16°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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Potenciales de vida

Un nacimiento es, siempre, un hecho familiar, social y comunitario. Un hijo más en el mundo nos permite seguir soñando y apostando a cosas mejores. No importa si es nuestro hijo o el de algún vecino del barrio, siempre un niño es una alegría. Cada nacimiento nos mantiene alerta como humanidad, nos mantiene un poco más altos en eso que se llama “la voluntad de vivir”. Pero el mayor reto lo tiene, sin duda, la madre. Esta mamá se hará muchas preguntas al respecto y la mayoría no tendrá respuestas más que el paso del tiempo. Podrá estar en mejores condiciones con su bebé si ha podido transitar un embarazo estable en el sentido integral de la experiencia. Pero más aún, estará posibilitada para un buen apego con el bebé si se dan dos instancias fundamentales que potencian la experiencia: la propia relación con la madre y la experiencia del parto.

 

La experiencia con la propia madre nos permite también integrarnos como mujeres adultas, plenas en sexualidad, aceptando la presencia de lo masculino (el padre del bebé por nacer) y en contacto con la fuerza de todos nuestros ancestros mujeres. Muchas veces, el vínculo con la propia madre lejos de ser potenciador es limitante. Cuando una mujer se encuentra en muchas coyunturas negativas con su mamá, tiene pocas chances de llegar a un buen parto. Carece de la fuerza necesaria para parir, fuerza que “baja” de todas las mujeres que han parido, como una suerte de memoria plena, emocional y física. Un parto óptimo siempre es un parto vaginal. En un parto natural, sin intervenciones médicas, la mamá y su bebé confían plenamente en ambos, en la fuerza de la vida y en ese milagro llamado nacimiento. Los bebés nacidos por parto vaginal tienen una posición existencial exitosa, ligada a la voluntad, la fuerza y la salida al mundo. A diferencia de los bebés nacidos por cesárea, que no contaron con la experiencia propia del proceso de parto. A estos bebés les falta la fuerza poderosa del nacimiento. Si, además, estuvieron separados de la madre para hacer un pasaje por neonatología, estamos frente a una experiencia traumática llamada “movimiento interrumpido”, que deja en la memoria del bebé el trauma del abandono, que lo veremos más adelante como múltiples síntomas ligados a lo vincular, y a una posición de muerte. Esta memoria de abandono en el bebé es fruto de posibles síntomas como depresión, trastornos alimentarios y adicciones, también obesidad. Si conociéramos todos los potenciales que abarcan un nacimiento natural, sin drogas ni intervenciones, haríamos lo posible como sociedad para que todas las mujeres y sus bebés pudieran vivir esta experiencia como el inicio de una vida exitosa.

 

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