"Amigos sin barreras", cuando la radio es vehículo de integración

Para un discapacitado, tener un trabajo significa mucho más que un medio de subsistencia. Es una reafirmación personal, una manera de mostrarle al mundo que puede progresar igual que los demás, un motivo para sonreír. La directora de FM Radio Sol (95.1) lo entiende mejor que nadie, porque ella luchó contra las secuelas de una poliomielitis que la tuvo postrada desde que tenía un año. María Esther Amiotti es, entonces, una permanente generadora de posibilidades para la gente con alguna dificultad física o emocional.

Uno no sabe de dónde saca Víctor tanta fuerza. Es ciego, le falta una pierna y tiene diabetes.

De su incansable ingenio nació el taller de radiofonía que ya está a punto de tener sus primeros seis egresados. “Siempre me costó entrar en la sociedad, tener un medio de vida para ser independiente. Mi obsesión es ¿qué pasa con el discapacitado cuando pierde al papá y a la mamá? Puede tener hermanos, parientes, pero se queda muy solo, sin sus sostenes básicos. Entonces debe hacer cosas, mejor, puede hacer muchas cosas”, asegura sentada en su prolija oficina, rodeada de cuadros y afiches que tienen que ver con la comunicación, su pasión genuina.

Su radio tiene las puertas abiertas a este tipo de inquietudes desde siempre. Y su relación con Marina Lombardo, la jefa del Subprograma Promoción y Protección de las Personas con Discapacidad, fue fundamental para llevar adelante la idea del taller. “Hice una encuesta en la radio preguntando cuál era el mayor problema de los discapacitados y las respuestas fueron casi unánimes: tener un medio de vida. Por eso me decidí a presentar el proyecto en 2012, me lo aprobaron en octubre de 2013 y convinimos largarlo en marzo de este año”, recuerda Amiotti.

Lombardo recibió las inquietudes de la gente con discapacidad y decidió los primeros seis inscriptos, ávidos por aprender a hacer radio desde todos los rincones de un universo fabuloso. Los profesionales de FM Radio Sol aportaron lo suyo con amor y desinterés. Así, Javier Capuzzello les enseña conducción y producción, ayuda en el armado de guiones y en la edición. Flavio Torres está con los que quieren ser operadores técnicos, chicos con movilidad reducida y problemas de vocalización, que no pueden enfrentar el micrófono pero manejan las consolas con soltura. Griselda Guerrero les enseña a modular y nociones básicas de locución; y si alguno se anima con el canto, también puede dar una mano porque es otra de sus pasiones. Y finalmente María Esther les muestra el desarrollo de un medio de comunicación, su influencia y el manejo comercial.

“Cada curso está pensado que dure entre tres y cuatro meses. A la mañana hacen prácticas en un programa que tiene Lombardo que se llama 'Voces y Mensajes', hicieron ensayos a micrófono cerrado y a partir de la semana pasada se largaron al aire. Me hicieron reír mucho porque el programa sale los jueves, pero pidieron empezar el miércoles 11 'para no quitarle audiencia al Mundial'. Son muy lindos…”, dice la directora, casi una mamá sustituta.

La primera promoción tiene cuatro varones y dos chicas. Está Javier Gonzales, quien viene de La Toma, aunque el día de la nota no pudo estar porque su hijo hacía la promesa de lealtad a la Bandera. Javier sufrió un ACV que le dejó una discapacidad motriz, pero es un luchador nato, que se rebela contra las injusticias. Tiene una pelea desde hace meses con la empresa de micros Portal de Cuyo para que le reconozcan su derecho de poder viajar con un acompañante sin que tenga que pagar boleto (ver página 7). Es uno de los que enfrenta el micrófono junto con Víctor Chavero, de quien uno se pregunta de dónde saca tanta fuerza: es ciego, le amputaron la pierna izquierda y tiene un implante de riñón debido a la diabetes. Víctor juega muy bien al ajedrez y permanentemente se ríe de sí mismo, ya sea por su pelada o porque no puede ver. Es el alma del programa.

En los controles están Ematías Sosa, un fenómeno de la informática con una leve discapacidad motriz, y Lucas Fernández, quien maneja todo con destreza desde la silla de ruedas a la cual lo confinó una distrofia muscular. Él es especialista en edición de videos. Y después están las chicas, ambas no videntes, Jorgelina Berbedes, estudiante universitaria de Ciencias Sociales quien además enseña informática adaptada para ciegos los fines de semana en Villa Mercedes; y Pamela Ruggirello, una amante del canto.

Media docena de historias que conmueven y empujan a no bajar los brazos. Porque si ellos pudieron, ¿por qué el resto no?