El cinematográfico escape de Jonathan Vogel de la cárcel de San Luis desató protestas y lamentos en la Justicia Federal de San Luis.
El juez Juan Esteban Maqueda no lo había alcanzado a procesar por el tráfico de 134,5 kilos de marihuana de Paraguay cuando el acusado de asesinar al comisario Máximo Sosa se fugó, el miércoles 4 de marzo.
Los investigadores federales se habían movido con extrema cautela para reunir pruebas de que Vogel manejaba la narcobanda desde su celda de la Penitenciaría, a través de un celular.
Nunca recurrieron a ningún agente penitenciario para que los ayudara a conseguir la información, pese a que los guardiacárceles son los que están en contacto diario con el preso investigado. Ellos se enteraron recién cuando la Policía Federal fue a allanar la cárcel en busca de teléfonos y chips.
Un jefe penitenciario se preguntaba después por qué no habían pedido su colaboración. La fuga del delincuente a plena luz del día, escondido en una cómoda a la que le hizo un doble fondo ante la mirada de sus custodios, un mueble del que firmaron la salida del penal un guardiacárcel y el propio Vogel, responde al interrogante del funcionario.


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