La semana caliente terminó con violencia en la cancha

Los días previos al Superclásico habían levantado la temperatura al máximo. Carlos Ahumada, el presidente de Estudiantes, marcó la posibilidad de llevar el partido fuera de los límites provinciales, al confirmarse desde la policía que sólo se iba a brindar seguridad en el "Juan Gilberto Funes" y no en el Coliseo, como había pedido el Verde ante el Consejo Federal de AFA, vía Liga Sanluiseña.

Hay un detenido: Gastón Garimendi, a quien se le aplicará la prohibición de ingreso a espectáculos deportivos.

Consultado por El Diario, en la edición del miércoles 19, página 22, sobre el porqué de no jugar en La Punta, y hacerlo en su estadio sólo con público local, declaró que en la primera fase (13 de octubre) su hinchada la pasó mal y que por Copa Argentina (6 de noviembre) no se dio la cifra exacta de público y la recaudación, con dinero a repartir por partes iguales, no era la real.

Oscar Papaño, el jefe de la Policía de la Provincia, dijo el martes por la tarde, en conferencia de prensa: “Uno quiere lo mejor, no estamos en contra de ningún espectáculo deportivo, al contrario. Queremos que la familia vuelva a la cancha y que no se torne en una batalla entre diferentes hinchadas... En el estadio provincial estamos en condiciones de garantizar la seguridad para ambas hinchadas, para que esto sea una fiesta, sin necesidad de incentivar o provocar desmanes”.

El mismo martes, horas después de las declaraciones de Papaño, existió un principio de acuerdo tras una reunión entre Arnaldo Lastra, el ministro de Deportes, y directivos de Estudiantes. El Estadio Provincial como escenario, las 17 como la hora establecida y la posibilidad de que asistan las dos parcialidades.

La semana siguió con la confirmación de la venta anticipada de entradas, lo que se dio con total normalidad y a un ritmo tranquilo.

¿Quién puede dudar de que el estadio provincial es el mejor escenario para un Superclásico?

Pero ayer, cuando a las 16:50 el árbitro salió a la cancha para dirigir el partido, primero entraron dos hinchas de cada lado provocándose con quitarse banderas colgadas en la popular ajena.

Después esos dos por bando fueron cuatro, luego diez y terminaron siendo un centenar por lado, golpeándose y arrojándose proyectiles ante la pasividad policial, que no contempló ni en cantidad ni en efectividad cómo resolver la situación. Desbordada por hinchas en su mayoría jóvenes, los pocos policías corrieron despavoridos detrás de algunos simpatizantes.

Si no sucedió una  tragedia fue sólo porque Dios es grande.

Anoche, el jefe de policía Oscar Papaño confirmó que sólo "hay un detenido: Gastón Garimendi, 18 años, con domicilio en el barrio 222 Viviendas, a quien se le aplicará la prohibición de ingreso a espectáculos deportivos". Papaño sentenció: "Fue quien comenzó los desmanes".

Una parte del alambrado de la cabecera sur quedó como acceso directo al césped. Debieron "emparcharlo" con vallas, primero, y con un cordón policial, después, para neutralizar la zona como primera medida para que el juego pudiese arrancar.

Después los presidentes de ambos clubes y los capitanes se dirigieron a hablar con sus hinchas, alambrado de por medio, indicando que al primer incidente el partido se suspendía.

Entraron los equipos. Apareció el colorido en las cabeceras. A las 18:35 (una hora y treinta y cinco minutos después de lo previsto) hubo acción, el gol en el primer tiempo de Marcos Cabrera para el Juve, la tensión, la emoción... el fútbol, ni más ni menos, lo que todos fuimos a ver.

Pero a los 39' del complemento, el humo Verde imposibilitó continuar el juego. El árbitro paró el partido hasta recuperar la mejor visibilidad. Y en lugar de la prevención, la represión: balas de goma gases lacrimógenos, con familias enteras corriendo desesperadas por las tribunas. El desalojo total a la popular del Verde. La Policía dijo que arrojó gases porque desde la parcialidad Verde empezó a arrojar pedazos de tribuna hacia la cancha.

Doce minutos después se reanudó el partido y se jugaron los siete minutos finales (para un total de 46 minutos netos del segundo tiempo) y el festejo final del auriazul, con sus hinchas, a esa altura, casi como únicos habitantes del estadio.

Desde algunos medios de comunicación se instaló la sospecha sobre la designación de Mario Ejarque, que según antecedentes había jugado en las inferiores de Estudiantes y tiene en su núcleo familiar cercanía sentimental hacia el Verde.

Faltaron a la verdad. Ejarque, que nació en San Luis e hizo hasta la escuela secundaria en nuestra ciudad, luego se formó como árbitro en San Juan, jugó en San Luis pero no en Estudiantes, lo hizo en las divisiones inferiores de Pringles y es su hermano Germán, quien jugó en las categorías menores, pero de Juventud.

Ejarque, cuya familia vive cerca del Coliseo, tuvo un trabajo sin fisuras, con enorme personalidad y con detalles en pelotas divididas que no cambiaron el curso del juego. Siempre tuvo la predisposición, en todo momento, de que el partido primero se jugase, pese a la violencia antes del comienzo, y para que luego terminara, cuando se paralizó a los 39' del segundo tiempo.

El sábado, aplicando el derecho de admisión, Estudiantes, anfitrión en La Punta, decidió no acreditar a dos periodistas deportivos, situación que contó con la solidaridad del Círculo de Periodistas Deportivos de San Luis.

Pasó otro clásico. El séptimo por torneos nacionales y quedan muchas preguntas y otras tantas certezas, entre ellas una que cae por su propio peso: no hay estadio seguro, en el mundo, si lo que falla en justamente el operativo de seguridad.