"Cruzando el charco", los penares para bailar

Murga, candombe, tango y una expresión de sonrientes perdedores son algunos de los elementos que hacen de “Cruzando el charco” una banda en pleno crecimiento artístico y de público. Su amplia gama de ritmos incluye el reggae, el ska, la cumbia y hasta el rap. Por todo ese recorrido pasaron los espectadores puntanos que agotaron las entradas para ver y escuchar al grupo que se presentó este viernes en San Luis.

El conjunto de La Plata está en el pico de su popularidad gracias a “Cicatrices”, el disco que lanzó el año pasado y que los acomodó como una banda amable, de buenas melodías, que hacen que las letras sumamente dolientes no pinchen tanto. Con el sufrimiento como modo de redención y una celebrada honestidad brutal, el septeto consiguió reunir un público propio.

Hace dos años, en su primera gira después de la pandemia, la banda estuvo en el auditorio Mauricio López en un show al que asistieron unas cien personas pero que, sin duda, sirvió de semilla para la gran convocatoria de esta semana.

Juega un rol fundamental en la idea del grupo la presencia de Francisco Lago, un frontman poco frecuente para el rock nacional, de pelo corto, camisa cuadriculada atada a la cintura, barba rala, remera de Los Rolling Stone -que cuando se mojó de transpiración se puso otra de la misma banda- y disposición para pasar el mando a sus compañeros. 

El show, de una hora y media duración, comenzó con los temas más movidos (“Soy”, “La última carta”),  luego se hundió en el pozo de la desazón (“Hoy”, a tres guitarras y con la letra olvidada en algún lugar de la memoria del cantante; “El trato”) para volver a subir con canciones más bailables como “Volver a nacer” y “Cartagena”, cantada por el guitarrista Nahuel Piscitelli.

El mayor distintivo del cantante son sus letras, que en su gran mayoría relatan conflictos amorosos en todas sus formas y posiciones: olvidos, rupturas, recuerdos, insistencia, dolores y reconciliaciones imposibles. El balazo final, acertado en medio de la frente, llegó con “Roto”, una de sus últimas composiciones, a la que en el show Lago describió como “sumamente cruda”. El título y la costumbre de cantar sobre amores perdidos le dan un contexto que no necesita más explicación. 

Como para levantar un poco los ánimos, cuando no cuenta sobre el corazón estrujado por una mano femenina, Francisco se dedica añorar la cocina de su abuela o la pesca con su abuelo, la niñez, la familia y a su padre, también músico, fallecido, en “Viejo”, una canción en la que miró todo el tiempo hacia el cielo.