Similitudes y diferencias entre Bayer y Bayer
Derribaron una escultura, sin embargo el eco del silencio resuena en las calles donde alguna vez se erigió un tributo a la palabra valiente.
Osvaldo Bayer, el cronista de los olvidados, el historiador que desenterró los fantasmas del pasado, ha sido despojado de su pedestal. La estatua, símbolo de su lucha incansable por la justicia y la memoria, ha sido arrancada de su lugar, dejando un vacío que clama por respuestas.
¿Qué manos paganas intentaron silenciar las voces que fluían de su bronce? ¿Qué mentes débiles buscan borrar su legado?
Bayer, el hombre que impugnó al poder militar con su pluma afilada, el que se atrevió a nombrar a los verdugos y a reivindicar a las víctimas. Su figura está esculpida en la memoria colectiva, se alza como un faro de resistencia. Sus palabras, grabadas en los libros y en los corazones de quienes lo leyeron, continúan resonando con la fuerza de un vendaval. Bayer nos enseñó que la historia no es un relato inmutable, sino una construcción constante, una lucha por la verdad y la reparación. Por lo que, el lamentable hecho solidificará su legado y la conciencia colectiva.
Su legado es un recordatorio de que la libertad de expresión no es un privilegio, sino un derecho inalienable y un ejercicio permanente. Su vida, un testimonio de que la dignidad humana no se negocia ni se mancilla. Hoy, más que nunca, su voz se alza en defensa de los que no tienen voz, en denuncia de los que pretenden acallar la memoria.
La estatua puede haber sido removida, pero el espíritu de Osvaldo Bayer permanece intacto, indomable, eterno. Su presencia se siente en cada plaza, en cada escuela, en cada libro que nos invita a reflexionar sobre nuestro pasado y a construir un futuro más justo.
Bayer, un trovador de la historia marginal. Y su espíritu viento indomable esparció semillas de verdad y justicia que han germinado y brotado en la memoria de nuestro país.
Bayer, el hombre que cabalgó sobre la historia, desenterrando los secretos que el tiempo ocultó, nos enseñó que la memoria es un arma, que la verdad es un fuego que no se extingue.
Su legado, como un faro en la noche oscura, nos guía hacia un futuro de libertad y dignidad, donde la voz de los silenciados resuene, y la justicia sea el canto que nos una.
Aunque su estatua haya sido derribada, su presencia se siente en cada verso rebelde, Osvaldo Bayer, el poeta eterno, siempre presente.
Asimismo, vemos como la sombra del mal consolida al poder de turno. Por eso, se desmantela un símbolo de la memoria y la resistencia. Mientras la sombra de otra 'Bayer' se alarga sobre el paisaje. La ironía no puede ser más punzante: Osvaldo Bayer, el cronista de los desposeídos, silenciado en bronce; y Bayer, la corporación, cuyo legado se mancha con controversias ambientales y éticas, continúa su marcha. Dos nombres, dos mundos, dos legados en pugna, uno que clama por justicia, el otro que busca silenciarla.


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