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Fun People: ¿La ESI de los noventa?

Nekro, actual Boom Boom Kid, llevó adelante una banda de hardcore punk que sentó temas de la agenda actual: veganismo, aborto legal, derechos LGBT, ambientalismo y, sobre todo, feminismo. El under resistió a las propuestas de los medios.

Por Mariano Medina
| 19 de junio de 2023
Nekro estuvo en agosto del año pasado dando un show en Comuna. Fotos: El Diaro

Fue una gran partida contracultural en el país. Los temas duraban casi dos minutos, las letras mezclaban el español y el inglés, así como venían. La adrenalina esa era atípica en los noventa, cuando la música se volcaba más al rock, sobre todo al callejero. Mientras los medios de comunicación mostraban otra realidad, lejos de los cierres de las fábricas, el hambre y la pobreza, una banda autodefinida como hardcore gay antifascista permitió abrir el pensamiento de una minoría que no se sentía identificada con la oferta del mercado.

 

“No sé si soy Nostradamus o qué, pero muchas de las cosas que hablaba en mis canciones o en notas están en bocas de seres de este tiempo. Veganismo, vegetarianismo, cuidado del ambiente, hazlo tú mismo, independencia en la música y en la vida... Hoy se habla mucho de todas esas cosas que planteamos hace años, a las que sumaría el combate de la supremacía del macho. Son cuestiones que me preocuparon y me preocupan, y me pone contento que sean analizadas por el común de la gente. Ojalá que se genere un cambio real”, sostuvo el cantante Carlos Rodríguez, también conocido como Nekro o Boom Boom Kid, en una nota realizada por La Voz en noviembre de 2009.

 

Ahora, el artista de Campana, Buenos Aires, está enfocado en su presente como solista, en las giras por el país y en hablar de otros temas que lo preocupan como el amor, las relaciones sociales, los gatos y el cariño propio. Por eso su negativa a recordar los noventa y el auge de Fun People, que influyó en el pensamiento de los adolescentes de aquella época.

 

En una sociedad donde todo debe estar etiquetado, el grupo se etiquetó como hardcore gay antifascista. Esa definición no era otra cosa que una burla para aquellos que no le daban espacio al colectivo LGBTIQ+. Los intolerantes, afuera de los recitales.

 

Nekro visitó San Luis el 14 de agosto del año pasado. Celebró las dos décadas de "Okey dokey" en Comuna.

“Defiendo la diversidad y no me gusta el autoritarismo. Ese rótulo fue un filtro: permitió que los intolerantes no vayan a mis shows”, observó el vocalista sobre esa etiqueta combativa. Lejos de las poses o las banderas, el verdadero mensaje era tan simple como la palabra.

 

 

Los shows eran autogestionados, y muchas veces el escenario estaba armado con cajones de botellas de gaseosa y un tablón. Eso permitía que los chicos tomen el micrófono y canten con Nekro. En ese espacio se ofrecía un “kiosco”, una mesa con toda el merchandising de la banda y varios fanzines, escritos por BBK y por otros grupos que querían mostrar su voz. Las revistas, impresas en blanco y negro, y fotocopiadas, explicaban cómo se debía colocar un preservativo, que la amistad no tenía color o que los animales eran los mejores compañeros de la vida para las personas.

 

Las giras por el país fueron un sello importante. No era común ver a músicos visitar las distintas localidades. El debut en suelo puntano fue con un recital gestionado por adolescentes en el Club Juvenil San Luis en 1997. Fue el primer contacto de una sociedad que de a poco se abría a la llegada de habitantes de todo el país con la creciente Ley de Promoción Industrial.

 

El recibimiento no fue del todo agradable, el público protestó ante los reiterados pedidos de cuidado mutuo. Dos años después, se quejó por los alcoholizados que golpeaban chicos en el pogo. Hasta un revólver apareció en escena, sin mayores sobresaltos. Los pibes aún no comprendían del todo el mensaje “fan pipol”.

 

Esta liberación mental pregonada se basaba en la denuncia y el amor. Fueron quienes destaparon la olla del Buenos Aires Hardcore y trascendieron una escena under emergente.  Abrazaron a los gays y a las lesbianas, pidieron por el respeto a las mujeres y gritaron por el aborto legal. Hasta apoyaron las publicaciones alternativas.

 

Con sus métodos, infrecuentes para ese entonces, generaron una movida que aportaba muchas ideas, inquietudes y rebeldía.

