Juan Germán “Piti” Fernández, cantante y líder de Las pastillas del abuelo, es como la mayoría de sus canciones: noble, directo, a veces ingenuo. Al final del recital del sábado en la Sociedad Española, el vocalista se acercó a los fanáticos de la primera fila y los saludó, aún arriesgando su cuerpo al fervor de su público. Poco antes, recibió una cámara de fotos por parte de dos espectadores y, desde el escenario, les sacó un retrato.
El grupo acaba de lanzar “Paradojas”, su disco número diez, y cerró la segunda edición del San Luis Rock, un festival que contó con cinco bandas locales (ver "El grupo de…") y que el año pasado trajo a “Molotov” a la provincia.
El show del sábado lluvioso y frío estuvo lejos de ser la presentación oficial del trabajo reciente, del que tocaron sólo cinco temas. Fue, más bien, un reencuentro con viejos amigos que tienen algo para celebrar alrededor de un recital de casi dos horas observado y festejado por unas mil personas.
Como la entrada al show llevaba de regalo el disco, muchos de los presentes tuvieron el cd en la mano durante el show y algunos hasta siguieron las letras de los estrenos.
Fue muy notoria la diferencia en la reacción de la gente ante un tema nuevo y alguno de su catálogo anterior: ante las canciones viejas, el público coreó, bailó e hizo pogo, pese a que no hubo en la lista ninguno que pueda considerarse estrictamente un hit, a excepción de “Oportunistas”, la canción que abrió el recital. En los desconocidos, guardó silencio y atención.
No obstante, cuando el grupo presentó “Inercia”, el tercer tema del nuevo disco, que tiene la frase “nadie va a izar tu bandera”, las insignias flamearon más rápido que en el resto de la noche.
Si bien “Las pastillas…” hace de la convivencia grupal casi una religión, es innegable que la figura y el pensamiento de “Piti” –y en menor medida del guitarrista Diego “Cebolla” Bozzalla-, sobresalen al mostrar un mensaje hacia su público. Para armarlo, el letrista recurrió a la figura del poeta concreto, cercano a la esquina barrial, que prefiere el golpe al mentón que la metáfora voladora.
En el nuevo disco, Fernández usó frases casi cacofónicas (“el artesano sabe que el arte sana”, “la creatividad, crea actividad”) para delinear un pensamiento más acomodado a los cánones sociales, casi en flagrante contradicción con lo que decía hace dos discos. Ahora, el cantante es un ateo que cree en Dios. Un tipo que le pega duro a los medios pero que se vale de ellos para promocionar su arte. Un artista que dejó de creer en lo absoluto. Justamente en eso radican las paradojas de “Piti”.
Una de las novedades más relevantes de la formación que vino a San Luis respecto a sus visitas anteriores fue la incorporación de una sesión de vientos que le puso color a algunas –no todas- de las canciones que se escucharon. Conducidos por Joel Barbeito, quien al ser un miembro fundador tuvo algunas licencias en sus movimientos sobre el escenario, los sonidos también forman parte de la renovación que encaró el grupo.
Lo que no cambiará en LPDA, porque es una carta de presentación del grupo y una de sus armas más significativas, es la capacidad de Fernández para meter en sus canciones frases cortas y elocuentes, ideales para estamparse en remeras y banderas. La mejor que se escuchó el sábado está en “Enano”, una linda canción del segundo disco: “Tuvo como profesor a su ángel de la guarda/ que le enseñó que un fracaso no siempre es perder”.
LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casaMás Noticias
