Un salto de cumbia

La explosión de la cumbia rock que ocurrió en buena parte del continente encontró en Chile un conspicuo soldado en “Chico Trujillo”. El viernes a la noche, el grupo encabezó la grilla del Festival de cumbia latinoamericana que se realizó en Roma multiespacio.

Los organizadores aprovecharon que la expansión que tiene el género en todo el país (acaso encabezado por el éxito de La Delio Valdez) tiene su coletazos en San Luis con una buena cantidad de grupos dedicados al estilo.

Para acompañar a los chilenos, los elegidos fueron “La sensual y “La cumbe”, dos agrupaciones que -aunque con algunos puntos en común- también evidencian algunas diferencias.

En Roma, la encargada de abrir la noche fue “La sensual”, que mostró su inclinación al costado más melódico y salsero. Autores como Cheo Feliciano y el gran Willy Colon aportan al repertorio de la banda que bucea en las profundidades del género y elige al trombón a vara como instrumento clave.

En cambio, “La cumbe” ofreció un show repleto de hits como “El amor de mi vida”, “Cómo me voy a olvidar?” -para revalorizar a Los Ángeles azules-, a los que sumó momentos no tan cercanos como “Acuarela”, “Te cerraré la puerta”, “Amores como el nuestro” y “El embrujo”.

A su momento, el grupo central de la noche no se debatió tanto respecto a su repertorio y, como siempre, mezcló algunas canciones propias con clásicos de la cumbia (“Qué le pasa a mi camión”, “La pollera amarilla”, “Cariñito” y la estupenda “Boquita de caramelo”) y creaciones folclóricas llevados al tiempo bailable como “Duerme negrito*, cantada con todos los integrantes del grupo acostados en el suelo, y “El derecho a vivir en paz”, de Víctor Jara.

Una de las características de “Chico Trujillo” -además de la propuesta colorida y multicultural- es la ausencia de un líder claro al menos en el aspecto escénico. El afeitado Aldo Asenjo, el cantante, aunque no es más carismático del grupo, abandonó cada tanto el escenario para que el grupo se sumerja en bailables momentos instrumentales.

A veces el baterista, encargado de presentar los temas y de mantener un contacto más cercano al público; a veces el tecladista, sobre todo tras la despojada versión de “Hoy tengo ganas de ti” que hizo en un momento en el que se quedó solo en el escenario; a veces el timbalero, quien tomó en dos ocasiones el centro del escenario; a veces el trompetista, encargado de dirigir no solo los vientos sino también el resto de la banda, fueron los encargados de comandar el grupo en una demostración de convivencia democrática y ausencias de egos.