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Raúl Godoy un ícono del arte callejero

Por redacción
| 28 de diciembre de 2015
Sensaciones encontradas. "El filete está muy bien visto, pero lamentablemente se utiliza cada vez menos porque el ploter los suplantó", expresó Raúl.

Raúl Godoy es, tal vez el único fileteador-letrista de la ciudad de San Luis, actividad que fue declarada “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO.

 


Hombre educado, de palabras medidas y pensadas, don Raúl dice que su vida no fue fácil. Al contrario, su padre, don Juan Godoy era un humilde repartidor de carbón a domicilio a bordo de una vieja carretela que le servía para recorrer las calles de la capital. Él colaboraba con esas tareas y cuando pasaban por 9 de Julio y General Paz, la casa de don Tello (el único fileteador que tenía San Luis en la década del '50), se quedaba obnubilado por el trabajo y pensaba: "Cuando sea grande quiero hacer letras como él".

 


El humilde hogar compuesto por don Juan y su esposa Adela Feliciana Quevedo, albergaba a nueve pequeños: Elsa, Avelino, Carlos, Nery, Manuela, Jorge, Víctor, Silvia y Raúl. Era frecuentemente visitado por las tías Herminia y Gregoria, primas hermanas de don Juan que venían de Guaymallén.

 


Fue en uno de esos viajes de fin de año, que invitaron al pequeño Raúl –por quien tenían un cariño especial- a estudiar en esa localidad mendocina. “Estudié todo lo que pude. Hice quinto y sexto grado, mis tías me dijeron que si no quería seguir estudiando, tenía que aprender un oficio y a mí estudiar nunca me gustó", se sincera con una amplia sonrisa.

 


“Les dije que quería ser letrista, porque lo había visto a don Tello hacer cosas muy lindas. Y mientras buscaba dónde aprenderlo, fui ayudante de varios oficios, repartidor de pan, de verduras o de lo que fuera. Hasta que un día de 1961, llegó a Mendoza el Hollywood Park", relata.

 


"Tenía 19 años ‑continúa‑, me ofrecí como peón para armar y desarmar las instalaciones, en los días siguientes me ofrecieron trabajar en un quiosco donde había que vocear: 'Todos los tiros tienen premio… seis bolitas por un peso…' ése era mi trabajo".

 


Cuenta que el quiosco necesitaba unos retoques de pintura y el dueño llamó a un rosarino fileteador. "Allí vi la oportunidad y me ofrecí como ayudante sin cobrar un peso. Pero con el solo interés de aprender el oficio, aceptó y al tiempo ya estaba haciendo letras, después aprendí el oficio”.

 


Según Raúl, Mendoza era un buen lugar para trabajar porque todos los ómnibus estaban fileteados  al igual que las camionetas que iban a la feria y él tenía mucha tarea. Pero soñaba con volver a San Luis, mostrar su arte y dejar su sello en los coches de plaza.  Sin embargo, cuando regresó en 1966, se llevó una desilusión porque ya no funcionaban más y los habían sacado, asegura.

 


“De todas maneras, trabajo nunca me faltó, siempre volqué mi arte de la mejor manera posible, hice innumerables trabajos, en negocios, vidrieras, letreros, camiones, camionetas y también en algunos ómnibus”, describe y aclara que cumplía su labor en forma totalmente independiente. Hasta que se ofreció en Vialidad Provincial y fue contratado. "Mi jefe era Ricardo Dellacarbonara. Al tiempo, pasé a ser planta permanente, la cantidad de trabajo era impresionante, había que hacer cartelería y señales viales y en algunos casos repararlas”, agrega.

 


En 1986, don Raúl sufrió un terrible accidente vial. Sus jefes lo enviaron a repintar un letrero en el Puente Derivador porque manos anónimas pintaron la palabra "Negri", había que cambiarlo y debía poner "Buen viaje". Pero un auto conducido por una mujer se llevó por delante los andamios y cayó de unos 8 metros.

 


“Sólo alcancé a pintar 'Buen viaj…', me fracturé los tobillos y fui a parar al hospital. Pesaba 130 kilos, estuve como dos años para  recuperarme, primero en silla de ruedas, después con muletas y por último con bastones. Nunca quedé bien. Hoy a los 73 años (es nacido el 18 de setiembre de 1942) arrastró muchas dificultades para caminar, lo hago siempre acompañado de otra persona”, detalla las secuelas que le dejó.

 


Sus viejas y nunca bien curadas lesiones, hacen que se sienta desprotegido. Dice que no tiene obra social y que de Vialidad Provincial “lo jubilaron”. Expresa que por esos años le manifestaron que su obra social era Ospa Vial, la de los empleados viales, y que Dosep no le cubría nada. “Y así fue, me quedé sin obra social y ahora ni PAMI me tiene en cuenta. Todos los gastos los tengo que solventar con mis pocos ingresos”, se queja.

 


Las dificultades para desarrollar su arte aparecieron poco a poco tras el accidente. Muchos, al conocer su imposibilidad de trabajar, se fueron alejando y la clientela, reduciendo. Sus lesiones no le permitían subir escaleras o hacer trabajos en altura. Los fileteados mermaron tal vez por la llegada de la tecnología y del ploter. El progreso fue sepultando “el arte callejero del fileteador”.