 

La orquesta de Il Carlo surgió en 1989 en Buenos Aires y en 2001 se separó para darle espacio a otro conjunto: Boom Boom Kid. La formación más reconocida estuvo compuesta por Nekro, Lucas Sequeira (guitarra), Julián “Chuli” Pogiesse (bajo) y Sebastián “Gato” Garay (batería).

 

En esos 12 años de actividad editaron cinco discos, seis simples y cinco compilados (Ver "Fundamentales del...").

 

Uno de sus discos más emblemáticos fue “El aborto ilegal asesina mi libertad”, editado en vinilo rojo de siete pulgadas, algo poco frecuente en 1997. Se trata de un split (álbum compartido entre dos bandas) junto a She-Devils, una banda de hardcore compuesta por mujeres.

 

“Al título lo elegí porque es algo que pensaba y aún pienso. Y al disco lo saqué a la calle porque era necesario que la Iglesia y el Estado, con sus leyes, dejaran de joder con nuestras vidas”, sostuvo Nekro sobre este material que cuenta con las canciones Lady (sobre el aborto), “Valor interior” (sobre la anorexia) y “Bronca”, unas palabras sobre esa persona incorpórea.

 

“El mensaje del grupo tenía un costado más político y otras letras iban directo al corazón, hablaban de las cosas que te pasaban. Un poco el éxito fue por criticar la pose del Buenos Aires Hardcore”, recordó el primer manager del grupo, Ernesto Acuña, en el libro “La mayor protesta es el amor”, escrito por Norberto Alfaro.

 

Consideró que una parte del éxito repentino para un disco debut fue poner en la mesa temas tabú como hablar de las Madres de Plaza de Mayo, los de-saparecidos y la dictadura. “Trajeron la diversidad sexual. Es algo que hoy está de moda, pero ellos lo dijeron hace tres décadas y creo que le cambiaron la vida a muchos pibes”, concluyó.

 

Álvaro Villagra metió mano como ingeniero de sonido en las grabaciones de las mejores bandas del país como Pappo, Fabulosos Cadillacs, Attaque 77 o Divididos, por citar algunos. Su asistente y baterista de Los Visitantes, Marcelo Belén, llevó a grabar al conjunto en lo que sería su segundo álbum, “Kum Kum” (fonética en inglés de “Ven ven”).

 

“Pasaron a la historia por hacer buenas canciones, más allá del movimiento y de la producción del disco”, argumentó. Poco informado estaba sobre esa movida musical. Dijo que ordenó el “caos generalizado”, pero siempre trabajaron sobre grandes temas.

 

Ni machos, ni fachos. La bajista de “Da Skate”, Eugenia Valle, era una adolescente más que asistió a esos recitales. Tras un show en Mercedes Rock del ’95, se inmiscuyó dentro del universo de los fanzines. “El material que circulaba en los toques le dio mayor sentido a la movida, que no era solo musical, sino social”, reconoció.

 

“Nekro era un portador de información, hablaba y nos dejaba un mensaje. Creo que muchas mujeres se sintieron protegidas y respetadas en ese ámbito. Ir a verlos no era solamente ver el recital, sino todo lo demás, la información”, sostuvo Valle.

 

La bajista también consideró que fue importante ese “muestreo” inicial sobre el aborto legal, que finalmente el Congreso aprobó el 30 de diciembre de 2020 como la Ley 27.610.

 

“El primer disco, ‘Anesthesia’, es inigualable. Estaban unos pasos más adelantados. Tenían una vinculación muy fuerte con los fanzines, la autogestión, el punk y el hardcore. Fue algo novedoso, venía algo muy copiado y apareció esa banda con miles de influencias”, recordó Pablo “Tatan” Barbera, exbajista de Eterna Inocencia.

 

La escena local solo daba paso a los grupos de convocatoria masiva, inmersos dentro del “Rock chabón”, y discográficas que buscaban solo hits para vender más discos compactos y casetes.

 

“Fun People está bien como está. Lo más lindo fue lo que hicimos y la manera en que lo hicimos. Y todos los músicos que formamos la banda fueron importantes”, sostuvo sobre su primera travesía musical.

 

La voz de un grupo de adolescentes que vivía en casas tomadas y tenían historias para contar lograron convertirse en algo más que palabras y pasaron a acciones de los actuales cuarentones y más jóvenes también.

 

Fun People fue un experimento social, un desahogo para las minorías y, sin pensarlo, se convirtió en la ESI de los noventa.

 

Todo es político: música, actitud y arte.

 

 

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