Como todas las siestas, Esther Ortiz se calzó las zapatillas deportivas, una remera blanca de algodón y salió a caminar. La ama de casa de 61 años es una de los cientos de vecinos que eligen el Parque de las Naciones para despejarse un poco, cambiar el aire.
“Es como una descarga a tierra. Y lo hago desde el 2013 cuando me uní a un grupo. Realmente me pone de buen humor y vuelvo contenta a casa”, aseguró Ortiz.
Mónica –no quiso decir su apellido por vergüenza- es otra de las mujeres que encontró en la educación física una forma de vida.
“Hace quince años que vengo acá. Empecé con el grupo del doctor Pereyra y de ahí siempre estuve en distintos equipos. El tema es que hay que tener constancia; para ello, no hay que pensar. Viste que en algún momento se te cruza por la cabeza: ‘Voy o no voy’. Bueno, no hay que preguntarse ni buscar excusas. Hay que cambiarse y arrancar”, recomendó la vecina que empezó a caminar diariamente porque a los 38 años le dolían las articulaciones. “Al tiempo que agarré esa rutina dejé de fumar y luego me concienticé en cuidarme con las comidas. Hoy tengo 53 y estoy feliz de todo lo que hago”, agregó.


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