11°SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Los días de la historia

"Los días de la violencia" es el nuevo libro del escritor y docente. Es el segundo de cuatro tomos con los que pretende abarcar la construcción de Argentina Con un objetivo en mente: mostrar la multidimensión de la historia y  cómo es mejor comprenderla que juzgarla. 

Por Astrid Moreno
| 08 de julio de 2024

El escritor, guionista y docente argentino apuesta e incursiona en una meta que persiguen todos quienes escriben sobre historia: producir un texto que la haga relevante y lo suficientemente entretenida para que sea consumida por un público masivo y, muchas veces, desconocedor del pasado que hizo a Argentina un país independiente y republicano. Su principal barrera y fuente, el trabajo académico; su aliado, la tan convocante violencia. 

 

“Los días de la violencia (1820-1852)” es el nuevo libro del autor, secuela de "Los días de la Revolución (1806-1820)", que comprende el período entre las batallas de Cepeda (1820) y Caseros (1852). Se trata del segundo volumen de una saga que comenzó con "Los días de la Revolución" y que seguirá con "Los días de la Constitución" y "Los días del progreso".

 

Ambos libros fueron concebidos como una clase de Historia, o un conjunto de ellas, que permiten conocer y comprender mejor el proceso histórico que condujo a la formación de la Argentina en el siglo XIX. 

 

El escritor eligió enmarcar su último lanzamiento en dos batallas, ya que en ambas se derrumban grandes estructuras políticas: el Directorio y la Liga de los Pueblos Libres en Cepeda, y la Confederación Argentina liderada por la Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas en Caseros. Una época en la que los fusilamientos, el degüello de prisioneros, la ejecución de opositores y la exhibición de cadáveres marcan un período de violencia política "desconocida antes, y muy poco frecuentes después", como el explica en su prólogo.

 

Para comenzar con la lectura de "Los días de la violencia", para Sacheri es esencial partir de un principio: que cada sociedad, cada tiempo, merecen ser comprendidos antes que juzgados.

 

—¿Qué aspectos de este período entre las batallas de Cepeda y Caseros (1820-1852) te parecieron cruciales para entender la formación de Argentina?
—De ese período hay dos cosas que son muy importantes. La primera es que, habitualmente, se entiende a ese período como una anarquía, un derrumbe total de las formas de gobierno y los estudios más actuales prefieren hacer hincapié en la formación de las provincias. Los estados provinciales se consolidan en esa época y son claves para que algo quede en pie y para que después se construya lo que termina siendo el Estado nacional. La otra cuestión muy importante es esta violencia muy marcada en los enfrentamientos políticos y militares. Una violencia muy señalada y que no era tan frecuente en el período anterior, aun en el revolucionario contra España. Y después de 1852, lentamente, se va calmando también.

 

—¿Cómo fue el proceso de investigación para este libro? 
—En general, mi manera de trabajar estos libros es leer concienzudamente la bibliografía más actualizada, nacida de las universidades argentinas y de los institutos de investigación histórica. Es decir, abrevo en el mundo académico y, como hacemos los profesores, trato de llevar ese conocimiento complejo, detallado, múltiple, pero que en general trabaja obligatoriamente con una escala muy pequeña, muy localizada, que es como se investiga frecuentemente en historia, a una mirada más de conjunto que les pueda resultar interesante y panorámica a los lectores. Esa es la manera en la que investigo, es decir, no trabajo con documentación, con fuentes originales, sino con trabajos bibliográficos; con el mundo de los papers académicos y de los libros más recientes. Sería como una investigación de segundo grado la mía, no de primer grado, como la que hacen, insisto, los académicos en la universidad.

 

—¿Qué lecciones creés que podemos aprender del tratamiento de la violencia en ese período histórico?
—No sé si me atrevo a hablar de lecciones, pero sí creo que, a lo largo del tiempo, la historia argentina evidencia períodos en los que hay algunos consensos más fuertes y donde esos consensos dejan de existir. No creo que sea algo cíclico, sino algo cambiante, como sucede en cualquier país y en cualquier período histórico. Me da la sensación de que a lo largo del siglo XX también hemos tenido algún período de violencia desatada y otros en los que no, y lo mismo pasa en el siglo diecinueve. En general, esos períodos de violencia desatada son períodos donde la ley retrocede, donde el respeto a la ley y a la idea de los rivales como personas retrocede, es decir, hay una cosificación del enemigo o una anulación de la consideración de la humanidad y eso hace que la cosa, claramente, se brutalice.

 

—Ya no hay fusilamientos; sin embargo, ¿se podría afirmar que la política sigue siendo violenta?
—No veo ese paralelismo porque me parece que los conflictos actuales no se dirimen con los niveles de violencia física que se dirimen en ese período del siglo XIX, lo que no implica no considerar que a veces nuestros enfrentamientos puedan ser muy virulentos, pero no me parece comparable de ninguna forma nuestro actual modo de dirimir nuestros diferendos políticos con degollar rivales, clavar sus cabezas en la punta de una lanza o meter esas cabezas en una jaula y exhibirlas en una plaza. No me parece comparable.

 

—En varias oportunidades mencionás la importancia de facilitar el encuentro entre el trabajo académico y la sociedad. ¿Cómo creés que tu libro puede contribuir a este objetivo?
—Justamente, la pretensión de estos libros es acercar ese estupendo trabajo que se hace en el mundo académico a los lectores en general. Creo que hay en la Argentina un interés siempre renovado por entender el pasado, por estudiar ese pasado, pero a veces me parece que la divulgación histórica ha carecido del rigor y, sobre todo, de la modernización de enfoques que le puede aportar el trabajo académico. El gran desafío es ofrecer a los lectores algo que sea al mismo tiempo riguroso y entretenido; actualizado y, a la vez, placentero para la lectura. Ese es el gran problema.

 

—¿Qué podés adelantarnos sobre los próximos libros de la saga, "Los días de la Constitución" y "Los días del progreso"?
—En cuanto a los dos libros que me faltan escribir y publicar, tiene que ver con terminar de responder una pregunta que recorre los cuatro libros y que es un poco el origen de este interés. Decir: '¿Cómo se conformó la Argentina? ¿Cómo se construyó la Argentina como país?'. Argentina es algo que a principios del siglo XIX no existía, pero a principios del siglo XX sí existe. Ese siglo que media entre la no existencia y la existencia de la Argentina, la idea es recorrerlo a través de estos cuatro libros. A partir de 1852 habrá una Constitución y habrá un Estado nacional que se empiece a edificar. Sobre principios del siglo XX, ese Estado nacional ensaya un cierto modo de crecer, de asimilar inmigrantes, de conectarse con el mundo que implica una fortísima modernización. Esa es la materia de estos dos libros que me faltan y aspiro a que la tetralogía permita echar un vistazo sobre todo ese ciclo de construcción, y, sobre todo, les permita a los lectores, y es lo que más me interesa, que puedan pensar que hoy en día la historia se investiga en un montón de planos al mismo tiempo: sociales, económicos, intelectuales, emocionales, de género, de demografía, de política. Así es cómo se estudia y se enseña hoy la historia. Si esa idea queda clara, estoy recontra conforme.

 

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