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"La agroindustria debe ser la estrella"

Por redacción
| 09 de noviembre de 2014
Piazzardino no dejó temas sin tocar: granos, carnes, exportaciones, dólares y las elecciones.

Qué es la industria agroalimentaria en la Argentina? La historia demostró que no es un negocio “perro”, ni una “incógnita” de la que no se sabe qué esperar. Para el director de Relaciones Institucionales del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral, Bernardo Piazzardi, el desafío es que este sector deje de ser considerado como una “vaca lechera”, que provee dólares; y se convierta en el producto “estrella”, con un horizonte de crecimiento ilimitado. 

 

Mientras los norteamericanos tienen 108 sensores estratégicos en distintos puntos del mundo, la Argentina sólo cuenta con cinco. El país no está haciendo los deberes.


Esta fue la analogía que utilizó el especialista para mostrar el potencial del campo y las oportunidades que tiene que empezar a aprovechar hoy para quedar mejor posicionado en el futuro, durante un desayuno de trabajo organizado por la Fisal al que asistieron funcionarios, dirigentes políticos, productores y empresarios de San Luis.

 


Pero para eso ocurra falta inteligencia competitiva en las políticas nacionales, una condición que para Piazzardi es indispensable para entrar a jugar al nivel de las grandes ligas. Mover las piezas con velocidad, estrategia y contundencia porque en el mercado mundial, “Argentina corre contra Canadá,  Brasil, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y China”, grandes rivales que trabajan para generar más alimentos.

 


Un ejemplo es la cantidad de sensores estratégicos que tienen para medir el pulso de los mercados. “Estados Unidos tiene 108 en distintas partes del globo, el país apenas cuenta con cinco. No estamos haciendo bien los deberes, señores”, dijo sobre uno de los indicadores de eficiencia. “Ellos están mirando qué consumen los clientes, qué van a consumir y qué producen o producirán todos los que compiten conmigo”.

 


Sin detenerse a criticar la falta de políticas, dio la única solución teórica posible, que es soldar las relaciones de lo público con lo privado: “Fortalecer esa relación para que trabajen juntos y para ir tratando de hacer esa inteligencia competitiva, si no difícilmente podamos capitalizar la gran oportunidad que se le presenta al país”. 

 


Por eso, para aprovechar los nuevos escenarios hay que mirar todas las variables que participan del negocio de los agroalimentos. Una de ellas es el crecimiento poblacional y el ingreso anual de millones de personas a la clase media, a una nueva rueda de consumo.

 


Uno de los puntos de quiebre más importantes del último tiempo se dio en 2010, cuando por primera vez en la historia la balanza se movió a favor de las urbes, “y pasó a haber más gente viviendo en las ciudades que en las zonas rurales”. Este dato torció completamente el sistema agroalimentario mundial. “Porque básicamente lo que representa es un cambio muy fuerte en los hábitos de consumo”, desgranó Piazzardi. 
Un ejército de personas que pasaron de vivir de su huerta y su granja se mudó a las grandes ciudades, entraron a un nuevo ritmo de vida en el cual quieren ahorrar tiempo, simplificar las rutinas y comer comida hecha. Pasaron a consumir en las grandes cadenas como Pizza Hut, KFC o McDonalds. Y la tendencia a 2020 sigue con la invasión a las ciudades.
“En la actualidad hay cerca de 2 mil millones de personas de clase media, que en promedio gastan un total de 6.9 billones anuales y que para 2020 elevarán el consumo a los 20 billones -el doble del consumo actual de Estados Unidos-", soltó como para que los asistentes dimensionen lo que implica. Y comentó que hoy en Asia hay unas 500 millones de personas en la clase media y que para dentro de 20 años esa cifra crecerá hasta los 3.200 millones de consumidores, con patrones de consumo bastante diferentes a los actuales.
“Todas estas familias, prueban la carne de cerdo y luego un bife de vaca, entran a un camino de consumo alimentario sin retorno. Tal como sucedió en China, en donde a principios de los 90 cada habitante comía 19 kilos, a 2012 pasó a consumir 36 y las estimaciones a 2020 son de 47 kilos”, señaló.
Así, va a ser inevitable la demanda voraz que habrá de alimentos. Según Piazzardi basta con hacer las cuentas de la cantidad de maíz que se necesita para proveer esta gran industria: “Hace falta 50 millones de toneladas de maíz sólo para afrontar ese pequeño salto o cambio de hábito de consumo. Esto pensando en lo que es cerdo únicamente”.
De ahí fue directo a la hoja de ruta en blanco que tiene nuestro país para este futuro cada vez más cercano: “¿Qué está haciendo la Argentina para capitalizar esta oportunidad?”, disparó con un tono en el que solapó la respuesta.
El crecimiento de insumos para esta gran fábrica de alimentos mundial también necesita de la soja. “Veamos qué está haciendo China. En 2008 tenía una capacidad de molienda de 40 millones de toneladas, y a 2014 muelen 69 millones de toneladas de soja”. En este proceso de transformación sacan la tajada, porque una tonelada de poroto cuesta la mitad que una tonelada de aceite o harina.
“¿Qué significa para la Argentina eso? De los 80 mil millones de dólares que exporta la Argentina, unos 30 mil millones de dólares provienen del complejo sojero. Es decir, más de un 30 por ciento viene de este pequeño producto”, pero el país no está viendo esta jugada. “Todos los grandes ubicados en la costa de China ya se están adelantando: Cargill, Dreyfus, con plata del Estado chino están crusheando esa soja (…) ¿Estamos anticipando todos estos temas?”.

