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La doble batalla por el futuro de la IA: código abierto contra energía infinita

Mientras los usuarios se maravillan y se sorprenden por los alcances de la Inteligencia artificial, dos frentes bélicos emergen desde los centros de poder mundial. Por Alicia Bañuelos

Por redacción
| Hace 21 horas

La revolución de la inteligencia artificial no se está librando en un solo frente. Mientras el público se maravilla con las capacidades de ChatGPT, Gemini o Copilot dos batallas titánicas y simultáneas están definiendo quién dominará la tecnología más transformadora de nuestra era.

 

Tal como lo revelan recientes análisis de la revista The Economist, una es una guerra de estrategia digital, sutil pero feroz, entre Estados Unidos y China. La otra es una lucha brutal contra las limitaciones del mundo físico: la insaciable sed de energía de la IA.

 

 

Ambas exponen un panorama donde los jugadores más grandes del mundo están apostando todo, porque quedarse atrás no es una opción.

 

 

 

Frente 1: La Guerra Fría de los Algoritmos

 

 

En el campo de batalla digital, dos filosofías chocan. Por un lado, está el modelo occidental, liderado por gigantes como OpenAI, Google y Microsoft. Su estrategia se basa en crear modelos de IA "propietarios" o "cerrados". Piense en ellos como la receta secreta de Coca-Cola: son extremadamente potentes, su desarrollo cuesta miles de millones de dólares y se venden como un servicio premium. El objetivo es claro: ampliar las fronteras de la inteligencia artificial, crear una "superinteligencia" y, por supuesto, monetizarla.

 

 

Pero al otro lado del Pacífico, China está ejecutando una jugada completamente diferente. Como destaca un informe de The Economist, en lugar de guardar sus mejores creaciones bajo llave, empresas como DeepSeek y Alibaba están liberando modelos de "ponderación abierta". No es "código abierto" tradicional, sino que publican los "pesos" o parámetros del modelo, que son el cerebro aprendido de la IA. Es como si un chef publicara los ingredientes y proporciones de su plato estrella, permitiendo que cualquiera pueda recrearlo, adaptarlo y mejorarlo.

 

 

Esta estrategia está dando resultados sorprendentes. Andrew Ng, experto en IA de Stanford, la describió para la publicación británica como una "lucha darwiniana a vida o muerte" que acelera la innovación a un ritmo vertiginoso. Los modelos abiertos chinos no solo están superando a sus homólogos estadounidenses, sino que se están acercando peligrosamente a la capacidad de los mejores modelos propietarios.

 

 

El impacto ya es visible en Silicon Valley. The Economist cita a Martin Casado, de la firma de capital riesgo Andreessen Horowitz, quien estima que el 80% de las nuevas startups de IA que visitan sus oficinas utilizan un modelo de código abierto chino. ¿Por qué? Porque son gratuitos, personalizables y permiten ejecutar la IA en servidores propios. Mientras Estados Unidos apuesta por vender el coche más lujoso, China está regalando motores de alto rendimiento para que todo el mundo construya su propio vehículo. Esta diferencia de enfoque no es menor: Occidente busca controlar la cima, mientras que China busca construir la base, fomentando una adopción masiva con una enorme ventaja estratégica a largo plazo.

 

 

 

Frente 2: La Batalla por la Energía y el Espacio Físico

 

 

Toda esta competencia digital depende de una infraestructura física colosal, y es aquí donde la IA choca violentamente con la realidad. Como detalla otro análisis de The Economist, el desarrollo de estos modelos consume una cantidad de energía demencial. Un solo rack de servidores con chips de IA necesita diez veces más energía que uno convencional de hace unos años. Aquí es donde entran en juego los superescaladores (o hyperscalers). Este término se refiere a los gigantes tecnológicos que operan a una escala casi inimaginable: Alphabet (Google), Amazon, Microsoft y Meta. Se les llama así porque su negocio se basa en construir y gestionar redes masivas de centros de datos, una infraestructura global que "escala" para dar servicio a miles de millones de usuarios simultáneamente. Son los dueños de la nube y, por tanto, el motor físico de la era digital. Hoy, estos superescaladores enfrentan una crisis existencial. Sus ambiciones de IA disparan la demanda de electricidad. Según las proyecciones citadas por la revista, para 2028 los centros de datos en EE. UU. podrían consumir el 12% de toda la electricidad del país, una cifra asombrosa. Las redes eléctricas no dan abasto, y lugares ideales para construir estas instalaciones, como el norte de Virginia, están saturados. La desesperación está llevando a estos gigantes a tomar medidas extraordinarias, revelando cuán alto es el riesgo:

 

 

1. Colonizar nuevos territorios: Se expanden a lugares "menos que ideales" como Ohio o al extranjero, buscando países con energía barata como España o Malasia.

 

 

2. Convertirse en empresas energéticas: Ya no les basta con comprar energía; ahora la generan ellos mismos. Amazon intentó adquirir un centro de datos alimentado por una central nuclear. Google invierte en presas hidroeléctricas y parques solares masivos. El proyecto "Prometheus" de Meta, del tamaño de Manhattan, incluso extraerá su propio gas natural.

 

 

3. Apostar por el futuro nuclear y geotérmico: Mirando más allá, financian startups que desarrollan pequeños reactores nucleares modulares (SMR) [como el CAREM, Central Argentina de Elementos Modulares de Argentina, que es reactor nuclear pequeño y modular desarrollado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y que el gobierno nacional paró su desarrollo], exploran la energía geotérmica e incluso el hidrógeno.

 

4. Negociar con la red eléctrica: Proponen sistemas de "flexibilidad", comprometiéndose a no consumir energía en horas pico a cambio de un acceso prioritario el resto del tiempo.

 

 

Una Apuesta de Todo o Nada

 

 

Los dos frentes de esta guerra están conectados. La estrategia china de modelos abiertos podría fomentar una computación más distribuida, aliviando la presión sobre centros de datos centralizados. Mientras, la carrera estadounidense por modelos más grandes exacerba la crisis energética. El panorama es el de una carrera armamentista con apuestas existenciales. Proyectos como "Stargate" de OpenAI, un superordenador de 100.000 millones de dólares, muestran la escala de la ambición, pero también su fragilidad, con informes, recogidos por The Economist, de reveses por desacuerdos sobre cómo obtener la energía. Nadie sabe qué estrategia prevalecerá. ¿Ganará el modelo propietario más inteligente, o el modelo abierto más adoptado? ¿O quizás el ganador será quien logre asegurarse suficiente electricidad para mantener sus servidores funcionando? La única certeza es que la batalla por el dominio de la IA es multifacética, brutalmente cara y definirá el poder tecnológico global. Como concluye uno de los análisis de The Economist, en un escenario tan complejo, "incluso el modelo de IA más avanzado podría tener dificultades para ofrecer un asesoramiento definitivo".

 

 

Ilustración: Institute For Global Affairs

 

 

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