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La revolución de la IA aún está en marcha

La carrera por la IA: entre la soberanía tecnológica y la utilidad práctica. Por Alicia Bañuelos

Por redacción
| 23 de julio de 2025

En los últimos meses, el debate sobre la inteligencia artificial (IA) ha escalado a nivel mundial. Desde las gigantescas inversiones en infraestructura hasta las discusiones sobre control y seguridad, el rumbo de esta revolución tecnológica será decisivo para países, empresas y ciudadanos. El panorama se ha vuelto aún más interesante con la aparición del concepto de “IA soberana”, una idea que busca construir sistemas de inteligencia artificial gestionados con recursos y datos nacionales.

 

La apuesta por la “IA soberana”: ¿protección o nuevo mercado?

Recientemente, la revista The Economist destacó cómo varios países están impulsando su propia infraestructura de IA para reducir su dependencia de los gigantes tecnológicos de Estados Unidos y China. Jensen Huang, CEO de Nvidia, ha sido uno de los grandes promotores de esta visión, defendiendo que cada nación debería tener su propia “fábrica” de IA, entrenada con datos locales y alineada con los valores de su cultura. El objetivo es claro: aumentar la seguridad, proteger datos sensibles y mantener la independencia en un mundo donde Nvidia controla casi el 90% del mercado de chips para IA.

 

Pero, ¿cuál es la verdadera motivación? La respuesta no solo apunta a la soberanía, sino también a un lucrativo mercado que podría valer miles de millones de dólares. Países como Arabia Saudita, Francia y Alemania ya están invirtiendo para desarrollar su propia infraestructura, buscando tanto competir como protegerse de una dependencia excesiva. Para las grandes tecnológicas como Nvidia, los gobiernos se convierten en clientes clave, abriendo un campo de negocio en plena expansión.

 

La “revolución en pausa”: el ciclo de la desilusión y la recuperación

Como ocurre con toda gran revolución tecnológica, el entusiasmo inicial choca con la realidad de los obstáculos y los fracasos. The Economist también describe cómo muchas de estas iniciativas de “IA soberana” enfrentan dificultades: la fragmentación de datos, la escasez de talento y los altos costos impiden que alcancen su máximo potencial. Muchas empresas y países están entrando en lo que los expertos llaman el “abismo de la desilusión”: esa fase de desencanto cuando las promesas no se cumplen tan rápido como se esperaba.

 

Este ciclo no es nuevo. La reconocida economista Carlota Pérez explica que toda revolución tecnológica atraviesa varias fases: una explosiva “instalación” llena de euforia, seguida de un inevitable “período de desilusión”. Sin embargo, después de la turbulencia, llega una fase de madurez en la que la tecnología se integra en la vida cotidiana, generando beneficios reales y duraderos. Esto solo ocurre si las instituciones y la sociedad se adaptan y crean un entorno favorable para la innovación.

 

En el contexto de la IA, esto significa que los avances deben ir de la mano de una buena gestión de datos, inversión en talento y una visión clara de su utilidad práctica. La verdadera disrupción no la hacen los chips o los modelos, sino la capacidad de las organizaciones para transformar esas innovaciones en mejoras concretas para la población.

 

La importancia de la adopción: más allá de la infraestructura

Una visión estratégica cada vez más extendida sostiene que, más allá de la infraestructura, el éxito de una nación con la IA no se mide solo por cuánto invierte en tecnología de punta, sino por cuánto logra que esta sea adoptada y utilizada en el día a día. Ya no se trata de una carrera exclusiva para gigantes como Estados Unidos o China; la clave está en democratizar y aprovechar las tecnologías existentes.

 

La verdadera competencia, entonces, no reside solo en tener los mejores algoritmos o el hardware más potente, sino en cómo se expande el uso de la IA a todos los rincones de la economía: desde la sanidad y la agricultura hasta la administración pública y las pequeñas empresas. Como analizo en mi nota del 5 de julio, la historia de la innovación demuestra que los países que prosperan son aquellos que integran las nuevas tecnologías en la vida cotidiana. El éxito no depende únicamente de crear “la máquina más poderosa”, sino de que esa máquina se convierta en un motor real de crecimiento y bienestar para todos.

 

La revolución que aún está en marcha

Aquí es donde la perspectiva de Carlota Pérez resulta fundamental. Ella nos recuerda que las revoluciones tecnológicas son ciclos con fases de auge, crisis y madurez. La IA se encuentra en esa transición, donde las expectativas se enfrentan a los obstáculos. La fragmentación de datos, la falta de talento y los riesgos de errores costosos son retos que debemos superar.

 

Es crucial entender que estos obstáculos no son el fin de la revolución, sino una parte natural de su evolución. La historia nos enseña que, si superamos este “abismo de la desilusión” con visión y estrategia, podemos alcanzar una etapa de madurez en la que la tecnología transforme de manera profunda y duradera la economía y la sociedad.

 

La verdadera utilidad: más allá de los “bots”

Por eso, cuando las empresas adoptan la IA, si bien implementar “bots” de atención al cliente o automatizar tareas simples es un excelente primer paso para ganar experiencia, la verdadera revolución está en usar esta tecnología para transformar procesos, mejorar decisiones y crear nuevos productos. Como dijo Dario Amodei, cofundador de Anthropic, “no basta con que la IA sea más inteligente; debe ser más útil”.

 

Aquí radica el desafío: entender la IA no como un generador de textos o imágenes, sino como una herramienta para potenciar la creatividad y la eficiencia. Para lograrlo, las empresas deben gestionar mejor sus datos, invertir en talento y fomentar una cultura de innovación.

 

Un buen modelo a seguir es el que propone no solo invertir en grandes infraestructuras, sino también en programas de capacitación y acceso para que las pequeñas y medianas empresas, los trabajadores y las instituciones públicas puedan usar la IA en su día a día. La verdadera meta es democratizar la IA, convirtiéndola de un privilegio para unos pocos en un motor de productividad y bienestar para toda la sociedad.

 

Conclusión: una revolución en pleno desarrollo

Como toda gran revolución, la IA atravesará sus ciclos de auge y crisis, pero su éxito final dependerá de que sus beneficios lleguen a todos y no solo a unos pocos

 

El éxito de la IA no dependerá de crear la tecnología más potente, sino de hacerla accesible y útil para todos. La revolución aún está en marcha, y su triunfo se medirá por nuestra capacidad para integrarla en la vida diaria y la economía.

 

 

Fuente: ilustración Noticias.ai

 

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