La Cautana: 20 años en 20 anécdotas
El grupo que mantiene viva las tradiciones puntanas a través de cuecas y tonadas cumple 20 años y repasa los momentos más divertidos de una vida con la música.
Veinte años fue mucho tiempo para “La Cautana”, el grupo puntano que celebrará su aniversario redondo con un show que dará el sábado en el Cine Teatro San Luis. A partir de las 21, la banda se reunirá con su gente para cantar el feliz cumpleaños y otros clásicos de la música cuyana.
Antes, los integrantes del grupo recorrieron su historia en 20 anécdotas imperdibles que reflejan el compromiso, la diversión, los inicios, los cambios y la responsabilidad de una banda que sigue su camino pese a las adversidades.
Los sin nombre
A poco de empezar con los ensayos, alguien les propuso presentarse al PreCosquín, que por entonces se hacía en Justo Daract. Rápidamente los chicos prepararon algunos temas y se dispusieron a llenar el formulario de inscripción, donde se encontraron con el primer inconveniente: necesitaban un nombre. El encargado de hacer los trámites no tuvo tiempo de consultar con el resto de los integrantes y se le ocurrió “La Urbana”, que fue la primera denominación que tuvo el grupo. Se presentaron en el certamen y lo ganaron, sin saber cómo se llamaban.
Sin descanso
La gran actuación que tuvieron en la Plaza Próspero Molina en el PreCosquín los habían dejado muy satisfechos, exultantes y llenos de alegría. Después de un trajín de muchos días en la localidad cordobesa volvieron a San Luis con la idea de comer un asado con los amigos y descansar un par de semanas después del esfuerzo. Pero se encontraron con que Fabián Mora y Diego Sáez, dos músicos amigos de la banda, habían aprovechado el impulso y, como si fueran los managers, consiguieron seis o siete actuaciones para los días inmediatos. No hubo tiempo de descansar.
La elección de “Nacho”
Uno de los problemas centrales que tendría la primera etapa era la búsqueda de un cantante. Hasta entonces, “La Urbana” se había presentado como conjunto instrumental y el próximo paso era convertirse en un grupo con temas cantados. Cuando se miraron a las caras en un ensayo descubrieron que Nazareno Bizzoto era el que mejor afinaba. “Todos éramos músicos de tocar instrumentos, no de cantar”, reconoció Juan Carlos Pellegrini, el baterista. Así se decidió que “Nacho”, quien tras unos años se fue del grupo, fuera el cantante, con el apoyo de Martín Giménez, en la segunda voz.
Desnudos en la ruta
Al regreso de un show en La Toma, el grupo se dividió en dos autos. En uno iba Juan Carlos Pellegrini con Luis Arrieta y en el otro el resto de la banda. Ese coche se adelantó unos cuantos kilómetros y en un momento del viaje los músicos tuvieron que bajar a hacer sus necesidades a orillas de la ruta. En la oscuridad, quisieron jugarle una broma a los que venían detrás. Al divisar la luz de un auto por la ruta, los cuatro muchachos se pararon en medio del camino con los pantalones bajos para reírse de Pellegrini y Arrieta que venían detrás. A medida que el rodado avanzaba, algo raro empezó a notarse. Era un móvil policial que hacía su recorrido nocturno y que los tuvo un rato de interrogatorio.
La consumición
Los encargados de arreglar el cachet de la banda en los inicios fueron Mora y Sáez, quienes tenían las conversaciones con los dueños del local y negociaban precios y tiempo de actuación. En una ocasión, habían acordado un monto que les convenía a ambos, pero cuando la banda se sentó a comer y a beber en el local tuvieron que pagar el doble por lo consumido. “No solo tocamos gratis sino que tuvimos que poner plata de nuestro bolsillo para pagar”, recuerdan. A partir de entonces arreglaron que la comida y la bebida era parte extra del pago.
Una voz en el teléfono
La grabación del primer disco, ya como “La Cautana”, fue un gran paso para la banda. En La casa de la música, con la producción de Oscar Mediavilla, “Mi otra mitad” representó un hito para el grupo. “Mediavilla por esa época estaba con todas las ganas”, recordó Pellegrini, quien señaló que gracias al productor viajaron mucho por todo el país. Pero el mejor momento fue cuando Oscar insistía en que faltaba un tema para completar el disco y ahí nomás lo llamó al Paz Martínez para pedirle una canción. En diez minutos la tuvieron. Y en media hora la grabaron.
