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Una voz distinta sobre el futuro

Por redacción
| 10 de mayo de 2015
Thiagarajan Jayaraman dio una conferencia en la Universidad de La Punta.

A veces parece un tema lejano y conceptual. Pero el cambio climático “llegó para quedarse”. La frase vino del doctor en física Thiagarajan Jayaraman durante la conferencia que brindó en la Universidad de La Punta sobre “Desarrollo y cambio climático, los desafíos del nuevo siglo”, una cuestión tan universal como urgente.

 


 “En mi primera visita a la Argentina vine por el estudio de la teoría de las cuerdas. Ahora tengo intereses más exóticos”, resaltó el decano de la Escuela de Estudio del Hábitat, del Instituto TATA de Mumbai (India), ante una sala desbordada de profesionales, académicos y funcionarios públicos que evidenciaron que el tema preocupa y mucho. En otra, en simultáneo, una pantalla gigante replicó cada movimiento y cada frase de su discurso ante cientos de estudiantes atraídos por esa voz distinta.

 


El escenario fue ideal porque demostró el planteo que necesitó su objeto de estudio: la mirada interdisciplinaria. Invitado por la Fisal y por el Gobierno de San Luis, el académico tomó distancia y en su charla tocó aristas distintas de la actividad humana como la economía, la política, la cultura, los hábitos, la tecnología y por su puesto la ciencia, para conjugar al problema del medio ambiente.

 


"En la discusión sobre cambio climático la perspectiva es muy importante. Es una problemática real que llegó para quedarse; tiene origen humano y no va a terminar en el corto plazo”, aseguró para, luego, hacer referencia a las principales fuentes emisoras de dióxido de carbono que contribuyen al calentamiento global entre ellas, la electricidad, la industria, el transporte y la agricultura.

 


Habló de indicadores que refractan con fidelidad lo que realmente sucede en la atmósfera, de las expectativas excesivas que hay en la tecnología, del factor cultural y sus fallas en cómo abordan las soluciones climáticas; el petróleo, como un mal necesario, y de la dificultad que presentan las sociedades para cambiar sus hábitos, y sobre todo sus percepciones de los problemas.

 


Sin más, entró de lleno a su tema. “El cambio climático llegó para quedarse, y el calentamiento global es una metáfora del desarrollo sustentable. Por eso es importantísima la perspectiva”, dijo, y salteó los procesos físico-químicos que produce la contaminación, un tópico trillado que con contundencia y simpleza aseguró que tiene origen en lo antropogénico, es decir, el hombre fue el que metió mano en el medio ambiente para desestabilizarlo.

 


“Esto es innegable para empezar a hablar”. Y puso sobre el tapete la evidencia. Algunos indicadores exponen con fidelidad los cambios en el ambiente y pueden ser tomados como referentes de lo que sucede. Uno de ellos es el IPCC de la Organización de las Naciones Unidas, que reúne la información científica que surge de distintos países.

 


Básicamente, que con lo justo y necesario sirven para el exceso inútil de información o su opuesto. Dio un caso válido sobre desinformación: “Cuando yo les pregunto a los ingresantes de la Universidad en la India cuánto ha aumentado la temperatura en el mundo, algunos me responden dos grados, cuatro, lo máximo que me dijeron  fue seis grados. Bueno la respuesta correcta es que desde 1880 a la actualidad ha aumentado 0,85 grados”.

 


El aumento de la temperatura se ve en el deshielo de glaciares y de los polos: “Se han derretido 3,2 milímetros”, precisó. También en la dilatación de los océanos, uno de los parámetros más útiles y simples para medir el calentamiento del planeta. Los eventos extremos son el espejo de la incidencia del hombre, aunque por el momento sólo puede hablarse de ellos en términos de “probabilidad”. 

 


Así planteó que el calentamiento global tiene tres desafíos. El primero es el estudio detallado de qué es lo que causa o no calentamiento: “Lo que ocurrió con la capa de ozono es un punto de vista limitado. Hay que tomarse el trabajo de ver en detalle qué causa o no calentamiento”. Para proponer un cambio serio, hay que encarar los estudios con seriedad, valga la redundancia. 

 


Para ser más gráfico contó que hace diez años hubo un fallo polémico que echó a todas las industrias de la ciudad para paliar la contaminación. Pero la medida tuvo un error garrafal porque no sólo descontó los miles de trabajadores que quedaron desempleados y la desinversión, sino que sus razones estuvieron mal fundadas. 

 


“En la actualidad, la megápolis está más contaminada que Beijing. ¿Saben por qué? Porque la mayor polución era del tráfico y en los debates de ese momento nadie se puso a ver cuál era la fuente más contaminante y nadie hizo nada por ello”. 

 


El segundo es el de los fósiles y el petróleo, un insumo tan dañino como necesario. “Dejar de usar combustibles fósiles no será nada fácil y en eso es clarísimo que si nos fijamos en los teléfonos móviles de hace 20 años, por ejemplo, no son lo mismo que los de ahora, han evolucionado. Pero no es tan fácil con los fósiles, porque los cambios no han ido en la misma escala”.

