En la puerta de la Escuela Nº 437 Juan Crisóstomo Lafinur, de la localidad que lleva ese nombre, un cartel avisaba que el acto de inicio de clases sería el lunes 2 marzo por la mañana. Seguramente, cuando lo colocaron, no imaginaron que en las primeras horas de ese mismo día el pueblo entero quedaría cubierto de agua. La inundación, provocada por la crecida del río Conlara, obligó a evacuar a los seiscientos habitantes, que tuvieron que refugiarse en Los Cajones y en Las Lomitas. Recién esta semana volvieron a sus hogares, después de pasar unos diez días refugiados en colegios de la zona o casas de familiares. El Diario recorrió nuevamente la localidad, mientras los vecinos luchan por recuperar su rutina.
El pueblo es pequeño y tranquilo, y por momentos pareciera que aún no volvieron sus habitantes evacuados. Reina el silencio, apenas cortado por el ruido de una garúa constante. El cielo encapotado asusta y reaviva recuerdos; quizás por eso ningún vecino salió de su hogar ayer al mediodía. Unos pocos aún permanecían con las puertas abiertas, con la tarea de sacar el barro y, con suerte, hacer desaparecer las marcas del agua. En las veredas había muebles y colchones, que habían sacado con la esperanza de recuperarlos, pero el daño del agua perdura por días.
Lafinur fue una de las localidades más castigadas, absolutamente todas las familias debieron irse, y los barrios quedaron bajo el agua. Pero en realidad, corrieron con ventaja. Ese lunes ya sabían que el día anterior la crecida había causado desastres en Luján, Leandro Alem, Quines, Concarán y Santa Rosa. “Nos avisaron de Santa Rosa que el río Conlara llevaba muchísima agua, que estuviéramos atentos porque iba a llegar. Esa noche, la del domingo, nos quedamos haciendo guardia en el río. Primero estuve yo, hasta las dos de la madrugada, luego mi hermano y después otros empleados municipales. Nos habían asegurado que el agua iba a llegar en algún momento”, contó Gladys Cornejo, la intendenta del pueblo. “Si bien avisé a los vecinos que estuvieron atentos, tampoco quería alarmarlos”, recordó.
Hoy lo peor ya pasó, pero queda la resignación y el cimbronazo que vivieron las familias al llegar a sus casas, después de diez días de estar evacuados, y encontrar todo cubierto de barro e infinidades de pérdidas. La Escuela Nº 437 es la única que quedará con sus puertas cerradas, ya que mañana arrancan las clases en Luján, Los Cajones y Alem, tal como informó El Diario en la edición de ayer. Según la intendenta, demandará al menos dos semanas dejarla lista. No se equivoca. Al entrar, el ambiente se torna casi irrespirable. El olor a humedad se apodera del edificio, e incrementa en una de las alas del costado, donde directamente no se puede pasar. En los baños y otros sectores aún quedan algunos charcos de agua, y el piso todavía muestra vestigios del barro.
En las aulas aún no han acomodado los bancos, y está todo el mobiliario amontonado en una pieza del fondo. La única parte que se salvó del agua fue la cocina y el comedor, ya que al ser una construcción nueva está ubicada un poco más arriba que el resto. En los alrededores del establecimiento el barro hace imposible cualquier paso. Antes de que vuelvan los chicos habrá que limpiar a fondo y, sobre todo, ventilar.


Más Noticias