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Te odio, Whatsapp

Por Irina Sternik
| 02 de octubre de 2024

Los celulares nos ofrecen, como las máquinas tragamonedas, gratificaciones inmediatas: los likes, los comentarios y otras cosas que pasan por allí. Es adictivo y vamos necesitando más. Y esto nos lleva a un punto crucial: la atención.

 

 

Cómo el celular se llevó nuestra concentración es un tema del que nadie, o casi nadie, escapa. Confieso que me tiene harta. Me cuesta concentrarme y cada vez que me llega un mensaje es un pedido que me requiere ir a buscar una información a otro lado, resolver un determinado problema o hacer un favor de cualquier índole. Son muy pocas las veces que me escriben para ofrecerme trabajo o decirme que estoy linda :) Fuera de broma, necesitamos saber esto y hacer algo al respecto.

 

 

Saber que así funciona este mecanismo de refuerzo intermitente, de recompensa inmediata, de que si estamos atentos algo bueno puede pasar, más no sea para matar el aburrimiento.

 

Vamos con datos:

 

Una pregunta disparadora del estudio del Conicet Mendoza me pareció espectacular y habla por sí sola: ¿cuándo fue la última vez que revisaste tu celular? ¡Todo el tiempo!

 

Lo desbloqueamos mínimo 50 veces al día.

 

Lo usamos 9 horas y media.

 

Cinco de cada 10 adolescentes pueden pasar 12 horas con él.

 

Estamos 5 horas en redes sociales.

 

Nos olvidamos de las cosas y nuestra concentración no supera el minuto.

 

Nos distraemos cada 40 segundos y volver a concentrarnos demanda entre 26 y 29 minutos cuando alguien nos distrae.

 

Somos responsables del 50% de esas distracciones. En ese caso, tardamos menos en recuperar la concentración: 22 minutos.

 

Es sabido que realizar múltiples tareas al mismo tiempo (multitasking) conduce a un pensamiento más superficial y aumenta el tiempo de trabajo.

 

 

Concentración, divino tesoro

 

El fenómeno por el cual perdemos por completo la atención con cada distracción se llama “retraso en la reanudación” y consiste en el período entre el momento en que fue interrumpida una tarea y el momento en se reanudó.

 

Una entrevista a Gabriel García Márquez nos muestra, de manera extrema, pero veraz, cómo fue su concentración al escribir “Cien años de soledad”. También habla sobre los tiempos que llevan las cosas, sobre la crisis y sobre darle para adelante, más allá de los celulares. Y confiar en uno, confiar en los demás.

 

Un estudio del investigador Adrián Ward demuestra cómo la mera presencia del celular a la vista (sin utilizarlo) disminuye el rendimiento de estudiantes universitarios en pruebas de memoria de trabajo e inteligencia.

 

Ese estudio analiza justamente eso: la mera presencia de un teléfono reduce la capacidad de concentración de una persona. En la investigación, los estudiantes a quienes se les pidió dejar sus teléfonos en otra habitación obtuvieron mejores resultados que quienes solo silenciaron y dejaron boca abajo el teléfono. Aunque no lo tuvieras “a mano”, a nivel inconsciente el teléfono sigue perturbando nuestra atención.

 

Y esto es tremendo, porque ya no tiene que ver con una distracción concreta o boicot, sino con la mera presencia del dispositivo.

 

 

 

 

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