 


Y en este punto dejó dos conceptos, basados en la psiquis humana. “Hay un efecto rebote en todo esto de mitigar el cambio climático”, indicó, y explicó que con el tiempo las automotrices desarrollaron vehículos más eficientes, pero pasó algo curioso porque no repercutió en el consumo, todo lo contrario: “Ahora con el mismo dinero se recorre más distancia, es decir que no se mitigó el consumo de combustible”. Según dijo, este desafío es muy importante, porque la eficiencia unitaria “no garantiza la sustentabilidad". 

 


La otra está en la expectativa exacerbada que hay en las tecnologías. Aseguró que “la gente sueña con que la tecnología tendrá las respuestas de todo”, y la realidad es que sólo los éxitos, no los fracasos. “Tenemos la revolución verde. Si ven el caso de las arvejas, para encontrar un híbrido fueron estudiadas sin resultados positivos durante 25 años”, ejemplificó. El desafío de la tecnología no es cuestión de chasquidos y que aparezca la solución mágica. 

 


El tercero y más dramático es la incertidumbre. “La ciencia no nos da certidumbre, sólo nos la da en contextos cerrados de laboratorio, en donde tenemos controladas una serie de variables, pero afuera de ese ámbito, no”. 

 


En cambio, en la naturaleza y el mundo abierto nada es “determinístico” porque interactúan al mismo tiempo un millón de variables, no todas evidentes a la ciencia: “Por eso se sigue estudiando, porque no todo está dicho”. De ahí que cuando pensamos en calentamiento climático tenemos que pensarlo como un problema global.  Hay un conjunto de relaciones muy complejas. “La incertidumbre de la naturaleza no es sólo epistemológica, sino ontológica, está en el ser de las cosas mismas”, dijo, y así demostró que el tema llega a planos filosóficos.

 


Esta misma línea es transversal a lo cultural y al desarrollo social. “No hay en la bibliografía moderna nada sobre economía. Los economistas en 50 años no nos han dado certidumbre sobre lo que iba a pasar. ¿Treinta años atrás acaso hubo alguien que pudo predecir cada cambio que sacudió a la economía argentina?”, reflexionó. Y fue por más, “¿quién hubiera predicho el crecimiento de China o India?”, se preguntó. 

 


Con ese pensamiento también planteó la incertidumbre sobre el futuro. “¿Cuánta energía se necesitará para el desarrollo? Es una palabra capciosa, porque no decimos de qué tipo de desarrollo hablamos: humano, tecnológico, económico. ¿Nuevas formas de tecnología aparecerán y bastarán?”

 



Mil variables para un solo futuro

 


Para Thiagarajan Jayaraman, la incertidumbre tiene dos caras: la de la eficiencia a la adaptación y la de los riesgos. En la primera, dio el caso de los pequeños agricultores y la falsa tendencia generalizada que sugiere que son más eficientes que los grandes. Las razones sobre su ineficiencia algunos las atribuyen a lo climático, sin embargo, para él depende exclusivamente de su status socio-económico, del soporte técnico e intelectual que puedan hacer de su explotación.

 


El segundo ítem se refiere a cuánto riesgo podemos asumir. Y para el doctor en física la percepción es determinante. “Más allá de lo científico, el filtro de la mirada humana pasa por la percepción cultural (…) Por ejemplo, los chicos que deben cruzar autopistas corriendo para llegar a la escuela tienen un dilema: o se arriesgan a tener un accidente o se arriesgan a ser analfabetos”, disparó. “En la India también se han construido diques para generar energía y en el proceso tuvieron que desplazar comunidades. La hidroeléctrica es una energía renovable y está muy bien, pero, ¿cuál es el costo social?”.

 


Así comentó la agenda climática estipulada para diciembre de 2015 y configuró el nuevo paradigma: “Los riesgos nunca van a desaparecer del todo. Hay un pánico anticipado sobre la Cumbre Climática de París  que se va a hacer este año, sobre que tenemos que llegar a un acuerdo pero tiene que ser democrática y pensada, no a las apuradas”, reclamó.

 


Negociar en un mundo cargado de incertidumbre será difícil. Pero para el hindú, no hay que quedarse sentado de brazos cruzados, hay que avanzar con lo que disponemos y usar nuestra mejor herramienta: el ingenio. “Hay una tendencia a usar el principio de precaución, pero ahora nos hemos ido al extremo y ese principio se volvió una receta para la inacción”.

 


“Todavía hay mucho por hacer. Los cambios son difíciles pero no imposibles. Toda transformación implica contemplar los aspectos económicos y, fundamentalmente, sociales. Creo que la clave para reducir el riesgo climático es promover el desarrollo de manera democrática”, concluyó el especialista.

 


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