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El ABC del manejo de plagas en soja y maíz

Por redacción
| 01 de marzo de 2015

Cada acto de la delicada obra que significa el desarrollo completo de un cultivo tiene sus personajes indeseados: granizo, estrés hídrico, malezas. En este momento, y con buena parte del maíz y la soja del centro provincial en sus últimos estadios reproductivos, hay probabilidades de que entren en escena enemigos naturales como el gusano cogollero, las orugas defoliadoras y varios tipos de chinches, que comprometen el rendimiento final y la calidad de la cosecha.

 

A diferencia de la zona núcleo, que tiene altos niveles de humedad, los campos de San Luis son más secos y tienen menor incidencia de plagas.


Los asesores privados Martín Ibarra y Ramiro Goncalvez ofrecieron un panorama de la influencia de estas plagas en lotes ubicados dentro del triángulo formado por El Amparo, Fraga y Charco de los Perros; técnicas de manejo para evitar daños importantes; y tablas actualizadas con los "umbrales de daño económico", es decir, aquel punto en que la intensidad de la plaga causa una pérdida de cosecha equivalente al costo de control.

 


Soja

 


La soja de esta zona atraviesa los estadios fenológicos R4 y R5, caracterizados por vainas de unos 20 milímetros de longitud y con granos en pleno inicio de llenado, visibles a contraluz. Dentro de este período, las plagas más comunes son el complejo de orugas defoliadoras y chinches. “Esta etapa requiere que el productor siga de cerca la oleaginosa para evitar que las plagas superen el nivel de daño económico del cultivo”, señaló Martín Ibarra, y explicó que los umbrales que manejan son los recomendados por expertos del INTA.

 


Para orugas defoliadoras, por ejemplo, sobre cultivos en etapas de R3 a R6 (vainas de 5 milímetros a máximo tamaño de grano), el umbral de control indica como límite un 10% de defoliación en las hojas superiores más diez orugas grandes, de más de 1,5 centímetro, en un metro lineal, mientras que las chinches tienen distintos umbrales en relación al tipo de insecto, la distancia entre surcos, y el estado fenológico del cultivo.

 


“Durante su alimentación, las chinches inyectan saliva tóxica (agentes histolíticos) que degradan los tejidos. Pueden alimentarse de hojas, tallos, flores, vainas y semillas, pero una vez iniciada la etapa reproductiva del cultivo muestran una marcada predilección por las vainas y semillas, lo que trae como consecuencia aborto de vainas y granos, malformaciones, y además, la picadura funciona como una vía de entrada a otros agentes patógenos”, detalló Ibarra.

 


Para los monitoreos a campo, los asesores recomiendan el uso del “paño vertical” cada siete o diez días, a lo largo de todas las fases del cultivo. El sistema consiste en “golpear” un puñado de plantas contra una lona blanca en cuyo extremo inferior hay una canaleta, y luego contar la cantidad de insectos recolectados y cotejar ese dato con lo indicado en la las tablas de nivel de daño económico. “Si bien los monitoreos que venimos realizando en la zona centro de la provincia no son alarmantes, no tenemos que descuidarnos, ya que en la localidad de Justo Daract, por ejemplo, tuvimos que recurrir a los insecticidas para el control de orugas defoliadoras”, comentó Goncalvez.

 


Maíz

 


El maíz sembrado en fechas tempranas (antes del 15 de noviembre) atraviesa la etapa de llenado de grano, entre los estados reproductivos R3 y R4 (grano lechoso a pastoso) y muestra buena condición, excepto aquellos que registraron episodios severos de granizo, lo que comprometió el peso final de los granos. Para los sistemas productivos que incluyen la ganadería, los maíces tempranos más avanzados, “R4” (grano pastoso), ya presentan las condiciones óptimas para el picado y confección de silo. Las siembras tardías (después del 15 de noviembre y hasta aproximadamente el 10 de diciembre) transitan el período crítico del cultivo, es decir, entre VT/R1 y R2 (“barba de choclo visible” a “blister” o ampollas de la espiga).

 


“En zonas del centro de la provincia con mayor limitación hídrica —tales como Fraga, Juan Llerena, Liborio Luna y Charco de los Perros— observamos un desempeño ligeramente superior de los tardíos en comparación a los tempranos”, expresó Goncalvez.

 


En relación a las plagas, observaron lotes puntuales con daños por gusanos cogolleros (Spodoptera frugiperda), donde el nivel de incidencia supera el umbral de acción en un 10 por ciento. “Por desgracia, en estos casos ya es muy tarde para iniciar el control porque la plaga tiene el hábito de introducirse dentro de la planta”, describió el asesor.

 


El accionar de esta plaga atraviesa tres etapas. La primera es el lacerado laminar: leves perforaciones que no llegan a atravesar la hoja; la segunda es la perforación simétrica ocasionada por el gusano que habita dentro de la hoja aún sin desplegar; la última fase —daño avanzado— está caracterizada por la presencia de “aserrín” sobre las hojas.

 


Señaló también que los lotes implantados con híbridos de maíz y que incluyen el evento Viptera son los que mejor resultado obtuvieron frente a esta amenaza. En caso de no disponer de dicho evento genético, los asesores recomiendan el seguimiento semanal del cultivo, desde el estado vegetativo V2 a V7 (entre dos y siete hojas verdaderas). “Durante esa etapa el gusano todavía no ingresa en la planta, y se lo puede identificar a partir de síntomas, como el lacerado superficial en las hojas, que no llega a la perforación”, explicó Ibarra.

 


Si el resultado del monitoreo indica una frecuencia mayor al 10%, recomendamos aplicar un insecticida de alto poder residual (entre 20 y 30 días), que nos permita quedar cubiertos en estadios avanzados críticos para el cultivo.

 


Experiencia en La Florencia

 


Tras las últimas jornadas de lluvias, Revista El Campo acompañó al técnico Martín Ibarra durante un monitoreo de control por el establecimiento La Florencia, ubicado en El Amparo. El campo, propiedad del productor Guillermo Gatti, comprende 300 hectáreas agrícolas implantadas con un 55% de soja y un 45% de maíz aproximadamente. El híbrido de maíz sembrado es el DK 670 Mgrr y la variedad de oleaginosa, la Nidera 5009.

 


Tras algunas inspecciones, el técnico no descubrió rastros de insectos en los lotes de maíz (excepto por un solo ejemplar de oruga conocido como  Heliothis zea, en la punta de una espiga). En los cuadros con soja sí detectó algunas chinches, aunque en un número muy reducido y bastante por debajo del umbral de daño económico sugerido por el INTA.

 


Sin considerar la estrategia de fecha de siembra, Ibarra señaló que el rendimiento promedio de maíz en la zona de El Amparo, Barranquitas, La Petra y La Cumbre, donde el régimen de lluvias supera los 700 milímetros anuales, es de 7.000 kilos, con un piso de 4.400 kilos y un techo de 9.000 kilos, mientras que para la soja el promedio es de 2.700 kilos, con un mínimo de 1.700 kilos y un máximo de 3.500 kilos.   

 


En la zona que comprende a Fraga, Juan Llerena, Liborio Luna y Charco de los Perros, caracterizada por un menor régimen de precipitaciones (entre 400 y 600 milímetros por año), y un suelo más arenoso que en la región anterior, el rendimiento promedio ronda los 4.500 kilos, con un piso de 2.200 kilos y un techo de 6.600 kilos, mientras que para la soja, el rendimiento medio es de 1.800 kilos, con un mínimo de 700 kilos y un máximo de 2.800 kilos.

 


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