El amigo Bocha
Los viajes a Cosquín de “La Cautana” siempre tenían a la casa de “El Bocha” Bove y su esposa Bety Díaz como lugar de hospedaje. “Si vienen de San Luis se van a hospedar en mi casa, gratis, pero si no cantan tonadas, se van inmediatamente”, les dijo el hombre, que vivía a media cuadra de la Plaza Próspero Molina. Así, las estadías del grupo eran de hasta 20 días y compartían asados y reuniones con otros cuyanos que se bajaban del escenario y se iban a la casa de “El Bocha”.
La noche con Lucho
Una de las tantas veces que el grupo estaba en la casa de “El Bocha”, Pellegrini vio que por la ventana de la vivienda se asomaba una cara que le parecía conocida. En medio de la noche y la confusión descubrió que era “Lucho” González, prócer de la guitarra que acaba de tocar en el escenario con el trío “Vitale- Baraj- González”. Lo que siguió fue una guitarreada que en principio iba a durar una hora porque Lucho tenía que seguir de gira pero que terminó cinco horas después, con la luz del día y una tormenta descomunal.
La Traffic fundida
El único móvil que tuvo “La Cautana” en sus 20 años de vida fue una Traffic que compraron de apuro para viajar a Cosquín. El dueño les advirtió que antes de viajar le revisaran el aceite y otras cuestiones mecánicas, “algo que por supuesto no hicimos porque la compramos un jueves y el sábado teníamos que estar en Cosquín”. Cerca de Carlos Paz, el vehículo empezó a fallar y toda la comitiva de la banda (que incluía a los músicos y algunos familiares) temió lo peor. En Icho Cruz, la Traffic no quiso más y muchos tuvieron que volverse en colectivo, mientras Pellegrini y Rodolfo Santamaría se quedaron a la espera de la grúa, que los llevó hasta Villa Dolores, donde tras la cepillada de la tapa de cilindros pudieron retomar el viaje a San Luis, casi una semana después.
“El mercedino”
Es tan cercana la relación que el conjunto tiene con Cosquín, que muchas de las anécdotas más divertidas se vivieron en la localidad donde se hace el mítico festival. La primera vez que fueron, como concursantes del PreCosquín, prepararon y anotaron seis temas, aunque tocaran solo uno en la competencia. Cuando pasaron a la final, tenían que tocar otro, esta vez elegido por el jurado de entre la lista que habían enviado. Fabián Mora, el representante de la banda en la reunión de delegados, volvió muy contento: el jurado había elegido “El mercedino”, un tema que le gustaba mucho. Pero se encontró con la cara de desazón de los miembros del grupo: el gato cuyano era el único que no habían ensayado en profundidad, así que tuvieron que tocarlo una y otra vez en la calurosa tarde de Cosquín antes de subirse al escenario. Lo tocaron en vivo y lo volvieron a ganar.
Sin señal
Otro mal momento con los autos lo vivieron al regreso de un show en Nueva Galia, donde la Saveiro que les había prestado la hermana de Fabián Mora se descompuso en medio de las desoladas rutas sureñas. De tan desoladas que ni señal de teléfono tenían. Eso creían los integrantes de la banda que llevaron al sur sus aparatos más caros y modernos y no pudieron comunicarse con nadie durante un rato largo hasta que Fabián sacó su humilde Kyocera y tras alejarse un poco del grupo pudo hacer la llamada que los terminó salvando.
La guitarra de Martín
A la vuelta de un show en Carpintería, una tormenta de viento y lluvia atacó a la camioneta, que llevaba a los integrantes en su interior y a los instrumentos atados en el portaequipaje. En un momento del viaje, se oyó un ruido muy fuerte y por el espejo retrovisor se alcanzó a divisar la guitarra de Martín Giménez, una costosa Yamaha, tirada en medio de la ruta, todavía dentro del estuche. Sin muchas esperanzas, el guitarrista fue a buscar su instrumento y se sorprendió cuando abrió la caja y vio que su preciada herramienta de trabajo estaba intacta, no así el estuche. Fue tal la alegría, que Martín quiso llevar el estuche nuevamente a la camioneta, pese a que estaba destrozado, pero sus compañeros no lo dejaron porque el vehículo venía muy lleno y “porque ya había cumplido con su función”.
Sale “Nacho”, entra Raúl
A los pocos días de que Nazareno Bizzoto abandonara la banda, “La Cautana” fue convocada para ser parte de la delegación de San Luis en Cosquín, una oportunidad que no querían perderse. Con el reloj en contra, el grupo llamó a Raúl Alcaraz, quien había reemplazado en algunas ocasiones al vocalista. La respuesta de Alcaraz fue tranquilizadora: “Vamos para adelante”, les dijo y se pusieron a ensayar en tiempo récord para su primera presentación.