 



Mucho ocio y poco negocio

 


Ese papel que adoptó la Argentina en el escenario mundial está sustentado por las acciones tomadas puertas adentro. El ejemplo clásico es el de la carne vacuna. Con ánimos constructivos, Piazzardi le dio un giro al problema de cómo se manejan las políticas proteicas en el país y soltó algunas oportunidades por aprovechar. 
“Uno de los primeros anuncios de Casamiquela (N de R: el Ministro de Agricultura de la Nación) fue que quería llevar a un 80/20 la relación consumo con exportación de la carne vacuna.  La realidad es que hoy exportamos menos del 4 por ciento de la producción total, pero según distintas estimaciones como las realizadas por la FAO o la Secretaría de Agricultura estadounidense estamos en condiciones de exportar un millón de toneladas a un valor promedio de 5 mil dólares la tonelada. Son 5 mil millones de dólares que estamos perdiendo. Hay ciertas cosas que son tan obvias que a veces parece redundante repetirlas, pero ahí está el desafío”, aseguró Piazzardi. 
Una de las objeciones frecuentes que se escucha en ámbitos sociales de todo tipo es que “somos carnívoros”, no por naturaleza sino por herencia y tradición. Aunque para el especialista ese razonamiento tiene una réplica casi inmediata: el caso de Uruguay. “Ellos también son carnívoros pero el año pasado exportaron el triple que la Argentina”, comentó.
La excusa tampoco puede sostenerse en los cortes. A pesar de que en los últimos meses los precios de la carne aumentaron, los argentinos siguieron con el mismo ritmo de consumo. No la abandonaron ni siquiera un gramo. “Entonces hacemos cortes baratos y populares y el que quiere comprar lomo que pague el mismo precio de exportación, como en París”, disparó.
Y ahí soltó su propuesta de meter un poco más de cerdo en esa dieta supercarnívora. Pero hay otro problema que es el del arbitraje de precios. “El precio al mostrador tendría que estar a un 50 por ciento del de los cortes vacunos pero está en un 80 por ciento”, señaló y comentó que en el caso de combinar una buena estrategia en lo que es producción de proteínas el país podría recibir buenas toneladas de dólares.
La idea también tiene un respaldo saludable, porque según investigaciones realizadas por el centro de estudios, el consumo per cápita de proteína animal en la dieta de los argentinos está “en el techo de las recomendaciones”. “Acá tenemos el problema de la mal nutrición, unas 5 millones de personas no comen bien. El Estado tiene mucho para hacer ahí”. (Ver recuadro de Investigación...).
Ahora bien, ¿qué pasa con la otra parte del campo? Esa pregunta aprovechó Bernardo Piazzardi para hablar de la soja y de lo que sucedió en el sector este año, en el que los productores guardaron 22 millones de toneladas en silobolsas. Dejaron pasar la racha de los altos precios de abril y en esa maniobra “se nos fueron mil millones de dólares”.
“¿Qué está pensando el productor para no tomar esa decisión? Ahí pasan varias cosas, hay un problema de tipo de cambio, porque va a cobrar su soja a 8 pesos -el valor oficial del dólar- y tengo que ir a comprar dólares a 16 pesos -el blue- más las retenciones”. En esa nebulosa del valor del dólar, muchos agricultores de la Pampa Húmeda decidieron "sobrestockearse" de insumos. “No puedo comprar dólares, así que en vez de un bidón de glifosato compro cuatro”, una medida que va en contra de las leyes de la economía.
Entonces un tipo de cambio atrasado y una presión tributaria récord, sobre la economía en general y el sector agrícola en particular, “profundizan las consecuencias internas del deterioro de los precios internacionales”. “Y si a eso le sumamos lo que sucede en Chicago, la superproducción de EE.UU. y Brasil, el problema toma otro volumen y el Estado tiene que estar ahí para ayudar”.
Sin muchas esperanzas de que la situación interna cambie, el lado positivo lo encontró afuera. “Se está dando la cosecha en Estados Unidos y pueden pasar muchas cosas. Tienen que apurarse a levantarla y el índice de avance de cosecha es el menor de los últimos años. Esto aún no se refleja en los precios, pero podría llegar a darse”, dijo.
Un dato importante que tiró y que podría impactar en Chicago fue el de que hasta ahora los “bonos libres de riesgo” del Tesoro estadounidense estuvieron dormidos. “La estrategia actual es que se reactive la economía, entonces esa tasa podría pasar a ser una opción de inversión para los grandes especuladores que estaban en los granos”.
Y en paralelo, el mundo sigue adelante. El 2015 será un año electoral, como consecuencia, si hasta hoy es incierto el precio del dólar y el futuro de la economía, ¿qué pasará hasta octubre o noviembre, en caso de una segunda vuelta? Piazzardi, no hizo más comentarios y simplemente mostró un cuadro de coincidencias entre las fechas de los comicios y el calendario de siembras y cosechas. (Ver cuadro Calendario...). Habrá que esperar hasta ese entonces para ver si de una vez por todas, el campo empieza a ocupar un lugar especial, como estrella de la economía local.

 


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