 


El padre de cuatro hijos (Raúl Rodolfo, Rubén Martín, Pablo y Laura) admite que sigue trabajando en menor escala, "pero me las aguanto. Hago letreros, dibujos, fileteo botellas antiguas, cajas, muebles, máquinas antiguas, macetas, además fabrico pequeñas cosas en escala, como carretillas, armas de fuego, repisas, marcos de cuadros y todo lo que quieran filetear”, hace un repaso para vender su arte.  

 


Raúl no lo dice, pero se nota que siente pena por lo que le pasó. El tiempo parece que no ha mitigado ese dolor que siente en el alma, tal vez porque se sintió solo y abandonado a su suerte por quienes alguna vez ponderaron su arte-oficio, o tal vez porque ya se imaginaba un futuro no muy venturoso o se cansó de escuchar promesas incumplidas.

 


Sólo con el incondicional apoyo de la familia, en 1990, desempolvó de su mente su otra pasión: la música. “Siempre me gustó, incluso en mi casa de Buenos Aires y Luján, nos reuníamos a guitarrear, intercambiar ideas o comer asados. Entre esos amigos estaban Alberto Fernández, los hermanos Balmaceda, 'Tuco' Lucero y sus Guitarras, Los Hermanos Guardia, 'Los Cantores del Manantial', 'El Cascarudo' Domínguez Arancibia, 'Las Voces del Chorrillero' y Juanón Lucero, con quien nos conocíamos de chico. Él vivía en la calle Balcarce, acá cerca", recuerda. En 1977 Juanón comenzaba a hacer sus primeras armas, tenía un repertorio más bien "corto", "pero muy agradable porque era cuyano”, dice.

 


Puntualiza que un día Martín "Galleta" Galván le acercó un tema y le dijo "lea la letra compadre, a mí me parece que usted la puede hacer mucho mejor de lo que es, pero no como chamamé. Después de varios ensayos, salió como un valseado y quedó, no tenía nombre y la llamaron ‘Caña doble’, es un tema que en realidad se llama ‘Eche otra güelta mozo”,  cuyo autor, Ramón Hipólito Vieytes, le puso música en 1925”, asevera.

 


Don Raúl anticipa que la revelación puede causar opiniones encontradas y se ataja: “Lo que pasó es que los hermanos Mattar de Santiago del Estero la encontraron, la tocaban y cantaban como si fuera un chamamé. Al tiempo  se dijo que la autoría era de Carlos Gardel y de 'El Viejo Pancho', un decidor de poemas gauchos, pero nada que ver. El verdadero autor es Vieytes y Juanón la rebautizó como 'Caña doble'", manifiesta  con severidad y conocimiento.

 


Y agrega: "Con el tiempo escribí ‘Caña doble para mi padre’, que vendría a ser como la contraparte de ese material, que también grabó Juanón y fue muy solicitado en la época de esplendor del cantante sanluiseño”.

 


Precisa que también escribió varios temas, entre ellos "No te olvido mi tonada" y "Mi despedida", relatos que siempre interpretó y además Alberto Fernández le grabó dos temas de su autoría: el vals "Te quiero aunque no eres mía" y la tonada "Cuando fui tu pasatiempo". Mientras tanto Los Hermanos Guardia le grabaron dos cuecas: "La cueca del amor" y "No quiero nada".

 


Sin quererlo el fileteador se convirtió en productor del músico puntano y viajaron a Mendoza para grabar un casete. A su regreso fue a ofrecer el material a Julio Luis Gatto para que los sábados fuera promocionado en “Noches de Serenatas”. Allí fue invitado a colaborar con el programa que ponía en el aire el actor y locutor en Radio Nacional.

 


Fue el inicio de una larga pasión que aún hoy ejerce con seriedad y responsabilidad.
“Estuve allí cuatro años, y me largué solo, primero fue Popular, después Nacional, Dimensión y FM Lafinur. Llegué a tener dos programas: ‘Desde la puerta de Cuyo’ y ‘Con los recuerdos al hombro".

 


Recuerda con pasión cómo conoció a su actual esposa. "En la década del '90, tenía una radioescucha que me pedía temas de Hilario Cuadros, y entre charla y charla, la conocí. Hoy Esther Rosalía es mi compañera en la ruta de la vida, y como volví a trabajar en ‘Noches de Serenatas’, es la voz femenina y además cumple una noble tarea: es operadora del programa que lleva cincuenta años en el aire”.

 


Con sólo escucharlo se puede percibir que para don Raúl la radio también es parte de su vida. "Nunca hice plata, ni lucré. ‘Noches de Serenatas’ es un hermoso programa, nos da alegrías y tristezas, como todo programa en vivo, tengo una biblioteca con más de tres mil temas, pero mi verdadera pasión es hacer carteles y filetear”, sostiene.

 


Según la UNESCO las imágenes del filete "incorporan elementos de carácter social o religioso y la temática popular de éstas comprende, entre otras, representaciones de santos y personalidades políticas admiradas, así como de estrellas musicales e ídolos deportivos. A veces, las imágenes van acompañadas de dichos y refranes".

 


Hoy filetear está comenzando a entrar en la historia del arte callejero. "Mi gran deseo es poder seguir fileteando, lo voy hacer hasta el último día. Tal vez me toque pintar algo en el cielo si lo he ganado y si no, adonde Dios me lleve, haré un filete”, dice Raúl, quien hace méritos para formar parte de esa página dorada.

 


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