas de campo. En recompensa a tanto amor, le preparó un bozal, una cabezada y una fusta de plata baquelita con la que desfiló con todo el orgullo familiar el último 25 de Mayo.

 

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