Mosquitos sanjuaninos
Un día en San Juan, a la espera de tocar en un festival, el grupo almorzó en lo de un amigo que les pidió, a plena siesta, ir a hacer una serenata a un barrio privado un poco alejado del centro. Al pie de una sierra, el grupo se encontró tocando no se sabe muy bien para quién (“era alguien muy creyente porque toda la zona estaba llena de santos y vírgenes”) y rodeado de mosquitos. “Tenían el tamaño de un helicóptero”, exageró Pellegrini. Al día siguiente tocaron lleno de ronchas rojas por todo el cuerpo.
Cerca de Mercedes
Si bien no llegaron a conocerla ni a tratarla, uno de los momentos más emotivos de los 20 años de “La cautana” fue cuando estuvieron muy cerca de Mercedes Sosa, el año que la tucumana abrió una luna del festival de Cosquín el mismo día que el grupo puntano hizo la previa del festival, en el escenario del anfiteatro mayor. “A nosotros nos gusta decir que hicimos de teloneros de Mercedes Sosa”, recuerdan.
Exceso de equipaje
El viaje a Europa que marcó su carrera fue, para muchos de los integrantes, el primero en avión. Casi un mes entre España y Portugal, festivales casi todas las noches y un presupuesto acotado que no les impidió aprovechar las ofertas de ropa que encontraron para engrosar sus placares. Lo que no sabían era que al regresar había multa por exceso de equipaje, así que se subieron al avión con hasta cinco pantalones encimados y cuatro camperas en el equipaje de mano.
El spanglish de Martín
En esos festivales, los músicos se encontraron con colegas de todo el mundo: Serbia, Brasil, Croacia, Bielorrusia, Sudáfrica, Nigeria y colombianos y bolivianos que por la cuestión idiomática fueron con los que más comunicación tuvieron. Ninguno de los muchachos puntanos sabía inglés así que se hicieron famosas las frases del guitarrista Martín Giménez en su afán por comunicarse. Una vez preguntó “¿Dónde queda la party?” para saber el lugar de una reunión entre músicos que se hacía al final del festival y en otra tiró “Una foto más” para pedir que un colega accediera a otro imagen que eternizara el viaje.
Campeones del mundo
Las delegaciones que giraban por los festivales europeos armaron un campeonato de fútbol que no desacertadamente comenzó a llamarse “El Mundial”; pues participaban equipos de todo el globo. “La Cautana” participó aún en la inferioridad que les indicaba ser músicos de 30 a 35 años que tenían que enfrentar a equipos integrados por bailarines de 16 o 17. La cuestión física los ponía en desventaja porque además los partidos se jugaban bajo 45 grados temperatura. Apenas reforzados por un músico de Bolivia, la banda dio la cara por el país y llegó a la final contra la selección de Sudáfrica, cuyos integrantes jugaban descalzos. Fue 1 a 0 a favor de “La Cautana” con gol de Darío Luna.
Desfile peligroso
Otro viaje que el grupo emprendió pocos años después fue a Colombia, donde iba a representar al país en una serie de festivales. Coincidió que el día anterior al desfile inaugural jugaban Argentina y Colombia, pero lejos del ánimo competitivo, los músicos vieron el partido en la casa de Leo Tellez, un amigo que les dejó colgar la bandera argentina al lado de la colombiana. El problema fue que se olvidaron de bajarla y al otro día tenían que abrir el festival con un desfile en donde cada delegación pasaba con la bandera de su país. Lo único celeste y blanco con forma de bandera que encontraron para reemplazarla fue una faja que calzaba como cinturón en la bombacha gaucha de Raúl Alcaraz, el cantante. Así fue usaron eso como bandera, con el abanderado cuidando de que el pantalón no le cayera por el piso.
La dolorosa decisión de Rodolfo
Tras el viaje por Europa de 2019, a Rodolfo Santamaría siempre le quedó la idea de volver y probar suerte. Un día de 2023, reunió al grupo para avisarles que tenía todo listo para emigrar a España. Fue un momento de tristeza para el grupo pero también de alegría al comprobar la decisión férrea de su amigo de buscar nuevos horizontes. “Excepto con Nazareno, nunca nos había pasado que un miembro abandonara el grupo, no sabíamos cómo íbamos a seguir”, señalan hoy los integrantes del grupo. Con la poca distancia recorrida sin Santamaría, los que quedan lo único que quieren es seguir tocando y algún día ir a España a reencontrarse con su amigo.


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