La noticia de la separación de Kameleba sacudió a la escena del rock provincial y sorprendió a propios y extraños.
¿Por qué el grupo más exitoso de la historia de San Luis, en un momento clave de su carrera, decidió parar por tiempo indeterminado?
¿Qué extraña fuerza empujó a los integrantes a tomar o acatar una postura que les puede traer consecuencias artísticas, sociales y económicas impredecibles?
Más allá de los interrogantes que se pueden hacer desde afuera de la banda, la información concreta indica que el recital que darán hoy en el teatro Ópera de calle Corrientes, en Buenos Aires, funcionará como despedida, momentánea o definitiva, de una agrupación que lleva 15 años de convivencia y buena vibra, según se encargaron, siempre, de aclarar sus integrantes.
La promesa de la banda es pasar una noche inolvidable, que se puede leer también como el final de un grupo que marcó con su reggae a una ciudad ligada históricamente a la tonada cuyana.
La esquiva postura que tuvo Darío Alturria, el líder de la banda, en las semanas previas al recital a hablar con la prensa podría ser la invitación de una serie de especulaciones.
De todas formas, en la única entrevista en la que hizo declaraciones al respecto –al programa “Paz y Música”- (en Facebook su último post es del 15 de marzo), el cantante navegó en eufemismos y vaguedades.
El primer elemento sobre el que Darío asentó su anuncio fue en el desgaste que provoca una década y media de camino recorrido. “Cuando las cosas se enferman es mejor hacer reposo. Ésa es la mejor manera de sanarse de ciertas cuestiones”, dijo, entre otras cosas, el cantante en aquella entrevista.
Es claro que la mecánica de Kameleba funcionó en los últimos años de una manera muy clara. Los hermanos Alturria, Darío e Iván, fueron los líderes compositivos, los encargados de decidir el recorrido de los shows y los integrantes de un tándem que tomó las decisiones mayores. El resto acompañó.
En sus declaraciones, el cantante aseguró que, de haber sido por él, hubiera lanzado un disco en enero del año que pasó, pero que por diversas razones esa intención debió abortarse.
Pero la frase más inquietante de Alturria llegó al momento de poner en palabras su participación en el grupo: “Tengo un caudal creativo que no todos pueden seguir”.
La consecuencia de eso es el próximo paso que dará Darío, un disco solista con algunas de las composiciones que pensó para su grupo y otras que surgieron en el último tiempo.
El futuro del resto de los integrantes es una incógnita que quizá empiece a develarse apenas termine el concierto de esta noche.
Por lo pronto, para la posteridad, quedarán cuatro discos, muchas noches compartidas en diversos puntos del país, un cariño incondicional con el público mercedino que se evidenció en la última edición del Calle Angosta Rock (¿no hubiera sido una buena muestra de gratitud hacer un recital despedida también en Villa Mercedes?) y algunos versos que con la separación toman una nueva dimensión, como el que se escucha en “Sueño que va”, la canción que bautizó su segundo disco: “Aunque amenaza el ego/ hoy no podrán sacarnos del camino/y tampoco anclar esta barca de sueños/ y de amistad”.
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