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Homicidio en Las Lagunas: una anciana caminó cinco kilómetros para pedir ayuda

Por redacción
| 11 de marzo de 2014
La Comisaría cabecera del departamento investiga el homicidio y el asalto a la estancia.

Cuando Alcira Ramona Velázquez, con una pierna herida por un tiro de escopeta, salió de madrugada al campo, hacia lo de su cuñado, a cinco kilómetros de su casa, sabía que corría contra el tiempo. En su vivienda de las afueras de Las Vertientes, Departamento San Martín, quedaba su esposo, Pablo Hipólito Ávila, de 76 años, tirado en la cocina, con un escopetazo que un asaltante le había dado en la ingle sin que el hombre le hubiera dado motivo. La anciana de 74 años caminó a tientas entre las lomadas, tropezó, se desmayó una vez y se despertó sin saber dónde estaba. Cuatro horas tardó en llegar a lo de su familiar. Apenas recibió el aviso, Roque Ávila, el hermano de Pablo corrió a su casa, pero lo encontró muerto.

El atraco en el puesto rural “El Torcido”, a cuatro kilómetros de Las Vertientes por el camino al paraje La Cocha, fue cometido el sábado a las dos de la madrugada. Medio día después, cuando la Policía de San Martín buscaba pistas en esa zona, de Tilisarao, en el vecino Departamento Chacabuco, le llegó el dato de que cuatro hermanos de esa localidad podían estar involucrados en el asalto mortal. Ahora tres de ellos están imputados por el crimen.
Los acusados son Walter, Wilson y Jairo Torres. Un cuarto hermano y otro joven vecino fueron detenidos al principio, pero recuperaron la libertad, informó el jefe de la Comisaría de Distrito 27ª de San Martín, comisario Víctor Echegaray.
Alguien en Tilisarao sabía lo que habían hecho. Y lo comentó en el pueblo, a sesenta kilómetros de Las Lagunas. El rumor sobre los Torres llegó a oídos de la Policía.
La versión decía que un pariente los había llevado en auto no sólo a Las Lagunas, sino, unas horas antes, hasta la estancia “La Ramada”, ubicada en la ruta 40, que va de Renca a Potrerillos.
Ese establecimiento fue copado el viernes a las ocho de la noche por delincuentes armados con cuchillos que amenazaron con degollar a la dueña, de poco más de 60 años, y a un hermano de su marido que sufre de epilepsia.
Además de una motosierra y un celular, de “La Ramada” robaron un rifle calibre 22 y tres escopetas calibre 16, señaló Echegaray. Un arma de ese calibre usaron seis horas después en Las Lagunas para herir al matrimonio de ancianos.
Enterados del rumor, los policías de San Martín trasladaron la investigación a Tilisarao. 
Obtuvieron un testimonio de que al volver del asalto en “La Ramada”, los ladrones fueron a cargar GNC en el auto de su pariente y decidieron ir “a probar las armas”.
Según las pruebas reunidas luego, esa decisión los llevó hasta el campo de Pablo Ávila y Alcira Velázquez. Dos de los hermanos Torres habían vivido en la zona y la conocían bien.
Autorizados por la jueza Penal de Concarán, Patricia Besso, allanaron cuatro casas en Tilisarao, dos en la calle 25 de Mayo, una en la calle Raúl B. Díaz y otra en la calle San Luis.
Secuestraron ropas y calzados que serán analizados por la división Criminalística y también hallaron las armas y la motosierra robada en “La Ramada”. Los peritos también estudiarán las escopetas, para ver cuál fue empleada para atacar a los ancianos en Las Lagunas.

 

Para llegar a los presuntos autores del asalto en "La Ramada" y el crimen en "El Torcido" fue clave el testimonio de un allegado a los sospechosos.


Ataque en las sombras
Los ladridos de los perros la despertaron. Lo primero que atinó a hacer Alcira fue alumbrar el reloj con la linterna. Era la 1:45 del sábado y como los guardianes no paraban de “toriar”, se levantó con la linterna en la mano. Pero no la prendió hasta no salir de la casa en dirección a los corrales, hacia donde apuntaba el alerta que daban los “chocos”.
Caminó veinte metros y recién entonces alumbró. Se asustó al ver a un desconocido que se le acercaba. “Esto es un asalto”, le anunció el extraño. Alcira se sobrepuso al miedo, hizo callar a los perros y se volvió a su casa. No fue a la pieza donde ella dormía hasta un rato antes, sino a la de al lado, donde descansaba su marido.
“Dejá de mentir. Deben ser unos borrachos”, le contestó su esposo, incrédulo. Igual se levantó y caminó hasta la galería. Se quedó parado un rato en silencio. Como no escuchó ningún ruido extraño ni vio nada, se fue a la cocina. Ella quedó en la galería, alerta. En eso vio que se acercaban dos hombres y quiso correr. Uno de los intrusos le disparó con una escopeta. El tiro dio en una columna de la galería, pero algunos perdigones la alcanzaron en el muslo derecho.
Impedida de correr, asustada, la anciana vio que los delincuentes entraron a la cocina. Y en seguida escuchó un tiro. Vio que los delincuentes alumbraban con sus linternas para todos lados. “Dejaron revueltas las dos habitaciones, lo que demuestra que el móvil fue el robo”, dijo Echegaray.
Alcira salió decidida a buscar ayuda, pero debió esconderse entre los arbustos que rodean su casa para evitar que los asaltantes la vieran. Despacio, como pudo, se fue alejando. Eran casi las seis de la mañana cuando llegó a lo de Roque, su cuñado. El hombre llamó a la Policía. “El llamado entró en San Luis y de allá nos avisaron”, contó el jefe de la 27ª.
De San Martín, a cuarenta kilómetros al norte, partió hacia Las Lagunas el inspector Matías García en un patrullero. Cuando llegaba al campo se encontró con Roque Ávila, que iba hacia la casa. Llegaron y encontraron sin vida a Pablo. Se había desangrado por las heridas causadas por los perdigones, constató más tarde el médico forense de Concarán, Gustavo Lafourcade.

 


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