En 2007, Leo Sujatovich hizo la música de “La antena”, una película muda difícil de digerir que fue dirigida por Esteban Sapir y protagonizada por Valeria Bertucelli, Alejandro Urdapilleta, Julieta Cardinali y Florencia Raggi. En el concierto que dio el miércoles en el auditorio Mauricio López, el tecladista hizo algunos pasajes de esa obra e instó al público a buscar el filme “en los circuitos de videoclubs”.
Pobre Leo: sobre que quedan pocos de esos comercios en la provincia, debería saber que si esa película está disponible para el alquiler se debe a un verdadero milagro o al olvido de descatalogarla. Donde está disponible, sí, es en YouTube.
Justamente, su trabajo como compositor de música para películas fue el tema central de la charla que ayer a la mañana brindó en la Universidad Nacional de San Luis, una de las actividades que realizó Sujatovich en la provincia. La otra fue el recital.
Un escenario austero al que el pianista le sacó cualquier pretensión solemne contenía un teclado más bien pequeño en proporción al tamaño de su ejecutante, una silla y un micrófono. Allí subió Leo con una botella de agua mineral y una suerte de lista de temas.
Luego de una breve presentación en la que agradeció a quienes posibilitaron su llegada a la provincia y al público que fue a verlo, Sujatovich se internó en la música. Si bien el recital fue totalmente instrumental, el pianista no ahorró palabras para dar explicaciones o contar anécdotas entre tema y tema.
Como era de esperar, el eje giratorio en la noche fueron las músicas de Luis Alberto Spinetta, uno de los artistas que más influyó en la vida del visitante. La discografía enseña que durante “Spinetta Jade” -el grupo que compartieron Sujatovich y “El Flaco”- uno de los pocos músicos que compartió composiciones con el padre del rock nacional fue, justamente, Leo.
“En la mayoría de los casos yo llevaba la melodía, a él le gustaba y a los pocos días venía con una letra”, recordó el músico arriba del escenario antes de hacer “Mapa de tu amor”, la hermosa “La herida de París” y “Vida siempre”, con emoción incluida en la presentación y en la reminiscencia al título. Pero el momento máximo en el segmento Spinetta se asentó con “Maribel se durmió”, un himno que cobra belleza y sentido aún sin las inmortales palabras que componen la letra.
Lo mismo pasó con “Serenata para la tierra de uno”, la melodía de María Elena Walsh que conmociona en las manos de Leo, aún sin la fuerza de su poesía telúrica.
Sujatovich admitió que se nutrió de diversas geografías a lo largo de su vida musical. Fue de Mozart en su niñez a Los Beatles en su adolescencia. Y si bien no hubo en el concierto obras del austríaco (su formación clásica quedó evidenciada con su manera de interpretar), revisitó a los ingleses con una versión personalísima de “Eleanor Rigby”.
En ese ritmo musical, fue sorpresiva la incursión por un set de tango con una milonga propia y una precisa versión en candombe de “La puñalada” que hizo disfrutar al numeroso público que ocupó buena parte del auditorio Mauricio López un miércoles a la noche.


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