La realidad de los esfuerzos económicos de los países ricos para proporcionar financiación climática al Sur global es menos de un tercio de lo que señalan sus cifras oficiales.
Así lo muestra un reporte de la coalición internacional contra la pobreza Oxfam.
Las afirmaciones por parte de estos países (ricos) de que ya están cumpliendo sus promesas financieras son exageradas, ya que sus esfuerzos reales son mucho menores de lo que la cifra oficial parece indicar.
Los países ricos aseguran haber movilizado casi 116.000 millones de dólares en financiación climática en 2022, superando por primera vez los 100.000 millones anuales que habían prometido alcanzar de cara a 2020, para ayudar a los países del Sur global a enfrentar el empeoramiento de los efectos de la crisis climática.
Sin embargo, aunque unos 92.000 millones fueron aportados en forma de financiación pública, casi el 70% de esos fondos corresponde a préstamos.
Muchos de esos préstamos requieren poco o ningún esfuerzo financiero por parte de los países ricos, ya que son concedidos a tipos de mercado rentables, lo que aumenta los niveles de deuda de los países del Sur global.
Oxfam calcula que “el valor real de la financiación climática aportada por los países ricos en 2022 es de sólo entre 28.000 y 35.000 millones de dólares y que como máximo apenas fueron destinados 15.000 millones a medidas de adaptación frente al cambio climático.
El informe de Oxfam expone que 35.000 millones de dólares, es la cantidad de dinero que las grandes empresas de petróleo y gas ganan en sólo seis días.
Los países del Sur global llevan años saliendo mal parados a causa de la cantidad real de financiación climática aportada a la baja por los países ricos.
Las cifras de Oxfam toman en cuenta sólo el equivalente en subvenciones de los préstamos aportados (y no su valor nominal o total), reflejando por tanto el esfuerzo financiero real ejercido por los países ricos.
Los países de renta baja y media deberían recibir la mayor parte de los fondos en forma de subvenciones, a su vez dirigidas a poner en marcha verdaderas iniciativas relacionadas con el clima, que los ayuden a adaptarse a los daños climáticos y a abandonar los combustibles fósiles.
En cambio, esos países, entre los más pobres y endeudados, “sufren un perjuicio doble: en primer lugar, por los efectos climáticos a los que apenas han contribuido; y, en segundo lugar, al tener que costear los intereses de los préstamos que les conceden para hacer frente a esos efectos”, indicó el reporte.
La financiación climática es un tema espinoso en las negociaciones internacionales, ya que la discrepancia, entre las promesas financieras y la realidad, sigue minando la confianza mutua que los países precisan.
Asimismo, esa financiación tiene un carácter vital a nivel material, puesto que en muchos países es la única vía para poder adoptar medidas climáticas.


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