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Prisión para el joven que mató a un custodio en un boliche

Por redacción
| 20 de enero de 2015
Víctima. Ariel recibió un botellazo en la cara. fue en moto a hacerse atender en el hospital.

Cuando terminó de analizar los testimonios y los informes de los médicos, la jueza Virginia Palacios llegó a la conclusión de que había suficientes pruebas de que Ariel Alejandro Olivares murió por el botellazo que le dieron dentro del boliche “Black Line”, la madrugada del lunes 22 de diciembre, y de que el autor de la agresión había sido Cristian Jesús Tobares. Por eso procesó al joven de 22 años, hermano de uno de los dueños de la disco, por homicidio simple y lo envió a la cárcel con prisión preventiva.

 

Una de las afirmaciones más importantes que hizo la jueza Penal Nº 2, es que hay un nexo causal claro entre la agresión de Tobares y la muerte de Olivares, de modo que el desenlace final no puede ser atribuido a otra causa.


Una de las afirmaciones más importantes que hizo la jueza Penal Nº 2 en la resolución que tomó el domingo pasado fue que, según las pruebas, hay un nexo causal claro entre la agresión de Tobares y la muerte de Olivares, de modo que el desenlace final no puede ser atribuido a otra causa.

 


Una de las dos abogadas del acusado, Mirtha Esley, había manifestado su confianza en poder demostrar que la muerte de Olivares “no era atribuible a Tobares”. “No sabemos qué pasó en el tiempo que Olivares estuvo en terapia del hospital”, había agregado la defensora, luego de la audiencia en la que el acusado se abstuvo de declarar.

 


La afirmación dejaba entrever que intentarían plantear que no había una relación directa entre el golpe que el custodio había recibido en el boliche y su muerte, sino que ésta podría deberse a causas relacionadas con su permanencia durante once días en el Hospital San Luis.

 


En su resolución, Palacios consideró probado que la violencia desplegada por Tobares “en contra de la humanidad de la víctima provocó las lesiones que desencadenaron su muerte”.

 


Olivares, con casi una década de trabajo como patovica en distintos boliches de San Luis, iba a ser jefe de seguridad en “Black Line”, la discoteca inaugurada el viernes pasado en la ruta 147, propiedad de Juan Tobares y un chino de nombre Luan.

 


La noche del domingo 21 de diciembre de 2014 organizaron una fiesta privada en el local sin inaugurar, para festejar un cumpleaños y de paso probar el sonido y la iluminación.

 


Ya eran las siete del lunes 22 cuando Cristian, hermano del dueño, tuvo la violenta reacción que desencadenó la muerte de Olivares. Pero las cosas entre ellos estaban mal desde horas antes.

 


A las 3 de la madrugada, el jefe de seguridad había sacado por la fuerza del boliche a un joven que había exhibido una manopla de hierro. Ese incidente provocó un chispazo entre Tobares y Olivares.

 


Según el custodio Leonardo Peña, el motivo fue que Cristian defendía al joven de la manopla.

 


Juan Carlos Véliz, que había sido invitado a la fiesta por Olivares, declaró que estaba bailando cuando vio a un joven que exhibía la manopla con aire intimidatorio. Y que cuando Ariel lo sacó de la pista hacia el exterior, Cristian Tobares fue y golpeó de atrás al joven expulsado.

 


Entonces, dice el testigo, Olivares le reprochó a Tobares que interviniera con esa agresión cuando él, responsable de la seguridad, ya había actuado.

 


Algunos testigos declararon en el juzgado que el jefe de los patovicas había tomado mucho y se había puesto “cargoso”. Incluso le habría dicho a una de las promotoras que esa noche “sí o sí” se tenía que ir con él cuando terminara la fiesta.

 


Alguien lo escuchó decir que Cristian “no es nadie acá, es el que limpia los pisos”. Y Tobares, que también habría bebido en demasía, se quejaba de que Olivares lo había “bardeado” toda la noche. Cuando el encargado de la seguridad estaba en la barra, el hermano del dueño lo encaró. Hubo una discusión y el joven le asestó un botellazo en la cara, con un envase lleno de cerveza.

 


Olivares tambaleó, cayó al piso desvanecido y cuando lo levantaron y recobró un poco la lucidez quiso ajustar cuentas con Tobares. Pero el hermano mayor del agresor ya lo había sacado a empujones hacia afuera.

 


El custodio se fue en su moto a hacerse atender en el Hospital Cerro de la Cruz. Lo curaron y a las nueve lo dejaron ir. Pero cuando salía se desplomó en la puerta. Lo derivaron al Hospital Central. Allí estuvo once días, hasta el 2 de enero, cuando murió por las lesiones que el botellazo le provocó en la cabeza.

 


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